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Novak Djokovic, con 24 títulos de Grand Slam a sus espaldas, ha confesado cuál es el momento ideal en el que le gustaría colgar la raqueta: los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 2028.

Y no solo por ambición deportiva. "Lo único que me motiva ahora mismo son los Juegos Olímpicos de 2028. También representar a mi país y los Grand Slams, pero sobre todo los Juegos", aseguró en una entrevista reciente.

Un deseo que, de cumplirse, lo vería retirarse con 41 años tras defender una vez más los colores de Serbia.

Esa intención, sin embargo, choca con la compleja relación que mantiene hoy con su país.

Aunque Djokovic sigue soñando con representar a Serbia en su adiós definitivo, el vínculo con su tierra natal se ha deteriorado profundamente tras el conflicto político que lo ha llevado a abandonar Belgrado y establecerse en Atenas junto a su familia.

Djokovic, tras ganar un partido en el Masters 1.000 de Shanghái. REUTERS

De héroe a repudiado

Todo comenzó con una tragedia. En noviembre de 2024, el derrumbe de una marquesina en la estación de trenes de Novi Sad causó la muerte de 16 personas.

El suceso encendió la chispa de una ola de protestas lideradas por estudiantes, que denunciaban corrupción y exigían elecciones anticipadas. Djokovic no tardó en pronunciarse a favor de los jóvenes manifestantes.

"Serbia tiene un potencial enorme, y su juventud educada es su mayor fortaleza. Con vosotros, Novak", escribió en redes sociales.

Meses después, al ver la magnitud de las protestas en Belgrado, publicó: "¡Histórico, magnífico!".

Estas declaraciones no cayeron bien en el gobierno del presidente Aleksandar Vucic. En cuestión de semanas, Djokovic pasó de ser el orgullo nacional a ser acusado de traidor por medios cercanos al poder.

Murales en su honor fueron vandalizados y el tabloide Informer lo acusó directamente de estar planeando huir a Grecia. Para el régimen serbio, su apoyo a las protestas cruzó una línea roja.

"Para Vucic y su personalidad narcisista es especialmente ofensivo que se sugiera que Djokovic podría postularse a presidente", explicó el analista Ivan Protic.

El mismo presidente que celebraba cada victoria suya como un triunfo nacional, pasó a señalarlo como una amenaza.

Atenas, su nuevo hogar

La presión mediática y política fue tal que Djokovic tomó una decisión radical: abandonar Serbia.

La familia se mudó a Glyfada, un barrio residencial en Atenas, donde el tenista busca dar un nuevo comienzo a su vida personal.

Sus hijos ya están escolarizados en un centro privado de élite, y él mismo ha solicitado el "Golden Visa" griego, que le garantiza residencia sin necesidad de estancia mínima anual.

Novak Djokovic, en una publicación en sus redes sociales

"Tenemos dos hijos pequeños y tratamos de encontrar el mejor entorno para ellos. Esa es nuestra prioridad", explicó en una entrevista al medio griego SDNA.

Aunque aseguró que no fue una decisión planificada con antelación, las múltiples reuniones con el primer ministro Kyriakos Mitsotakis reflejan un proceso bien pensado.

El exilio de Djokovic no se limita a lo personal. También trasladó el torneo ATP 250 de Belgrado -del que es propietario- a la capital griega.

A partir de noviembre de 2025, el evento se celebrará en el OAKA Basketball Arena, sede olímpica en Atenas 2004.

Oficialmente, el cambio se justificó por "razones comerciales", pero el trasfondo político es evidente: Serbia pierde su torneo más importante, y Grecia lo gana.

Su último objetivo

A pesar de todo, Djokovic no quiere renunciar a representar a Serbia. Tras conquistar la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de París 2024, venciendo a Carlos Alcaraz, se plantea repetir la hazaña en Los Ángeles.

"Ese fuego sigue dentro de mí", dijo sobre su amor por el tenis. Pero también admitió que su vida ha cambiado.

"El tenis ya no es la máxima prioridad. Quiero ser padre, esposo… compensar lo que sacrifiqué". Sabe que la nueva generación encabezada por Sinner y Alcaraz pisa fuerte, pero aún siente que puede competir.

Djokovic desea cerrar su carrera con un acto simbólico: defender la bandera de Serbia por última vez en un escenario global.

Aunque el país que le dio la gloria ahora le dé la espalda, él sigue abrazando su identidad serbia como parte esencial de su legado.

Los Juegos Olímpicos de 2028, entonces, no serían solo el broche final de una carrera legendaria. Serían también una reivindicación personal.

El momento en el que Novak Djokovic, lejos de casa pero fiel a sus principios, intente reconciliarse con su tierra desde la pista, empuñando por última vez la raqueta con el escudo serbio sobre el pecho.