París (enviado especial)

Los 5000 espectadores que poblaron las gradas de la Philippe Chatrier el miércoles tuvieron que frotarse los ojos un par de veces cuando vieron a Diego Schwartzman ganarle un set a Rafael Nadal, rompiendo así la fantástica racha que llevaba el español en Roland Garros (36 parciales sumados de manera consecutiva, desde la final de 2019 ante Dominic Thiem). El argentino, inteligentísimo, bravo y decidido, disfrutó de una hora de dominio ante el campeón de 20 grandes, pero terminó eliminado por una razón muy sencilla: para acabar con Nadal en París hace falta algo más. Cuando peor lo tenía, cuando más preocupación había en su banquillo, el balear ganó nueve juegos seguidos (desde el 3-4 de la tercera manga hasta el final) y avanzó 6-3, 4-6, 6-3, 6-0 en 2h45m. El viernes, el campeón de 20 grandes se medirá Novak Djokovic (6-3, 6-2, 6-7, 7-5 a Matteo Berrettini)por una plaza en la final. [Narración y estadísticas]

“Ha habido momentos en el segundo set en los que estaba golpeando corto, con un gesto demasiado brusco”, explicó luego Nadal. “Eso hacía que mi bola no tuviera la longitud que necesito para jugar ante un rival del máximo nivel como Diego”, añadió el mallorquín. “Mi objetivo era calmarme y recuperar mis mejores golpes. He salido a la pista con 3-4 y viento en contra, en una situación de presión. He tenido una determinación clara y dado ese salto cuando más lo necesitaba. Desde ahí hasta el final he jugado un gran nivel de tenis, quizás mi mejor nivel en todo el torneo. Y eso es una gran noticia”.

Coincidiendo con la relajación de las medidas sanitarias vigentes en Francia para combatir la pandemia de la covid-19, el gobierno permitió la entrada a la pista central del torneo de 4000 aficionados más que en los días anteriores, haciendo un total de 5000. De esas miles de butacas nació la chispa que encendió una atmósfera grandiosa, al fin cierta normalidad tras muchos partidos disputados en estadios mudos. 

Los 28 grados de París, bañada a las cuatro de la tarde por un sol veraniego, originaron unas condiciones de juego secas, las favoritas de Nadal porque el bote de la pelota es mayor y eso multiplica el daño de sus tiros liftados. El Peque, el tenista más bajo del top-100 (1,68m), se enfrentó a una lluvia de meteoritos que contrarrestó como pudo: lo intentó cogiendo impulso con las piernas antes de golpear, dando un saltito para ganar altura y hasta retrasando y adelantando su posición sobre la línea de fondo. 

Históricamente, y pese a haber dominado con bastante holgura su rivalidad con Schwartzman (10-1 en el cara a cara, 2-0 en Roland Garros), Nadal se ha sentido incómodo en muchos de los partidos anteriores con el argentino, inquieto y alarmado, a veces hasta agobiado por el ritmo de crucero que suele imprimir su contrario. Eso, exactamente, fue lo que volvió a ocurrir durante el cruce de cuartos. 

Nadal, celebrando un punto en el partido ante Schwartzman. Gonzalo Fuentes Reuters

Después de que el mallorquín ganase la primera manga a tirones (con tres roturas de saque seguidas, de las que dos cayeron de su lado), el argentino se colocó 3-0 en la segunda apostando por ir al límite, atacando a tumba abierta. Moviéndose como un demonio, eléctrico en cada punto, Schwartzman perdió la ventaja (3-3) y cuando el set siguió avanzando sacó el puño y buscó el apoyo de los aficionados. Ayudadme, que yo solo no puedo con él. Echadme una mano o va a ser imposible. Venga, quiero escuchar vuestros rugidos. 

La gente, por supuesto, respondió como el aspirante buscaba. 

“¡Diego, Diego, Diego!”, gritó el público entre aplausos mientras Schwartzman disfrutaba del desafío en los momentos importantes de la segunda manga. Para romper la racha de 36 sets seguidos ganados por Nadal en Roland Garros, el argentino se lanzó a conquistar las líneas e incluso se atrevió a tirarse a la red para rematar los peloteos en esa zona decisiva de la pista. 

Abrochado el segundo set, Schwartzman se soltó y el partido entró en su mejor fase. A lo largo del tercer parcial, los dos rivales construyeron un puñado de intercambios de cinco estrellas que el argentino aprovechó mejor que su oponente, exhibiendo músculo y proclamando su candidatura a todo. Entonces, el partido se terminó.

Sacando para poner el 4-4, Nadal dio un paso al frente y ganó ese juego escupiendo ganadores, uno tras otro, nada que objetar. Así le rompió el servicio a Schwartzman (5-4), así cerró el set y también la victoria a lomos de un 9-0 de parcial con el que despidió al argentino y se plantó en semifinales. Sin duda, su mejor tramo en todo el torneo y un aviso antes de la penúltima ronda que el viernes jugará ante Djokovic.