El cruce entre campeonas solo tuvo una dueña, Garbiñe Muguruza. En su estreno en el torneo de Roma, la española venció 6-3, 6-3 a Sloane Stephens en una primera ronda envenenada, tremendamente complicada para ambas, y dejó claro lo que ya se sabía: a mayor dificultad del partido, mayor rendimiento suyo; mientras mejor es la rival, mejor es la versión de la campeona de dos grandes. Así, Garbiñe se vengó de la estadounidense tras caer el año pasado en los octavos de final de Roland Garros, su último partido sobre tierra batida antes de volver a pisar la superficie en el Foro Itálico este martes, y se citó en segunda ronda con la jovencísima Cori Gauff (16 años), vencedora 6-3, 6-4 de Ons Jabeur.

“La verdad es que era una primera ronda muy difícil”, reconoció Muguruza, que terminó con un 72% de primeros saques y 22 golpes ganadores, por 16 errores no forzados. “Me he visto jugando bien, he estado acertada contra ella. He conseguido estar bastante sólida. Ella es una gran jugadora, también en tierra batida”, añadió sobre su rival. “Así que estoy contenta con mi actuación, ya que es solo el tercer partido que puedo jugar en mucho tiempo”.

En uno de los choques más destacados de la primera ronda, consecuencia de enfrentar a dos ganadoras de Grand Slam (Muguruza en Roland Garros 2016 y Wimbledon 2017, Stephens en el US Open 2017), Garbiñe destacó por exhibir un tenis imperial. En 51 minutos, la española ganaba 5-1, pero tuvo que luchar con uñas y dientes para hacerse con el primer set del encuentro. Un break de Stephens metió a la estadounidense en el partido, pasando de estar 1-5 a 3-5 y cuatro pelotas de rotura que habrían devuelvo la igualdad al duelo después de un arranque muy descompensado. Sabiendo sufrir pese a los arrones de Stephens, la número 17 mundial le echó el lazo al primer parcial.

Entonces, el partido se detuvo durante más de una hora como consecuencia de la lluvia, mandando a las tenistas al vestuario. Nada cambió en ese tiempo: Muguruza siguió jugando igual al regresar, sin darle tregua a Stephens.

Garbiñe abrió el segundo set con un break que confirmó enseguida (2-0), y supo cómo gestionar esa renta para celebrar la victoria. Más asentada sobre la pista que en el US Open, donde cayó eliminada ante la búlgara Pironkova en la segunda ronda, Muguruza avanzó en su primer encuentro en tierra en más de un año. La superficie, en la que la Garbiñe se mueve como pez en el agua pese a practicar un juego bastante alejado del arquetipo español, le ofrece la ocasión de reengancharse a las extraordinarias sensaciones de los primeros meses de la temporada.

Eso sería buenísimas noticias: recuperando vertiente más regular y determinante, retazos de la vieja tenista que llegó a la cima en 2017, Muguruza jugó la final del Abierto de Australia el pasado mes de enero. El objetivo, claro, es seguir por ese camino en todo lo que le viene por delante.