París (enviado especial)

Petar Popovic, el entrenador de Filip Krajinovic, se levantó de su asiento en el antiguo Palacio de los Deportes de París, apretó con fuerza los dos brazos y se quitó la camiseta con una mezcla de rabia y alegría, como si estuviese celebrando el gol de su equipo en la final de la Champions League. Fue la forma de expresarse ante algo imposible: Krajinovic, que solo había sumado una victoria en toda la temporada y que jamás había pasado de la segunda ronda en un torneo importante jugará la primera final de su carrera en el Masters 1000 de París-Bercy tras escalar desde la fase previa. A los 25 años, la victoria del serbio ante John Isner (6-4, 6-7 y 7-6) le citó con Jack Sock (7-5 y 6-2 a Julien Benneteau) en un partido que lleva toda la vida soñando con disputar.

“Las emociones han sido asombrosas”, acertó a decir Krajinovic, que pase lo que pase el domingo será al menos el número 33 mundial cuando la próxima semana se actualice la clasificación, tras escalar 44 puestos de un tirón. “En el momento de ir a sacar para ganar tenía la mano temblando. Fue difícil controlarme, pero sabía que debía seguir siendo agresivo hasta el final. Lo he sido y… es el mejor día de mi vida, pero el torneo no ha terminado todavía. Me voy a preparar para mañana y luego ya veremos”, avisó el serbio, sonriente de oreja a oreja después de imponerse a los golpes que he la dado la vida. 

En 2010, tras llegar a las semifinales del torneo de Belgrado siendo un adolescente, Krajinovic tuvo que entrar al quirófano para enfrentarse a una operación en su hombro derecho. En pleno paso al profesionalismo, un momento clave para cualquiera que aspira a ser tenista, el serbio se enfrentó a un parón de casi dos años, aunque por el camino intentó sin éxito jugar algunos torneos. Luego, superado ese bache, Krajinovic encontró el tono, volvió a acumular una victoria tras otra y logró romper la barrera del top-100 (Moscú 2014), pero de nuevo se vio obligado a detenerse por una razón bien extraña: los médicos le encontraron un hueso de más en la muñeca derecha y el serbio se quedó de piedra, viendo cómo perdía todo el terreno ganado y cómo sus patrocinadores salían corriendo por la falta de resultados. 

“He sufrido mucho durante mi carrera porque he tenido grandes lesiones”, confesó Krajinovic, cuando le animaron a que contara su historia después de vencer a Isner en París. “Pero estaba tranquilo. Sabía que un día todo volvería a su lugar. Por supuesto, no pensaba que ocurriese este año o en este torneo. Vengo de la fase previa… Es una sensación increíble”, insistió el serbio. “Ahora estoy entre los primeros 40 del mundo. Tampoco esperaba eso. Empecé el año cerca del 250 y mi objetivo era terminar en el top-100 al final de la temporada. No puedo estar más feliz”.

A Krajinovic le espera ahora lo más difícil. Sock, su rival en la final, también es debutante en un partido decisivo de Masters 1000, pero se juega mucho más que el serbio: una victoria le entregará el trofeo de campeón al estadounidense, pero también cerrará su clasificación para la Copa de Maestros, quitándole la última plaza a Pablo Carreño y dándole un billete a Londres en el último momento.

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