Ahora sí, la sexta Ensaladera está a tiro. Ha costado mucho, un esfuerzo titánico durante una semana, pero España jugará la final de la Copa Davis (la décima, primera desde 2012) ante Canadá tras remontar a Gran Bretaña (2-1) el sábado por la noche en otro día complicado y emocionante. De nuevo en el cruce decisivo, Rafael Nadal y Feliciano López vencieron a Jamie Murray y Neal Skupski, salvando cuatro bolas de set (una con 5-6, y otras tres en el tie-break) en un encuentro competido con más corazón que tenis, pero suficiente porque con eso, si es mucho, a veces basta. Lo de Feliciano fue impresionante en una noche para valientes; lo de Nadal, en cualquier caso, es de otro mundo: el número uno ha disputado siete partidos en lo que va de torneo (cuatro individuales y tres dobles) y los ha ganado todos en una exhibición de poder y compromiso como pocas se recuerdan. Este es un mensaje sin medianías, bien directo: aquí estoy yo para echarme el país a los hombros, y estad tranquilos porque puedo sostenerlo. [Narración y estadísticas]

De entrada, una sorpresa que nadie esperaba: Nadal formó pareja con Feliciano en lugar de con Marcel Granollers, su compañero de los dos últimos dobles (ante Croacia y Argentina, ambos ganados) y el compañero con el que se había preparado a conciencia durante los días previos al estreno de la selección en el torneo. El cambio, obligado por los problemas físicos del catalán, puso a España ante un buen desafío porque Nadal y López nunca han terminado de entenderse en la pista (16 encuentros juntos, solo una vez en la Davis, y con derrota ante Italia en 2005), con la complicidad que exige esta modalidad para tener éxito. 

Que Nadal y López se juntasen provocó varias cosas, pero la más importante fue el cambio de posición en la pista del mallorquín. Al unirse a otro zurdo, el número uno abandonó la zona del deuce (a la derecha) que había estado ocupando estos días con Granollers y se movió a la de la ventaja (a la izquierda). Con esa decisión, Nadal ganó la responsabilidad de disputar las ventajas al resto, la mayoría de los puntos importantes, pero perdió la opción de golpear con su derecha las pelotas del centro, que fueron todas para Feliciano.

“La ventaja de no jugar muchos dobles es que no tienes muchos automatismos cogidos de jugar en el deuce o la ventaja”, dijo luego Nadal. “Quizás es un poco más cómodo para mí el deuce porque tengo el drive en medio, pero no tengo ningún problema en lo otro”, prosiguió el balear. “Hemos hecho un partido sólido, sobre todo al saque. No les hemos roto el servicio, pero ellos tampoco, y eso en esta pista es vital porque te da la oportunidad de llevar el partido al desempate”, añadió. “Ahí se juega todo de una manera especial porque cada punto vale mucho, y entran en juego otros factores como los nervios o de estar acertados. Estamos muy felices”.

Esa renuncia del mallorquín a atacar con su drive, el golpe más importante de su carrera, tuvo un sentido bien claro: Nadal prefirió confiar en su revés, el tiro con el que le pegó a las bolas que fueron cruzadas, para que si llegaban momentos decisivos, como los dos desempates que decidieron la batalla, el inicio del punto desde el resto corriese a su cargo. 

“¡Este partido lo vamos a ganar!”, cantó la grada mientras los españoles intentaban coordinarse en las primeras jugadas del partido, hablándose mucho y animándose más para tapar los agujeros de una pareja de emergencias. Ante ese panorama, y haciendo su encuentro sin inmutarse, Murray y Skupski fueron abriendo trincheras, con el primero cruzándose en la red con una soltura increíble y el segundo aguantando de todo a su lado, hasta que se procuraron la primera pelota de break del duelo (con 5-5).

Entonces, los españoles se enfrentaron a una situación crítica.

Nadal y López salvaron esa bola que les dejaba con el set prácticamente perdido y recibieron como premio la misma confianza que aparece tras sobrevivir a una pelea callejera llevando solo un cuchillo de plástico. En consecuencia, ambos afrontaron el tie-break de la primera manga con una decisión que arrasó el tenis compacto de los británicos, y la Caja Mágica explotó al ver a la selección tan cerca de la final.

Sucedió que ni Murray ni Skupski sacaron bandera blanca, todo lo contrario. Primero, los británicos se procuraron una bola de break con 2-2. Luego, acecharon al resto (algún 30-30) subrayando que seguían ahí presentes. Después, llegaron hasta una bola de set (con 6-5) que Nadal salvó con una derecha paralela fulgurante. Finalmente, dispusieron de otras tres bolas que habrían forzado la manga decisiva (la primera abortada con un servicio de López, la segunda con una defensa alucinante de Nadal y la tercera en otro punto loco) y celebraron una victoria taquicárdica. 

El domingo, La Armada tiene otra cita con la historia.