París

Rafael Nadal está cojo. Hace unos minutos que el español ha caído en los octavos de final del Masters 1000 de Roma ante Denis Shapovalov, tieso como un palo, y a su llegada a la sala de prensa del Foro Itálico apenas puede subir un par de escalones ni caminar con normalidad. Es el último latigazo de la enfermedad de Müller-Weiss, una displasia del escafoides tarsiano que sufre desde 2005 en su pie izquierdo, y que se ha vuelto imposible tras la pandemia de la covid-19.

A pocos días de Roland Garros, el torneo más importante de la temporada para el español, también es un motivo de preocupación enorme que se agrava cuando el jugador desnuda sus pensamientos sentado ante un reducido puñado de periodistas. "Vivo con montones de antiinflamatorios diarios para darme opciones de poder entrenar y aún así hay muchos días que no se puede. Si no tomo antiinflamatorios, voy cojo", explicó el balear.

"Habrá un momento dado en el que mi cabecita me dirá basta. El dolor te quita la felicidad. Me gusta mucho lo que hago, pero vivir cojo es duro de aceptar", prosiguió. "Ahora mismo mi cabeza sigue preparada para tolerar la situación y sigo creyendo que voy a tener mis opciones dentro de una semana y media. Estar acompañado de mi médico en París me ayudará a hacer cosas que permitan competir".

Rafa Nadal coloca sus botellas. REUTERS

Nadal vuela a la capital de Francia el 18 de mayo, menos de una semana después de caer en Roma. Cuando se monta en el avión, con una preparación bajo mínimos, el español ya ha activado un plan extremo para poder aspirar al título, aunque sea de manera remota: jugar con el pie dormido. Aconsejado por el doctor Ángel Ruiz Cotorro, su médico de toda la vida, el tenista recibe dos inyecciones a distancia en los nervios de esa extremidad antes de cada partido que hacen desaparecer la sensibilidad y, lógicamente, el dolor. 

"La única cosa que se podía hacer para darme una opción de competir con alguna posibilidad era dormir el pie", confesó Nadal el domingo tras conquistar su decimocuarta Copa de los Mosqueteros, venciendo a Casper Ruud en la final. "Hemos hecho un bloqueo a distancia con inyecciones de anestesia en los nervios sensitivos del pie. He estado jugando sin dolor, pero sin sensaciones ni sensibilidad". 

Momento crítico

La madrugada del jueves 26 de mayo, después de imponerse al francés Moutet en la segunda ronda de Roland Garros, Nadal vive su momento más delicado en el torneo porque no puede caminar. El dolor es insoportable. El miedo rodea al tenista. Después de arriesgarse a jugar sin sentir el pie, con todo lo que eso conlleva durante los partidos (apoyos, carreras, sensaciones...), un pensamiento fugaz cruza la cabeza del mallorquín: quizás todo el sacrificio no ha servido de nada.  

Pero es solo un mal día que pronto queda atrás, permitiendo al jugador competir sin preocuparse de nada más. "No hay que hacer ninguna heroicidad de algo que no es", avisó Nadal.

"Yo no he jugado con dolor en el pie. El problema es aislarte mentalmente de todos esos problemas, pero he jugado con condiciones buenas, y ha sido un torneo de nivel alto", continuó. "Ha ido de menos a más. Al principio no era un favorito claro a la victoria, pero eso no quiere decir que 8 o 9 días después no pudiese serlo. Estoy muy feliz por ello".

[Más información: Nadal quiere seguir ganando: radiofrecuencia pulsátil o quirófano para curarse el pie izquierdo]

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