“Ya os dije que iba a buscar una solución, y parece que ha dado resultado”.

El viernes, Rafael Nadal no entrenó y pasó tres horas en un hospital de Melbourne haciéndose pruebas que derivaron en una decisión trascendental: los médicos decidieron someterle a una infiltración entre las vértebras de la zona baja de su espalda, inyectándole anestésico y antiinflamatorio. Con ese tratamiento agresivo, el campeón de 20 grandes lo apostó todo para solucionar la “rigidez en la espalda baja” que sintió por primera vez en Adelaida hace más de dos semanas, y que luego le impidió jugar la ATP Cup y condicionó su preparación para el Abierto de Australia, poniendo en grave peligro sus aspiraciones al título.

Al pasar a octavos un día después de infiltrarse, Nadal celebró lo que llevaba días esperando: una mejoría que quizás le permita llegar a tiempo para intentar asaltar la copa.

“Al no saber exactamente ni la lesión que tiene Rafa, ni el abordaje que le han realizado, hablamos de generalidades”, explicó Blanca Bernal, fisioterapeuta de Bianca Andreescu y directora de Mobility Clinic. “Generalmente, este tipo de infiltraciones intervertebrales se emplean para incidir sobre la raíz nerviosa, realizándose bajo control radiológico para que la técnica sea lo más segura posible y se realice exactamente sobre el tejido diana”, prosiguió. “La lesión que sufre Nadal puede tratarse de una lumbalgia mecánica por espasmo o disfunción de algún músculo, y el tratamiento que le han realizado a través de la infiltración del nervio nos ayudaría a relajarlo; o podemos esta hablando de un dolor radicular, de origen más articular o nervioso, sin tanta influencia muscular, donde la infiltración actuaría directamente sobre el foco del problema”.

Nadal, durante un partido en el Abierto de Australia. Dave Hunt EFE/EPA

Después de cambiar su saque para protegerse del dolor, utilizando un servicio más cortado que plano con el objetivo de evitar una sobrecarga en esa zona de la espalda, Nadal volvió a su saque de los últimos años en el partido ante Norrie, aumentando la velocidad (179 kilómetros por hora con el primer saque y 152 con el segundo) con respecto a las rondas anteriores. Fue la señal inequívoca de que el dolor había desaparecido y una invitación a dar un paso al frente. 

“Ahora tengo que recuperar mi físico y mi tenis”, se arrancó el mallorquín tras la victoria. “Me queda poco tiempo, pero es verdad que venía con una gran preparación antes de este contratiempo. Hay que mantener la esperanza de que esto se pueda mejorar de una manera rápida. Llevo muchos días con problemas y no he podido hacer las cosas como necesito para preparar bien un Grand Slam”, añadió. “Ahora es el momento de hacer un esfuerzo. Mañana [el domingo] es un día para entrenar un poco más de lo que lo haría en una situación normal. Si me levanto bien de la espalda, ese va a ser el objetivo: subir el nivel de carga y esfuerzo, mucho más de lo que haría en un día normal entre partidos de un Grand Slam”, remarcó. “Es la hora de trabajar.  Hay que arriesgar un poco en eso e intentar estar con la actitud al 100%. Eso no puede fallar. Ahora mismo la espalda está mejor y tengo que tener todos los sentidos puestos en intentar estar lo mejor preparado posible”.

El domingo, durante más de una hora y media, Nadal se entrenó con Francis Roig, uno de sus entrenadores. Fue una sesión atípica antes de los octavos en un grande. Obligado por las circunstancias, el número dos se dio una buena paliza con la idea de llegar lo más listo posible al encuentro ante Fabio Fognini (12-4 en el cara a cara), un encuentro de la máxima exigencia.

“Aunque va mejorando la espalda, lo que necesitamos es que recupere las piernas”, explicó el técnico del número dos mundial. “Hay que buscar el equilibrio entre no forzar mucho e intentar coger más ritmo. La espalda va mejor, pero mañana va a ser duro contra Fognini”, avisó Roig. “Es importante que esté recuperado y bien”. 

Nadal y Francis Roig durante un entrenamiento en Melbourne Park. Jason O'Brien EFE/EPA

“Necesito recuperar un poco la actividad de piernas que me está haciendo falta, más dinamismo”, le siguió Nadal. “Es algo que entra totalmente dentro de la lógica y soy consciente de ello. Llevo días haciendo una preparación bajo mínimos. Hay que aceptar que uno no va a estar perfecto. Desde esa imperfección, tengo que buscar la solución para arreglarlo. Y voy a seguir trabajando. Mi objetivo sigue vivo y quiero pelear para lo que viene”.

Esto es lo que ha ocurrido en Melbourne. Nadal ganó tiempo superando sus dos primeros encuentros en el torneo ante Laslo Djere y Michael Mmoh, sin hacer grandes esfuerzos y bastándole con lo que tuvo. Viendo que seguía adelante, y que se acercaba la segunda semana de competición, el español decidió apostar por un tratamiento (infiltración) que le diese la oportunidad de liberarse del lastre del dolor. Eso es exactamente lo que ha conseguido, pero ahora le toca lo más díficil: volver a su nivel para ganar a Fognini y alcanzar los cuartos.