“¡López! López! ¡López!”. Los gritos de apoyo de la pista Louis Armstrong hacia Feliciano López contrastan con los abucheos que se lleva Daniil Medvedev. Ocurre el viernes mientras español y ruso se juegan el pase a los octavos de final del Abierto de los Estados Unidos, que alcanza el número cinco mundial (7-6, 4-6, 7-6 y 6-4 en 3h22m) después de un encuentro espectacular, sobresaliente el nivel de ambos oponentes, que pasa desapercibido por el cruce de cables del ganador, único responsable de todo lo que ocurre en una noche salvaje.

El partido arranca caliente, competido de tú a tú, pero muy pronto se convierte en un horno. Es Medvedev quien desata las hostilidades: primero, el ruso le quita la toalla de las manos a un recogepelotas con muy malas formas, feísimo el gesto, recibiendo un castigo por violar el código de conducta antideportiva y la desaprobación de los aficionados; después, tira la raqueta contra su banquillo, poseído por la ira y fuera de control; finalmente, Medvedev le hace una peineta a la grada, escondiéndola al colocarse el dedo en el lateral de la cara, bien pegado a la oreja, pero la televisión caza el momento, que inmediatamente aparece repetido en los marcadores del estadio.

Entonces, comienza la guerra.

López, que ha visto el corte de manga, le pide Damien Dumusois, el juez de silla del cruce, que castigue de nuevo al ruso, que eso no puede permitirse, que cosas así son intolerables. Y el árbitro, que también sabe lo que ha hecho el número cinco, no tiene margen de reacción porque el reglamento dice que debe haber identificado la infracción en directo, por sí mismo, y no a través de una pantalla.

A partir de ese momento, la grada toma parte y se posiciona junto al español sin ocultarlo. En cada turno de saque de Medvedev, cada vez que el ruso va a poner la pelota en juego, le cae encima una lluvia de pitos ensordecedora. La gente, claro, no olvida su falta de respeto y contraataca protestando con silbidos, intentando arrebatarle así la concentración al jugador, que sigue adelante sin que nada le afecta, haciéndose impermeable a los factores externos, levantada la barrera contra las emociones. Es un encuentro del Abierto de los Estados Unidos, el último Grand Slam de la temporada, pero podría ser un España-Rusia de la Copa Davis en Madrid, y nadie notaría la diferencia.

En ese ambiente bronco, López juega uno de sus mejores partidos del año. Fiel a su estilo agresivo, el español gana el 71% de los puntos que juega en la red, una barbaridad porque sube 85 veces (60 de ellas sale victorioso). De volea en volea, cazando pelotas imposibles con estiradas prodigiosas, Feliciano se fabrica buenas opciones para hacerse con el partido: tiene 5-3 y saque en el primer parcial, se lleva el segundo y se fabrica un punto de set en el tie-break del tercero (6-5 y servicio). López cae por una razón: Medvedev, el tenista con más victorias de 2019 (47), campeón hace unos días en el Masters 1000 de Cincinnati, está en estado de gracia. En consecuencia, el ruso encara los momentos importantes con una claridad imparable.

Así se despide un brillante López de Nueva York. A los 37 años, el español tiene motivos para estar orgulloso: no solo ha cambiado la dinámica ganando su segundo título en Queen’s, es que ahora le ha dado continuidad al triunfo sobre la hierba londinense con una actuación notable en el último gran escenario, demostrando que tiene cosas que decir en el último tramo de su carrera.

Mientras la pista dice adiós a Feliciano, merecidos los aplausos que se lleva, los espectadores que se quedan hasta el final asisten a un troleo inesperado y surrealista que lleva la firma de un tenista increíble con una actitud discutible.

“Gracias a todos porque vuestra energía me ha dado esta noche la victoria”, dice el ganador cuando la victoria ya es suya, levantando los dos brazos para agitar al gentío. “Sin vosotros aquí, seguramente habría perdido el partido porque estaba muy cansado, y con calambres de ayer. Ha sido muy duro para mí jugar esta noche”, añade. “Así que cuando os vayáis a dormir no olvidéis que he ganado gracias a vosotros. Lo único que puedo decir es que la energía que me estáis dando sería suficiente para mis próximos cinco partidos. Cuanto más hagáis esto, más veces ganaré. Por vosotros. Gracias”.