París (enviado especial)

¿Es posible jugar 13 finales de Roland Garros? Sí, es posible. El viernes, Rafael Nadal alcanzó esa marca estratosférica al ganar a Diego Schwartzman (6-3, 6-3, 7-6) y se clasificó para jugar el partido decisivo contra Novak Djokovic, que superó 6-3, 6-2, 5-7, 4-6, 6-1 a Stefanos Tsitsipas en la otra semifinal. El domingo, el español asaltará la posibilidad de ganar otra Copa de los Mosqueteros (tiene 12) para empatar los 20 grandes de Roger Federer con los deberes hechos: ante el argentino, que llegaba lanzado después de ganarle en Roma hace unos días, el español jugó su mejor partido del torneo. Es lo de siempre. A mayor exigencia, mejor Nadal. [Narración y estadísticas]

“Hemos salido con un plan y he jugado el partido adecuado a nivel táctico”, celebró Nadal. “He jugado sólido y con determinación”, prosiguió. “Estoy en una final y no he perdido un set. Claro que ha habido otros años que me sentía más seguro o tenía mejores sensaciones de juego”, prosiguió. “La semifinal ha sido mi mejor partido sin ninguna duda. Es un sueño estar en otra final de Roland Garros y más en un año tan complicado como el que llevamos”.

14 minutos necesitó el mallorquín para llevarse el primer juego del partido, salvando las dos bolas de break que se procuró Schwartzman, y más de una hora (1h04m) para hacerse con la primera manga del encuentro, peleado desde las entrañas por dos especialistas del juego en tierra batida, ambos criados en la superficie más lenta del circuito. Que Nadal emplease casi tres cuartos de hora para ponerse 4-1 refleja con claridad la pelea que los dos libraron en cada punto, una batalla titánica que perdió fuerza al dejar atrás ese primer parcial. 

Por momentos, Schwartzman fue el peor enemigo de Schwartzman. Con la confianza de haber tumbado a Dominic Thiem en cuartos, uno de los grandes favoritos para conquistar el torneo, el argentino salió a jugar ante Nadal convencido de que podía conseguir la victoria. Esos pensamientos, tan importantes en un encuentro así, le provocaron una ansiedad que le costó gestionar, y que sobre la pista se tradujo en una buena cifra de errores no forzados que le condenaron cuando entró al cuerpo a cuerpo con el mallorquín.

El nivel de Nadal creció según avanzó el cruce. El jugador luchador que comenzó la tarde apretando los dientes ganó armas durante el primer set y las desplegó para resolver el desafío que le planteó Schwartzman. Eligiendo el camino de la agresividad, el español mostró una buena versión de su drive, recupero el revés cruzado, haciéndole mucho daño al argentino cada vez que abrió la pista por ese costado.

“¡Nadal eres el mejor!”, gritó varias veces un niño en la despoblada grada de la Philippe Chatrier mientras el español lograba abrir ventaja en dos ocasiones en el tercer parcial (para 3-1 y 4-2) y perdía las dos (2-3 y 3-4) a manos de un rival que se fue de la pista intentándolo hasta el final. Tras poner el 5-5 en el marcador, Schwartzman se procuró tres pelotas de rotura que el mallorquín salvó con uñas y dientes para evitar una situación muy peligrosa (dejar a su rival sacando para ganar el tercer set) y aterrizó en el tie-break con una convicción a prueba de bombas.

Del desempate salió Nadal finalista sin perder ningún punto tras confirmar lo que era fácil de adivinar: que llega al último encuentro listo para conseguir su decimotercer título en Roland Garros.