El experimento de Asch, la 'presión de grupo'  y su influencia en nuestra opinión

El experimento de Asch, la 'presión de grupo' y su influencia en nuestra opinión iStock

Historias

El experimento de Asch, la 'presión de grupo' y su capacidad de influencia en nuestra opinión

El estudio fue diseñado en los años 50 y probó que la presión ejercida por un grupo puede hacer que un sujeto se conforme con lo que diga el resto.

30 junio, 2022 02:19

Solomon Asch fue un psicólogo polacoestadounidense conocido por sus experimentos de conformidad en el ámbito de la psicología social. Demostró la influencia de la presión del grupo en las opiniones.

Asch sostenía que el grupo determinaba las respuestas en el juicio y la individualidad de un sujeto de prueba. Su idea la puso a prueba en 1950 con un experimento cuyo fin mostraba el cambio en las respuestas del sujeto en función de cómo actuase el resto del grupo.

Procedimiento 

Se reúne a un grupo de 7 a 9 estudiantes en un aula y se indica que el experimento consiste en comparar pares de líneas. Se les muestran dos tarjetas: en una aparece una línea vertical y, en la otra, tres líneas verticales de distinta longitud. Los participantes deben entonces indicar cuál de las tres líneas en la segunda tarjeta tiene la misma longitud que el estándar de la primera.

Del grupo de participantes, todos excepto uno son en realidad cómplices del investigador, siendo el restante (sujeto crítico) el foco del experimento. Se le coloca en la posición de tener que dar su respuesta después de haber escuchado las de los demás.

El experimento consiste en realizar 18 comparaciones de tarjetas, teniendo los cómplices la instrucción de dar una respuesta incorrecta en 12 de ellas.

En las dos primeras, tanto los cómplices como el sujeto crítico respondieron de forma unánime la respuesta correcta. Sin embargo, a partir de la tercera prueba, los cómplices indican intencionalmente una respuesta incorrecta. En esta, el sujeto da la respuesta correcta al final, mostrándose sorprendido por las respuestas previas (e incorrectas) de los cómplices.

En la prueba siguiente, la situación se repite: los cómplices dan, de forma unánime, una respuesta incorrecta, y el sujeto crítico disiente da la respuesta correcta pero mostrando un desconcierto mayor. Al repetirse la situación, el sujeto crítico eventualmente cede a la presión de grupo e indica también una respuesta incorrecta.

Los resultados del experimento de Asch mostraron que la presión social motivaba el cambio. Cuando los sujetos estaban rodeados de gente que daba respuestas incorrectas a las preguntas, se dejaban llevar y manifestaban una opinión o respuesta errónea. Según Asch, “la presión de los compañeros puede causar la conformidad en un individuo inmerso en este tipo de situaciones”.

[‘Espejo, Espejo’, la película que retrata a una sociedad consumida por las apariencias]

El debate llevó a poner en duda si los resultados pudieran ser consecuencia de que la gente no cree en la evidencia vista por sus propios ojos. O, en cambio, si la gente esconde sus verdaderas opiniones como muestra de conformidad.

Los experimentos también mostraron que aunque sólo fuera otro participante el que estuviera en desacuerdo con los confederados, el sujeto tendría más probabilidades de resistir la presión de grupo. Pero si era al contrario, parecía ser más difícil resistirse a la mayoría si el sujeto estaba aislado. Por tanto, se demostró que una voz puede diferenciarse del resto.

¿Somos conformistas?

Son muchas las ocasiones en las que mostrarse de acuerdo con el resto del grupo no es la realidad que queremos, pero que aceptamos por el hecho de pertenecer al mismo.

El experimento de Asch se ha replicado en otras ocasiones. Ejemplo de ello es el experimento de Milgram, cuyo fin era medir la disposición de un participante para obedecer las órdenes de una autoridad aun cuando estas pudieran entrar en conflicto con su conciencia personal.

Sin duda, el grupo con el que desarrollamos parte de nuestra vida influye en nuestro modo personal de ver la realidad. Por lo que nos preocupamos más por adaptarnos al juicio de los demás que por defender el nuestro.

Ahora, las redes sólo sirven para que el efecto del experimento de Asch se perpetúe sin mesura en la sociedad. Junto a los medios, la presión de ambos hace que cada vez sean más los que siguen al resto en vez de pronunciarse por sí mismos.