Desde hoy, Rafael Nadal es el jugador con más victorias en la historia de los Masters 1000. Este jueves, el español se deshizo de Guido Pella en los octavos de final de Montreal (6-3 y 6-4) y sumó su triunfo número 379 en torneos de la categoría, superando por uno a Roger Federer (378) para quedarse como líder en solitario de una clasificación que no es cualquier cosa. Si los cuatro grandes marcaron en el pasado la carrera por quedarse con el sillón de la eternidad, hace tiempo que los Masters 1000 entraron en la ecuación que proclamará al mejor de todos los tiempos.

“Ha sido un día duro por el viento, pero estamos acostumbrados a jugar así y cuando estamos al aire libre esto también forma parte del juego”, dijo Nadal, que se enfrentó a una jornada de perros, con tremendas ráfagas de aire barriendo de lado a lado la pista. “Por supuesto, es mejor jugar sin este tipo de viento, pero al mismo tiempo es interesante competir en condiciones difíciles porque el jugador que tiene diferentes opciones de juego cuenta con mejores posibilidades de sobrevivir a este tipo de días”, prosiguió el balear, al que espera Fabio Fognini (6-2 y 7-5 al francés Mannarino) por el pase a semifinales. “Se trata de adaptarse y estar concentrado mentalmente. Prefiero jugar sin estas condiciones, pero de alguna manera también lo disfruto”.

Nadal atacó el partido con una decisión impresionante, y esa actitud tuvo muchísimo valor por las complicadas condiciones de la tarde. Al notable arranque de balear (2-0) le siguió un tramo muy peleado ante una combativa versión de Pella, que ofreció un buen tenis para buscarle las cosquillas a su rival, y que terminó maldiciendo a los cuatro vientos (“¡estos jueces de línea son un desastre!”, le dijo al árbitro cuando se sentó con 2-5 en el primer parcial después una decisión que no compartió. “Tres partidos y en todos un desastre”). El argentino, impulsado desde que llegó a sus primeros cuartos de un Grand Slam en Wimbledon, compitió siempre enrabiado, como si creyese ciegamente en imponerse al número dos, como si estuviese muy seguro de ser el candidato a jugar los cuartos.

A la incomodidad de enfrentarse a un zurdo, obligado a reajustar casi todas las piezas clave de su esquema, Nadal tuvo que sumarle los impredecibles remolinos de viento, toda una prueba mental. Ni aún así, ni en mitad del vendaval, perdió el español un poquito de la agresividad que ya había exhibido el día anterior en la victoria ante Daniel Evans. Al revés: el español le imprimió veneno a la pelota (24 ganadores), aunque acabase con más errores no forzados (26), lo normal en un jueves feo, desapacible, imposible por momentos.

Con Nadal dominando, Pella necesitó más de una hora (1h12m) para fabricarse sus primeras bolas de break del partido. Fueron tres, que llegaron de una en una. Ocurrió cuando Nadal ganaba 6-3, 3-2 y saque, con el partido controlado de arriba a abajo. El español salvó las dos primeras, pero concedió una tercera cometiendo una extraña doble falta y al punto siguiente entregó su saque (3-3). Lo que ocurrió después desquició al argentino, aunque posiblemente podía imaginárselo: el campeón de 18 grandes le devolvió el break (4-3) y conquistó el triunfo sin problemas.

El viernes, Fognini exigirá un planteamiento muy diferente en un partido totalmente distinto.