Si retrocedemos a hace unos años, el vídeo en Full HD era todo sinónimo de calidad: el 1080p era (y sigue siendo) la garantía de que nos encontraríamos imágenes nítidas, calidad de imagen en lo que viésemos. Si volvemos a 2016, y nos fijamos en las tendencia actuales, podemos ver que el vídeo en Full HD ya ha dejado de ser lo mejorcito, porque el vídeo en 4K ha llegado para quedarse.

Aunque el vídeo en 4K esté camino de convertirse en un estándar, las tecnologías todavía no le han seguido el ritmo, y lo habitual sigue siendo encontrarse pantallas de resolución Full HD. Aunque ya existen televisores 4K a precios competitivos, sigue siendo habitual comprar pantallas 1080p, por no decir que con los dispositivos móviles estamos en el Full HD o en el intermedio 2K.

Esto no significa que el vídeo 4K sea algo inútil, en realidad, porque el vídeo en 4K no necesita que tengamos pantallas 4K para disfrutar de sus ventajas. En otras palabras, un vídeo en 4K se verá mejor que un vídeo nativo en tu pantalla Full HD, y queremos explicaros por qué ocurre esto.

¿4K? ¿Full HD? ¿De qué me estás hablando?

Antes de continuar, seguro que a algunos se os ha escapado algún que otro término, o puede que no tengáis ni idea sobre qué son las resoluciones. La resolución de pantalla es el número de píxeles que se muestran en la pantalla; el pixel es la unidad mínima de información que se puede presentar en la pantalla. En otras palabras, cuanta más resolución tengas, obtendrás un mayor detalle al ver imágenes, o en la interfaz de usuario.

A continuación os dejamos una lista de resoluciones populares en dispositivos móviles, además de una imagen donde podéis ver la diferencia entre todas.

  • Resolución WXGA > 1280 x 720 píxeles (HD)
  • Resolución FHD > 1920 x 1080 píxeles (Full HD)
  • Resolución QHD > 2560 x 1440 píxeles (2K)
  • Resolución UHD > 3840 x 2160 píxeles (4K)

Para saber sobre el papel si una pantalla se verá bien necesitamos saber más cosas que la resolución de la pantalla, como la relación de aspecto o el tamaño de la pantalla (a mayor pantalla, mayor resolución necesitamos para mostrar «bien» una imagen), pero esto es lo básico que debemos saber.

Respecto a casos reales, ahora mismo los buques insignia se sitúan en las pantallas 2K o 1440p, con alguna excepción como el Sony Xperia Z5 Premium que alcanzan las resoluciones 4K o 2160p, y los habitual es encontrarse pantallas Full HD, con excepciones de gama media/baja que siguen en el HD.

¿Qué es el vídeo 4K, entonces?

El vídeo en 4K, como indica la propia palabra, son vídeos que se han grabado o procesado en esas resoluciones, y que se reproducen en 4K, lógicamente. Muchas cámaras profesionales graban en ese o formatos superiores (llegando incluso al 8K), además de que las cámaras de los smartphones de gama alta de 2015 también son capaces de trabajar a esas resoluciones.

Actualmente existe poco contenido en ese formato, debido a lo novedoso que es y a los problemas que puede traer -un vídeo en 4K pesa muchísimo más que un vídeo en FullHD al contar con más «información» por fotograma-, pero se está expandiendo sobre seguro como un nuevo formato de vídeo.

Netflix ofrece algunas de sus series -como House of Cards- en 4K, YouTube y Vimeo pueden reproducir vídeos en 4K… cada vez son más las plataformas que lo aceptan. Y sobra decir que, para asegurarnos calidad de cara a un futuro cercano, lo mejor es dar el salto y comenzar a grabar en ese formato, antes de que «nos pille el toro».

Por qué el «downsampling» o el bitrate es tu amigo

Existe una creencia de que el mejor vídeo es el que está a la resolución nativa de nuestra pantalla, pero esto no ocurre siempre. Por ejemplo, un vídeo 480p sí se verá de pena en nuestra preciosa pantalla 1440p, pero esto no ocurre al contrario, porque -siguiendo con el ejemplo- un vídeo 4K se verá mejor en nuestra pantalla 2K que un vídeo en 2K.

Como comentan en PocketNow, el bitrate -también llamado tasa de bits, la cantidad de información que se transmite por segundo- de los vídeos en 4K es mayor que el bitrate de los vídeos en 1440p o en 1080p, algo que hace que contemos con una mayor calidad en el vídeo. No tenemos un bitrate más alto sólo por ser un vídeo en 4K, es algo independiente, pero como os comentamos, normalmente las cámaras 4K graban con más bitrate que las cámaras de menor resolución.

Por otra parte, y dejando a un lado el tema del bitrate, no podemos reproducir un vídeo 4K nativo en una pantalla de menor resolución por el simple hecho de no contar con suficientes píxeles. Para reproducirlos, nuestro dispositivo tiene que «adaptar» la imagen a una pantalla de menor resolución, un factor que nos deja algo positivo por el camino.

Al «mostrar» toda esa resolución en menos píxeles, conseguimos más calidad de imagen por cada píxel de nuestra pantalla al reproducir un vídeo 4K, en comparación a un vídeo en calidad nativa.

Esa calidad que nos falta en el vídeo nativo desaparece por factores como la compresión del propio vídeo, y podemos «recuperarla» en cierta forma si reproducimos el vídeo en resolución 4K. Es algo que lleva haciéndose tiempo con los videojuegos para conseguir más calidad en los detalles, y que podemos trasladar al campo del vídeo sin ningún problema.

No todo es la resolución; los componentes importan

Esto hace que reproducir vídeo en 4K, a pesar de tener pantallas de menor resolución, sea una buena idea. Sin embargo, no es lo único que hay que tener en cuenta, porque existen otros factores aparte de la pantalla:

  • Los vídeos en 4K ocupan mucho más espacio que los vídeos en resoluciones inferiores, algo que perjudica a la memoria de nuestros dispositivos.
  • Nuestro dispositivo debe contar con especificaciones capaces de trabajar con resoluciones 4K, algo bastante reciente en cuanto a hojas técnicas se refiere.
  • Si queremos grabar vídeo en 4K con nuestra cámara, la cámara (y especificaciones) de nuestro smartphone deben estar a la altura.
  • Al «reescalar» el vídeo para reproducirlo, nuestro Android consumirá más batería, debido a un mayor esfuerzo por parte de los componentes.

En cualquier caso, la resolución 4K es algo que ha llegado para quedarse, e imprescindible si pensamos en el futuro. Ahora mismo nos trae mejoras destacables respecto a lo establecido, pero hasta dentro de un tiempo no llegaremos a aprovechar todas sus posibilidades; el tiempo que tarde en convertirse en un estándar establecido de verdad.