La pandemia de la covid-19 me ha impedido acudir en este 2020 a Roland Garros como cada año, pero eso no me impidió disfrutar de la maravillosa victoria de Rafa Nadal en la final de este domingo frente a Novak Djokovic que le valió su decimotercera Copa de los Mosqueteros, así como empatar el récord de 20 torneos del Grand Slam de Roger Federer.

Es cierto que eché de menos estar en mi asiento de la pista Philippe Chatrier, pero esta vez me emocioné en la distancia con el triunfo de Rafa. Dominante prácticamente de principio a fin, una vez más volvió a demostrarnos que es capaz de elevar su nivel de exigencia como el verdadero campeón que es para conquistar otro título más en París.

Desplegando un planteamiento perfecto, Nadal consiguió mantener bajo control a Djokovic desde el inicio con un tenis de muchísima calidad. Eso le valió una victoria que es todavía más especial aún si cabe: ya tiene los mismos trofeos grandes que Federer.

Por mucho que consiga, mi pensamiento no cambiará. Nadal es un ejemplo para todas las generaciones venideras por sus victorias, pero sobre todo por tener en su ADN tres principios tan básicos como envidiables: humildad, coraje y disciplina. 

Una suerte para todos nosotros seguir disfrutando de un deportista como él.