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Wimbledon 2025 pasará a la historia no solo por sus resultados deportivos, sino por una decisión técnica sin precedentes que ha dividido al mundo del tenis.

La organización tomó la decisión de eliminar por completo a los jueces de línea humanos, una figura clave desde hace 148 años, reemplazada por un sistema de inteligencia artificial bautizado como Live Electronic Line Calling (ELC).

Aunque la promesa era ofrecer mayor precisión, los fallos del sistema y las críticas de jugadores, aficionados y expertos han reabierto el debate sobre el equilibrio entre tradición e innovación.

Polémica abierta

El ELC Live se concibió como una evolución del conocido Hawk-Eye, pero con una diferencia sustancial: funciona en tiempo real y sin intervención humana.

Ya no es necesaria una revisión solicitada por los jugadores, porque el sistema dicta automáticamente si una pelota es buena o mala en cada punto.

A nivel técnico, el sistema es una maravilla de la ingeniería: cámaras de alta velocidad -hasta 1.000 imágenes por segundo-, triangulación 3D, algoritmos de visión artificial y un margen de error declarado inferior a 3,6 milímetros.

Pero esa sofisticación no ha impedido que el sistema haya cometido varios errores garrafales que han provocado indignación en la afición y los jugadores.

El incidente más sonado se produjo en la cuarta ronda entre Anastasia Pavlyuchenkova y Sonay Kartal.

Con el marcador igualado a 4-4, Kartal ejecutó un revés claramente fuera, pero el sistema no cantó la bola. ¿La razón? El operador técnico había desactivado el sistema por accidente durante tres puntos.

El error de la IA en el Anastasia Pavlyuchenkova vs Sonay Kartal de Wimbledon

El juez de silla, Nico Helwerth, sin saber que el sistema estaba desactivado, ordenó repetir el punto. Pavlyuchenkova no se contuvo: "Me habéis robado el juego... me lo robaron".

La organización reconoció el fallo como un "error humano" y actualizó el software para que no pueda desactivarse manualmente durante los partidos.

En cuartos de final, Taylor Fritz también fue víctima del sistema. Durante el primer juego del cuarto set frente a Karen Khachanov, su servicio fue erróneamente cantado como "fault".

El motivo fue que el sistema no había detectado el inicio del punto porque un recogepelotas aún cruzaba la pista.

Fallo en el sistema de líneas en el Taylor Fritz vs Karen Khachanov

La jueza de silla Louise Azemar-Engzell tuvo que intervenir, repetir el punto y lidiar con los abucheos del público, entre los que se encontraban celebridades como Tom Holland y Jodie Foster.

Una situación insólita que dejó en evidencia las limitaciones de una tecnología que no entiende de contexto y aún tiene cosas por mejorar para evitar estos errores clamorosos.

Duras críticas

Emma Raducanu fue contundente al finalizar su partido: "Hubo una pelota que fue mala y la dieron por buena. Es decepcionante".

Carlos Alcaraz también se mostró escéptico: "No es la primera vez que pasa esto. No estoy seguro de algunas decisiones".

El británico Jack Draper fue más técnico: "Un par de bolas dejaron marcas de cal. Si hubieran sido malas, no habrían dejado rastro".

Un partido de Wimbledon entre Djokovic y Federer bajo la supervisión de los jueces de línea al fondo de la pista. REUTERS.

Y Yuan Yue apuntó incluso al aspecto auditivo del sistema: "La voz es muy baja. No puedo oírla bien".

En contraste, Novak Djokovic y Jannik Sinner defendieron el sistema. "Probablemente sea más preciso que un juez de línea", dijo Djokovic.

Sinner añadió: "Cuando los saques van a más de 200 km/h, la tecnología ayuda mucho". También Alex de Miñaur lo respaldó: "Es una máquina. Si no lo canta, la bola es buena".

El australiano Nick Kyrgios, fiel a su estilo, fue lapidario: "Ha sido un espectáculo de mierda. En casi todos los partidos ha habido algún problema".

Por su parte, Marin Cilic expresó una crítica más sentimental: "Los jueces de línea son parte de la familia del tenis. Se borra una familia entera".

Protestas en Londres

La decisión ha tenido consecuencias más allá de lo técnico. De más de 300 jueces de línea se ha pasado a solo 80 asistentes, muchos de ellos con funciones limitadas.

Esto ha generado protestas en las inmediaciones del All England Club, donde se pudieron ver pancartas como "No queremos que los robots sustituyan a las personas".

La pérdida de estos profesionales no solo es un golpe laboral, sino un quebranto de la identidad visual y emocional de Wimbledon, que durante casi siglo y medio ha mostrado una imagen icónica con sus uniformes blancos.

Djokovic se duele tras el resbalón sufrido en el partido ante Cobolli. Reuters

Wimbledon responde

La directora ejecutiva del All England Club, Sally Bolton, justificó la decisión: "Se trata de evolucionar el torneo y asegurar la llamada de línea más efectiva posible".

Aun así, la organización ha implementado ajustes urgentes tras los fallos más graves, incluyendo: impedimento de desactivación manual del sistema, revisión de protocolos operativos y disculpas formales a los jugadores afectados.

Pese a las críticas, el tenis profesional parece decidido a adoptar esta vía tecnológica sin marcha atrás. La ATP ha decretado que todos los torneos usarán ELC Live desde 2025, y tanto el US Open como el Australian Open ya lo emplean al 100%.

Roland Garros es el único Grand Slam que conserva jueces de línea, aunque planea eliminarlos a partir 2026, una decisión que veremos si genera la misma polémica que ha tenido en esta edición de Wimbledon.

Tradición vs. innovación

Lo que Wimbledon ha revelado este año es que la precisión tecnológica no es suficiente para sustituir completamente la sensibilidad humana.

Las decisiones arbitrales no solo son cuestiones de milímetros, sino también de contexto, percepción y confianza del público. La eliminación de los jueces de línea ha despojado al torneo de una parte esencial de su alma.

Aunque el ELC Live mejora cada año, el clamor popular por el regreso de los jueces humanos no se debe solo a la nostalgia: se debe a una necesidad real de recuperar la credibilidad y el vínculo emocional con el deporte.

Wimbledon, como símbolo de tradición, deberá reconsiderar si el futuro del tenis puede construirse únicamente con cables, sensores y algoritmos, o si la experiencia humana aún tiene un lugar en la pista.