Imagen de archivo de la quema de gas natural en una planta de producción.

Imagen de archivo de la quema de gas natural en una planta de producción. Nick Oxford Reuters

Historias

Las fugas del Nord Stream plantean una 'traca final' de los fósiles: "Se ha acabado ya el chollo del gas ruso"

Los daños en estas infraestructuras vuelven más volátiles y caros los precios del gas, lo que puede acelerar la transición energética en el medio plazo.

1 octubre, 2022 03:56

La población sufre en sus facturas cada embate geopolítico en torno al mercado de la energía. Y aunque las conexiones gasísticas con Rusia ya no estaban proveyendo de gas a Europa, el hecho de mantener esas infraestructuras intactas aportaba cierta seguridad al suministro y dejaba abierta la posibilidad de retomar este flujo de comercio en un futuro. Una opción que ya no parece estar sobre la mesa tras el sabotaje a estas construcciones. 

Las cuatro fugas detectadas en el Nord Stream 1 y 2 han impactado de lleno en la incertidumbre que ya de por sí pesa sobre el mercado energético. De acuerdo con informaciones recogidas por el diario berlinés Der Tagesspiegel, Alemania parece dar por perdidos los gasoductos.

Las evaluaciones llevadas a cabo señalan que la reparación de estos daños, además de ser de gestión privada y muy costosa, tampoco podría realizarse de una manera rápida. Un lapso de tiempo en el que pueden entrar grandes cantidades de agua salada y corroer los tubos. Eso, sin contar otras consecuencias como la cantidad de metano que se sigue vertiendo a la atmósfera. 

Este gas tiene un potencial contaminante hasta 80 veces mayor que el dióxido de carbono (CO2) en 20 años. Por este motivo preocupa que el gas que ya se había presurizado y que se encontraba en los tubos –un total de  778 millones de metros cúbicos de gas natural, según la Agencia Danesa de Energía– vaya a tener un impacto medioambiental muy negativo en un momento de urgencia climática. 

Según estimaciones recogidas por The Guardian, las emisiones no cesarán hasta al menos este lunes y podrían alcanzar 350.000 toneladas de metano expulsado. Como publicamos en EL ESPAÑOL, estas cifras equivaldrían a 1,3 millones de vehículos circulando por las carreteras durante un año.

Mapa con las localizaciones de las cuatro fugas de gas detectadas en el Nord Stream 1 y 2.

Mapa con las localizaciones de las cuatro fugas de gas detectadas en el Nord Stream 1 y 2. EP

Para expertos como Diego Rodríguez, catedrático de Economía en la Universidad Complutense de Madrid (UCM) e investigador de Energía en FEDEA, esta puede ser la última exhalación de un cadáver que veía muy difícil revivir tras los problemas con Rusia. Aunque el consumo de gas sigue siendo imprescindible, comenta que “se va a reducir considerablemente por un motivo de precios” y de “inseguridad en el suministro”.

“En un plazo medio, todo esto es un espaldarazo al despliegue de renovables. Sobre todo para el sector eléctrico, que es donde tenemos la alternativa más clara”, asegura el experto. No obstante, reconoce que hay “un problema temporal” y es que en el corto plazo tenemos una necesidad de suministro –que ya se vio afectada por los propios cortes de Vladimir Putin– y de cómo sustituimos esa fuente de energía para evitar una escalada en las facturas.

Antes de la guerra de Ucrania, la Unión Europea recibía alrededor del 40% del gas de Rusia por medio de varios gasoductos (a través del Nord Stream 1 y 2, Yamal –por Polonia–, Ucrania y Turk Stream –por Turquía–). El resto provenía de otras conexiones aún activas con Argelia, Irán o Azerbaiyán, además de la importaciones por barco de Gas Natural Licuado (GNL).

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Como comenta Rodríguez, Europa va a seguir consumiendo gas, pero a un precio mucho mayor o a recurrir de manera temporal a energías más contaminantes como puede ser el carbón. “A corto plazo el panorama es muy preocupante, muy grave, y todos lo sabemos”, señala el experto.

¿Es el adiós definitivo al carbón?

Países como Alemania aprobaron el pasado julio volver a reactivar centrales de carbón para potenciar el ahorro de gas en un momento de crisis energética y, de esa manera, dar respuesta al incremento del precio del gas. Una situación que está rescatando la energía nuclear –considerada este año por la Comisión Europea como sostenible– para devolverla al debate. “Por qué cerrarlas si es técnicamente posible dejarlas un poco más funcionando. La nuclear produce a todas horas y evita el consumo de carbón”, cuenta Rodríguez.

En España, por ejemplo, y según los datos de Red Eléctrica de España (REE), la producción de las centrales térmicas de carbón se redujo un 88% desde el 2011, año en el que comenzó el proceso de cierre de estas instalaciones. No obstante, la geopolítica ha vuelto a hacer que el carbón gane protagonismo en el mix energético.

Además de Alemania y España, otros como Francia, Países Bajos, Italia, Grecia, República Checa, Hungría o Austria están retrasando el cierre de sus centrales y, en algunos casos, reabriendo las cerradas o aumentando sus horas de producción. Al menos así lo recoge el informe Coal Market Update de la Agencia Internacional de la Energía (AIE) publicado el pasado julio, que prevé un aumento del 7% este año.

La central térmica de As Pontes, una de las que España mantiene abiertas parcialmente.

La central térmica de As Pontes, una de las que España mantiene abiertas parcialmente. Europa Press

Es importante recordar que esta vuelta al carbón viene gestándose desde el segundo semestre de 2021, antes de la guerra de Ucrania, cuando llegó a alcanzar un 14% en la UE. Su protagonismo, sin embargo, parece que no va a persistir mucho más. De acuerdo con las estimaciones de la AIE, la expansión de las renovables junto con medidas de ahorro pueden sustituir ya en 2023 a esta energía tan contaminante. 

Sobre todo cuando en la UE los países miembros se han comprometido a una descarbonización de sus economías y a unos límites de emisiones en el corto, medio y largo plazo que tienen obligación de cumplir.

Qué nos espera este invierno

De momento, Europa cuenta con provisiones de gas suficientes para afrontar este invierno. Ya desde el pasado 19 de mayo, y en previsión de “potenciales interrupciones del suministro” por parte de Putin cuando aún corría gas por los Nord Stream, la Comisión Europea llegó a un acuerdo para que los Estados miembros tuvieran al menos el 80% de reservas de gas antes del 1 de noviembre.

Un mes antes de lo estipulado, los países comunitarios han hecho los deberes. A 1 de octubre, y según datos de Gas Infrastructure Europe, todos superan este límite a excepción de Austria (78,5%), Bulgaria (74,4%), Hungría (72,9%) y, en peor posición, Letonia (52,8%). Aún así, la tasa media de almacenamiento de gas supera el pico máximo de consumo que se puede alcanzar en Europa durante el invierno (en torno a un 85%).

Para Rodríguez, “en este invierno –salvo que sea muy duro– todo parece indicar que el nivel de llenado y almacenamiento ha sido exitoso”, pero “otra cosa es qué va a ocurrir ya el próximo. Estamos en una dinámica tan cortoplacista que es muy difícil hacer planes a 12 meses”.

Lo que está claro es que va a haber un beneficiado, al menos, en lo que respecta a las exportaciones del GNL a Europa, y ese es Estados Unidos. Como recoge un artículo del Financial Times, no solo va a bastar con la conservación de la energía. Vamos a necesitar más gas en el corto plazo y provendrá de países como el norteamericano.

De hecho, las estimaciones apuntan a que pueda superar a otros exportadores líderes como Australia o Qatar para 2025 y convertirse en el mayor del mundo, con una capacidad de 100 millones de toneladas al año. Una cantidad que podría duplicarse para 2030.

De acuerdo con Rodríguez, el GNL “está aumentando y lo hará más. Si yo soy Alemania, sinceramente, no me hables más de gasoductos. Lo que quiero es comprar mi gas a EEUU, a Qatar o a Nigeria, que es lo que hace España”. Reconoce que “es más caro, pero el chollo del gas ruso ya se ha acabado”.

Ahora, países como Alemania deberán competir por el GNL con los primeros demandantes (Japón, India, China, Taiwán, Corea y España), por lo que los precios se van a disparar. “Compites con mucha gente y el gas es más caro, está claro”, asegura Rodríguez.

“Los vaivenes del mercado de gas, como está tan abierto a la incertidumbre, está reflejando los precios de escasez, es decir, la probabilidad de que no tengas el producto. Y la probabilidad no es cero claro. No sabemos qué va a ocurrir en unos meses”, comenta el experto.

Este es uno de los motivos por los que desconfía de proyectos como la ampliación hacia Francia del MidCat (el gasoducto por el que, a través de España, pretende llevarse el gas a Europa) o la construcción de una nueva infraestructura gasista entre Barcelona y Livorno (Italia).

Mapa que representa el proyecto de gasoducto MidCat, estancado desde 2019 con 226 kilómetros de tuberías pendientes de construir.

Mapa que representa el proyecto de gasoducto MidCat, estancado desde 2019 con 226 kilómetros de tuberías pendientes de construir. Europa Press

Rodríguez cuenta que, por un lado, con el MidCat, “Francia tendría que hacer unas modificaciones de su red gasista que implicaría un volumen de inversiones tan grande para canalizar ese gas desde España que es inviable económica y políticamente”, y cree que el cambio de postura favorable de Macron al respecto es porque “ahora jugarán a enfriarlo”.

¿Por qué? Entre otras cosas porque ya hay al menos 20 proyectos de regasificación en la UE mucho más económicos que permiten acumular el GNL importado. “No están pensando en el MidCat, sinceramente”, asegura el experto, porque “los tiempos de construcción son lentísimos, estamos hablando de años”.

Al gasoducto con Italia tampoco le ve futuro. Los estudios técnicos llevan varios años y un coste que puede superar varios miles de millones. “Son proyectos que hay que evaluar mucho, porque luego hay que repartir el coste”, señala Rodríguez.

Por estos motivos, el experto asegura que “va a haber un desplazamiento del gas hacia otras energías”. No es solo el precio, comenta el economista, sino que hay una inseguridad en el suministro de gas en Europa que va a incentivar más, desde el punto de vista político y regulatorio, que haya un desplazamiento del gas hacia otras fuentes energéticas.

Para organizaciones como Greenpeace, esto es, además, inevitable por la deriva climática del planeta. “Aumentan las emisiones de gas porque viene de más lejos y también porque se reavivan viejos sistemas, en lugar de utilizar todos los recursos en medidas de ahorro energético o la transición energética”, apunta Francisco Pozo, responsable de combustibles fósiles en la ONG.

Insiste en que “la única alternativa a estas geopolíticas volátiles de gran impacto ambiental es tener sistemas de energías más resilientes y más centradas en lo local. Y lo único que es posible son las renovables, que están basadas en lo que podemos producir”.

En esto mismo coincide Raquel García, técnico de energía del programa de Clima y Energía en WWF, que asegura que uno de los problemas que tiene el corte de suministro de combustibles como el gas y estos intentos de sabotaje es que provoca una volatilidad en los precios y unas consecuencias energéticas. 

García subraya que “la mejor solución a la crisis climática es la apuesta por las renovables”, porque al final “el problema del cambio climático no tiene fronteras. O actuamos todos de forma global o no podremos evitar situaciones como las de este verano. Eso va a ser lo más habitual en España”.