París (enviado especial)

Este ya no es un partido entre niños, este es un partido entre hombres, pero el final sigue siendo el mismo de toda la vida. Como hace 13 años, cuando se cruzaron por primera vez en Roland Garros, y como en el resto de los partidos que han jugado, Rafael Nadal le ganó este sábado a Richard Gasquet (6-3, 6-2 y 6-2) y se clasificó para disputar los octavos de final el próximo lunes contra el sorprendente Maximilian Marterer, vencedor 6-2, 6-1 y 6-4 de Jurgen Zopp. La rivalidad infantil, que jamás existió en la madurez, perdió este sábado un poco más de filo en París: camino de la segunda semana del torneo, Nadal ya domina a Gasquet por 16-0. [Narración y estadísticas]

“Ha estado muy bien, bastante bien”, celebró Carlos Moyà, técnico del número uno mundial. “La bola le ha corrido bastante desde el principio. Se ha despistado en algún juego, pero es normal también. La intensidad ha sido alta, le ha movido bien y eso le ha ayudado a poder atacar, poniendo a Gasquet en situaciones difíciles de forma casi constante durante todo el partido”, añadió el mallorquín. “Es muy difícil ganar un torneo como lo hizo en Roland Garros el año pasado. Para mí, la referencia es lo que pasó en el US Open. Hay que ir partido a partido, empezando de menos a más. Está claro que a punto te pones consiguiendo victorias, y eso es así. Aquí le está pasando un poco lo mismo, ha tenido una evolución clara desde el día que debutó”.

Frente a los gritos de la Philippe Chatrier (“¡Richard! ¡Richard!”), la salida en tromba de Nadal. En una presentación rebosante de fuerza y concreción, el español ganó 20 de los primeros 22 puntos del partido y se colocó 5-0 en un cuarto de hora. La tunda, que debería haber sido un trampolín para gobernar la primera manga de un bocado, removió la dignidad del francés (“¡Richard! ¡Richard!”, animó la gente cuando evitó perder el set en blanco) y desconectó al español, que cedió tres juegos seguidos (de 5-0 a 5-3) antes de volver a la línea del inicio, la que le acompañó hasta el final (break de entrada en el segundo parcial y también en el tercero) a un ritmo demoledor que apagó a su rival como la última vez en la Chatrier, aunque hayan pasado muchas cosas desde ese duelo de 2005.

Gasquet, claro, ya no es el tenista al que Francia ahogó en expectativas, el jugador al que presionaron con ganar Roland Garros desde bien pequeño cuando vieron que tenía un talento fuera de lo común, y que además de hacer ruido desde la cuna consiguió luego algunos resultados importantes en su aterrizaje en el circuito (victoria ante Roger Federer en Montecarlo 2005, final en Hamburgo ese mismo año…). A pocos días de cumplir 32 años, Gasquet ha aprendido a convivir con una carrera por debajo de lo esperado, pero igualmente destacada (exnúmero siete mundial y campeón de 14 títulos), un currículo que muchos de los que vienen ahora por detrás firmarían con los ojos cerrados.

Para escribir esa historia como tenista, larga y exitosa, el francés ha explotado sus mejores virtudes (categoría, un buen toque de pelota, una mano deliciosa…) y ocultado las peores (fragilidad mental, sangre fría en los momentos importantes, fondo físico…) con mucha maestría. Ante Nadal, sin embargo, hay un defecto que jamás ha podido tapar, y que posiblemente le ha costado la derrota en muchos de sus enfrentamientos: su revés a una mano sufre horrores contra la derecha alta del español, un tiro combado que obliga al francés a defenderse constantemente golpeando por encima del hombro, con el esfuerzo que eso supone, mientras va dando pasos hacia atrás hasta terminar 

Como históricamente, el número uno apretó a Gasquet por su costado más débil, que es también el más bonito (¡qué maravilla de revés!), y encontró lo que buscaba: un fallo o una situación de ventaja, una pelota mansa de su rival que le permitiese rematar el peloteo. La táctica, que siempre ha estado clara entre los dos rivales, despidió al francés e impulsó un poco más al campeón de 16 grandes hacia su objetivo más importante de la temporada.

Metido en la segunda semana de competición, la undécima Copa de los Mosqueteros está a cuatro partidos y todavía no hay nadie que haya dado señales de poder parar a Nadal.