Arte

Artaud. El cuerpo inscrito

Antonin Artaud

21 diciembre, 2006 01:00

Artaud en El judío errante, 1926

Comisario: Guillaume Fau. Biblioteca Nacional de Francia. Sitio François-Miterrand. Quai François-Mauriac. París. Hasta el 4 de febrero.

Tras la exposición de los dibujos que se presentó hace ya casi veinte años, en junio de 1987, en el Centro Pompidou, Antonin Artaud ha vuelto a ocupar el primer plano de las exposiciones de París con la magnífica muestra que le dedica la Biblioteca Nacional de Francia, depositaria casi en su totalidad de los cuatrocientos seis cuadernos, con textos, anotaciones y dibujos, que Artaud recopiló en sus años de internamiento en instituciones psiquiátricas. La muestra es excelente, tanto por las piezas reunidas, como por el acierto de su enfoque de síntesis, que nos permite el acceso a la variedad de sus registros: la literatura, el teatro, el dibujo, el cine o la radio. Aunque, eso sí, me parece un error el montaje de la exposición (los franceses lo llaman escenografía), excesivamente sobrecargado, con demasiada madera pintada y artificio, cuando una propuesta desnuda y ascética hubiera sido mucho más coherente con alguien cuyos planteamientos estéticos estuvieron siempre en las antípodas del esteticismo y el adorno.

En todo caso, articulada en cinco secciones: Autorretratos, Paso(s), Teatro, Cine y Escritos sobre el arte, la muestra permite al visitante introducirse en el universo creativo, profundamente desgarrado, de esta figura de la pasión y del exceso. Antonin Artaud (1896-1948), que padeció toda su vida trastornos neuropsiquiátricos, comenzó muy pronto a escribir y dibujar, se convirtió en uno de los protagonistas centrales de los primeros años del Surrealismo hasta su exclusión de la ortodoxia bretoniana en 1927, fue un gran impulsor de proyectos teatrales, destacado actor de teatro y de cine, y brillante teórico del arte y del teatro. Un creador contemporáneo: de 1924 a 1935 intervino en 21 películas, con interpretaciones memorables, bajo la dirección, entre otros, de Abel Gance, Dreyer, Fritz Lang o Pabst… Un creador total: ninguna dimensión creativa le fue ajena. Pero un creador total que extraía su fuerza de los registros más profundos de su intimidad. En pocos artistas resulta tan central el papel del yo en sus obras como en Antonin Artaud, en último término hijo tardío del romanticismo.

Los impresionantes autorretratos, dibujos que reproducen el yo sufriente, en carne viva, que abren la exposición, nos sitúan de inmediato ante un espejo: el rostro de las tinieblas, la experiencia de la perturbación y el dolor, en los que nos reconocemos como humanos. Todos formamos parte. De ahí la necesidad de regenerar el teatro, de rastrear su trasfondo ceremonial, para trascender la banalidad cotidiana de espectáculos y escenarios. "El teatro -escribió Artaud- es la Tierra de Fuego, las lagunas del Cielo, la batalla de los Sueños". Un teatro que busca su doble en la vida, que se concibe como el lugar de la identificación y el sacrificio, y por eso se le da el nombre de teatro de la crueldad. De ahí, también, la necesidad de rastrear, en el arte, la oposición dentro/fuera: "El cuerpo bajo la piel es una fábrica recalentada, y fuera el enfermo brilla, luce por todos sus poros estallados. Como en un paisaje de Van Gogh a mediodía".

Como trasfondo de todo: del yo, del teatro, de la representación artística, está el cuerpo. Quizás aquí resida la dimensión más radical del legado de Artaud, en este punto equiparable tan sólo a la escritura de Kafka. Porque la corporalidad de donde todo brota es, en Artaud, la corporalidad inscrita, estructurada y atravesada por el lenguaje. Resulta emocionante ver en la exposición el martillo roto que utilizaba para ensayar o martillear sus textos: Nietzsche al pie de la letra. También utilizaba el impacto de un cuchillo sobre la hoja escrita, y también esto puede verse en la exposición. Cuerpo y escritura íntimamente fundidos. El 31 de enero de 1948, a poco más de un mes de su muerte, escribió: "Caigo, caigo, pero no tengo miedo". Lo dejó escrito. Inscrito.