Melbourne (enviado especial)

Hace un par de días, Rafael Nadal se marchó con el gesto torcido de la Rod Laver Arena tras ganar su partido de segunda ronda del Abiertode Australia a Federico Delbonis por dos motivos bien relacionados: el primero, la necesidad de subir su nivel para poder aspirar a cosas importantes en el torneo; el segundo, la incapacidad de llevar a la competición su versión de los entrenamientos, más reconocible que la del tenista que superó sin brillo las dos primeras rondas en Melbourne. Este sábado, el número uno del mundo se volvió al hotel algo más tranquilo porque se prometió mejorar, y eso fue exactamente lo que hizo. El 6-1, 6-2 y 6-4 con el que abrumó a Pablo Carreño para alcanzar los octavos de final así lo demuestra.

"Es mi mejor partido del torneo sin ninguna duda", le dijo a Nadal a John McEnroe. "He ido mejorando cada día poco a poco, pero lo siento por Pablo porque es muy buen amigo", prosiguió el español. "Mi preparación ha sido diferente a la de otros años, aunque mi objetivo ha sido el mismo: llegar en la mejor forma posible aquí".

Un arranque imponente de Nadal desmanteló toda la fe con la que Carreño salió del vestuario. El campeón de 19 grandes colocó un 3-0 de salida que rompió la idea con la que su rival pretendía asaltar el encuentro. El gijonés, claro, preparó el cruce pensando en cómo sacar a Nadal de su zona de confort, y eso es algo que solo se consigue apostando por lanzarse al ataque, por muchos riesgos que la táctica arrastre.

En el primer día de verano auténtico desde que empezó el torneo, casi 30 grados a la hora del partido, Carreño no cumplió con la promesa de explorar sus límites para apretar el duelo con el mejor jugador del planeta. Nadal jugó muy bien, de largo su mejor partido de 2020, pero el gijonés le dio muchas facilidades para que lo hiciese, con un planteamiento inocente, demasiado blandito, cosquillitas para el número uno. Intentar ganarle al mallorquín peloteando, a ritmo, es algo que solo puede hacer Novak Djokovic, y algunas veces ni tan siquiera el serbio.

En 56 minutos, menos de un hora, Nadal se había llevado los dos primeros parciales cediendo solo tres juegos, todo un espectáculo. Si ante Hugo Dellien y Delbonis el español no se soltó hasta el tercer set, jugando a tirones, con el freno de mano puesto, frente a Carreño enseñó cosas suficientes como para pensar que puede luchar por el título si consigue darle continuidad a esa explosión de juego que desplegó para llevarse por delante al número 30 del mundo.

Así, Nadal levantó los brazos con una sonrisa de oreja de oreja. Hoy sí, el número uno tiene motivos porque su tenis (nueve saques directos, ninguna bola de break enfrentada, 42 ganadores y solo siete errores no forzados) ya está a la altura del desafío que tiene por delante: igualar los 20 grandes de Roger Federer.

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