El pasado 1 de marzo, Real Madrid y Barcelona se enfrentaban en el segundo Clásico de la temporada. Entonces, ninguno de los dos podía imaginarse todo lo que iba a suceder en los siguientes meses. Aquel día fueron los blancos los que se llevaron el gato al agua (2-0) en un Santiago Bernabéu a rebosar. La Liga se apretaba, aunque en el ambiente se empezaba a oler cierta inquietud por el avance del coronavirus.

Tanto a Madrid como a Barça les quedaba por delante un compromiso antes de que se parara todo. Los blancos perdieron contra el Betis y los azulgrana ganaron a la Real. El Clásico quedaba en nada con esos resultados, aunque tras aquel fin de semana nada volvería a ser igual. En Europa empezaban a pararse las competiciones, suspendidas por varias jornadas, luego indefinidamente. La Liga se veía obligada a hacer lo mismo. También la Champions League.

De la noche a la mañana, el fútbol y la vida se pararon por completo. Nadie sabía cuándo iba a volver La Liga, incluso si se podría acabar la temporada. Mientras tanto, a las plantillas, incluidas las de Madrid y Barça, les tocaba 'teletrabajar'. Algunos equipos apostaban por un planning personalizado de ejercicios para sus jugadores en casa. Otros hacían sesiones por videollamada. Todos tuvieron que adaptarse para que el frenazo no fuera absoluto hasta para sus cuerpos.

Mariano Díaz, en el momento del gol del último Clásico REUTERS

Los esfuerzos de LaLiga y de todos acabaron hiciendo posible que el fútbol volviera con vistas a terminar la temporada. Los clubes respiraban aliviados por lo que hubiera significado económicamente no jugar hasta pasado el verano, aunque la crisis ya había golpeado fuerte al ámbito financiero de todos ellos hasta el punto de que tendrían que llevar a cabo rebajas salariales a todos los niveles.. El fútbol volvió tres meses después, en junio, y con cambios drásticos; el más importante, la ausencia de público.

En el Di Stéfano sin público

Comenzaba entonces un sprint de 11 jornadas entre Barça y Madrid por el título de Liga. Los de Quique Setién aventajaban a los de Zidane entonces con apenas dos puntos. La duda era ver a quién de los dos iba a afectar más el parón. El Madrid, para empezar, recuperaba para la ocasión a Courtois, Hazard y Asensio.

Además, el club blanco tomó una de las decisiones más sorprendentes: jugar en el Di Stéfano, en Valdebebas, hasta la vuelta del público a las gradas. Y en esas sigue mientras que el Santiago Bernabéu, que el 1 de marzo albergó su último partido, El Clásico, sigue inmerso de lleno en sus obras que le convertirán en un estadio del siglo XXI.

La Liga del Madrid

El parón nos devolvió a un Madrid con mayor fortaleza, imbatible, que sumaría diez victorias en Liga y solo pincharía en la última jornada, empatando contra el Leganés. Tiene truco y es que los blancos, por entonces, ya tenían el título de Liga en el bolsillo. Sí, los chicos de Zidane no solo remontaron su diferencia con el Barça sino que fueron capaces de ganar el campeonato una jornada antes de su conclusión.

Leo Messi durante el Bayern-Barcelona de Champions EFE

La Champions del 2-8

El Barça de Setién, que ya había dejado dudas antes del parón, se hundía y cedía 9 puntos (7 más que el Madrid) en Liga tras la reanudación. Y la Champions, bajo un formato nuevo desde cuartos, asomaba en el horizonte. El Madrid sufrió entonces el primero de sus mazazos tras la crisis y se veía incapaz de remontar ante el Manchester City y caía por segundo año seguido en octavos de la máxima competición continental.

Nada sería comparable a lo que le esperaba al Barça, que clasificó a la Final a 8 de Lisboa tras ganar al Nápoles. En cuartos esperaba el Bayern Múnich, uno de los equipos que más fuertes llegaban a la cita. Lo que ocurrió sobre el césped aquel día fue una de las humillaciones más dolorosas vistas jamás en Europa. El famoso 2-8 eliminaba a los culés, se costaba la cabeza de Setién y metía al Barça en una profunda crisis.

El Madrid, sin fichajes

El verano mostró dos caras enfrentadas de Madrid y Barça, aunque ambos sumidos a la realidad económica por la crisis del coronavirus que ponía difícil fichar. El Madrid decidió que su única incorporación sería Odegaard y sacó 100 millones en ventas con salidas de jóvenes como Achraf o Reguilón y desprendiéndose de los salarios de Gareth Bale y James Rodríguez, apartados del equipo en la recta final de la temporada que acababa de terminar.

La revolución que no fue...

El Barça, tras la debacle de Lisboa, anunciaba una revolución que no fue. Llegaba Ronald Koeman a imponer su orden a sabiendas que en menos de un año habría elecciones a la presidencia y Josep María Bartomeu dejaría el cargo a otro. Al técnico neerlandés no le tembló el pulso y se cargó nada más llegar a pesos pesados, que ya habían sido señalados antes por el presidente, como Luis Suárez, Arturo Vidal o Rakitic. La revolución se acabó quedando corto en las salidas, aunque se fueron otros como Nélson Semedo. Llegarían solo Pjanic y Sergiño Dest, insuficiente.

...y el 'caso Messi'

Si el Barça no tenía suficiente, todavía debería soportar otra bomba en forma de burofax. Leo Messi quería irse del Barça y así se lo había transmitido al club. Fueron semanas de muchas dudas, de ver al argentino en Manchester con Guardiola, de llegar casi a juicio por una cláusula liberatoria de Messi que no lo fue. Y Bartomeu consiguió retener a Leo pagando un alto precio: la rajada del '10' en una entrevista que ya es historia del fútbol. Messi se quedaba un año más (en 2021 acaba contrato) y la figura de Bartomeu quedaba enterrada si es que todavía no lo estaba.

El Madrid, sin fichajes, y el Barça, con demasiados frentes abiertos, empezaban la temporada con dudas. Pronto se vería que los blancos iban a tener que sufrir para encontrar su mejor versión y llegan ahora a El Clásico asomándose al abismo de una crisis deportiva. El Barça solo puede aliviar sus polémicas fuera de los terrenos de juego con buenos resultados en el campo. El Clásico será diferente, pero a vida o muerte.

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