Dubái

“Entiendo que ella no va a tener una carrera larga. No sé si va a jugar el resto de la temporada o seguirá una más. La decisión está en sus manos”. Las palabras de Piotr Wozniacki llevan dinamita. En mitad del Abierto de los Estados Unidos de 2016, el padre y entrenador de Caroline Wozniacki airea en un medio de su país el incierto futuro de su hija. La danesa, que lleva un año de perros (llega como 74 mundial al último grande de la temporada), ha vivido de bofetada en bofetada desde enero y están en una crisis de las que asustan. Todo eso cambia en unos días.

Derrotando a dos top-10 (Stvetlana Kuznetsova en segunda ronda y Madison Keys en octavos de final), Wozniacki firma en Nueva York unas semifinales que le regalan una cara nueva y un horizonte prometedor. Una semana después gana el título en Tokio y un mes más tarde cierra el curso levantando otro trofeo en Hong Kong. Para entonces ya ha vuelto a estar entre las 20 mejores y las palabras de su padre se diluyen por completo porque nunca más se vuelve a hablar de la retirada.

Este jueves, cuando Wozniacki alcanza las semifinales en el torneo de Dubái (6-3 y 6-0 a la estadounidense Bellis) y se cita con Anastasija Sevastova (6-4 y 7-5 a la china Wang) por una plaza en la final (el resultado que logra hace unos días en Doha, derrotada en la pelea por el título por Karolina Pliskova), la danesa ha vuelto a demostrar que está hecha a prueba de bombas. Tras llegar al número uno con 20 años en una exhibición de precocidad, Wozniacki ha vivido a golpes en la élite y casi siempre ha escapado de todos.

No hay mejor ejemplo para confirmarlo que una ruptura que habría tumbado a cualquier otra. En 2014, una semana antes de Roland Garros, el golfista Rory Mcllroy deja plantada a la danesa después de que ambos hayan enviado las invitaciones para la boda. “Ha sido un shock”, explica entonces Wozniacki, que cae a la primera en París. “Nadie está preparado para algo así. Intenté concentrarme en lo que tenía que hacer pero en mi cabeza lo tenía todo claro hasta este momento”, añade. “Tenía una gran carrera, una familia ideal, iba a casarme… no había nada en contra, era muy feliz. Y de repente sucedió algo que no podía imaginar. Ves que como tu mundo se viene abajo en un segundo. No sabía lo fuerte que puedo llegar a ser hasta que todo esto sucedió, no sabía lo mucho que puedo resistir. La sensación era como cuando alguien muy cercano se muere”.

Más allá de la derrota a la primera en Roland Garros, el revés no tiene consecuencias en la Wozniacki tenista, que se mantiene con firmeza (título en Estambul, final en el Abierto de los Estados Unidos) e incluso logra clasificarse para la Copa de Maestras de Singapur. Cuando dos años después entra en barrena, cuando incluso su propio padre coquetea con la posibilidad de una retirada adelantada a los 26 años, Wozniacki lo arregla todo bajando la cabeza y volviendo con sacrificio al lugar que por juego y garra le pertenece.

“Noto que tengo confianza”, explica la danesa tras llegar a semifinales en Dubái, a un paso de pelear por otro título. “He hecho una buena pretemporada, estoy sana y mi cuerpo está en condiciones. Mentalmente también me siento bien”, añade. “No llegué a los objetivos que quería en la gira por Australia, pero me fui de allí muy contenta con mi juego. En Doha también lo hice bien. Ahora mismo siento que quiero seguir adelante y espero poder hacer una buena temporada en la pista”.

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