Una, dos y tres. Rafael Nadal disputará este domingo en el Masters 1000 de Shanghái su tercera final consecutiva (10 en 2017 y 111 en su carrera). El sábado, la victoria sobre Marin Cilic (7-5 y 7-6) aumentó la racha de triunfos seguidos del español a 16 y le abrió la puerta de un escenario soñado: después de ganar los títulos en el Abierto de los Estados Unidos y Pekín, Nadal está a un paso de coronarse en Shanghái, donde nunca ha celebrado el título de campeón. Lo que le espera, sin embargo, no es ninguna broma: Roger Federer (3-6, 6-3 y 6-3 a Juan Martín Del Potro) se enfrentará al balear en el capítulo número 38 de la rivalidad que cambió para siempre la historia del tenis. [Narración y estadísticas]

“He vuelto a jugar un tenis de alto nivel”, reconoció Nadal al llegar a 871 victorias como profesional, lo que le permitió quedarse en solitario la sexta posición histórica y dejar atrás a Andre Agassi. “Es cierto que cometí algunos errores con mi saque en el segundo set, pero eso ha sido lo único”, prosiguió el mallorquín, que hasta hoy no había cedido su servicio en todo el torneo y lo perdió dos veces (con 3-2 y 5-4) en la segunda manga. “Estamos en el tramo final de la temporada. Llevamos muchos partidos, muchos kilómetros encima, pero estoy disfrutando de un momento que está siendo fantástico. También estoy un poquito cansado, evidentemente, pero mañana estaré volviendo a casa”, cerró el español, que no ganaba a un top-5 desde la final de Roland Garros (Stan Wawrinka) del pasado mes de junio.

“Hemos sufrido”, le siguió Francis Roig, el entrenador que acompaña al número uno en la gira por Asia. “Podría haber sido un poco más corto si hubiese aprovechado las bolas de break que ha tenido al principio. Ha sido un poco raro porque ha jugado muy bien, exceptuando esas oportunidades, y cuando Rafa juega bien suele aprovechar las pelotas de rotura”, siguió. “Los primeros juegos han durado casi media hora y Cilic se ha vuelto muy peligroso, ha sido de las mejores versiones que yo le he visto”, añadió el técnico sobre el croata. “Lo importante es que Rafa ha seguido positivo en el segundo set, pese a perder dos veces su saque, y que ha jugado un buen tie-break después. Al final, sigue sumando”, se despidió el preparador catalán. 

El partido, competido con sangre, sudor y lágrimas, superó la media hora y el marcador seguía parado en el 2-2. Cilic salvó tres bolas de break en su primer juego al saque, que duró casi 11 minutos. Cilic volvió a anular otras tres pelotas de rotura en su segundo turno de servicio, que se estiró por encima de los ocho minutos. Y Cilic, con el impulso de haber levantado seis oportunidades de break, se fabricó de la nada tres puntos de set (con 5-4) que dejaron a Nadal en una situación límite, bordeando el abismo.

Hasta ese momento, los estacazos del croata habían obligado al número uno a defenderse con inteligencia. Nadal corrió bastante, se movió mejor y encontró en su revés cortado un buen argumento para desarmar las ofensivas del número cinco, que vio cómo las tres pelotas de set se le desvanecían en la cara.

Tres buenos saques del mallorquín, que no perdió los nervios nunca, facilitaron su escape y lo que ocurrió luego fue lógico: por primera vez en el encuentro, y tras fallar en sus seis intentos anteriores, Nadal rompió el servicio de Cilic y apretó el puño tras echarle el lazo a la primera manga, que su rival jugó al menos igual de bien.

Cilic, en cualquier caso, no bajó la cabeza. Si Nadal esperaba una rendición, si esperaba que el break que logró de entrada en el segundo parcial bastase (2-1), se confundió. Dos veces volvió el croata a la semifinal (rotura para 3-3 y otra para 5-5, abortando dos puntos de partido cuando el español sacaba por el triunfo) y dos veces estuvo el balear bajo una presión tremenda. 

De ahí salió como en los últimos tiempos: Nadal ganó el desempate del segundo parcial jugando de memoria, sin fallos y brillando. Cilic, que se dejó la voz rugiendo tras cada acierto para hacerse ver que era posible, se marchó con la misma sensación que tantos otros desde un tiempo: jugar contra el número uno es como chocarse contra un muro.

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