Melbourne

20 personas escuchan un rugido el miércoles por la mañana en la pista número cinco del Abierto de Australia. Durante la primera ronda de la fase previa del torneo, Adrián Menéndez-Maceiras está al borde del abismo. A Daniel Brands, su rival, le separa un solo punto de la victoria. Es 6-3, 6-6 y bola de partido (6-5 en el tie-break) para el alemán. El español, prácticamente fuera, se enfrenta a esa situación límite con segundo saque. La salva, gana el set y empata el encuentro. Acaba remontando el cruce, ante la desesperación de su contrario. Lo celebra agachado, agitando el brazo y con el puño cerrado. Luego, se cuelga la bolsa al hombro, se acerca a la grada a hacerse una foto con unos aficionados y se marcha al vestuario caminando solo. Todavía le quedan dos partidos para llegar al cuadro final del torneo, pero la victoria significa mucho: es un paso más hacia la tranquilidad.

“Hay un extra de presión para nosotros”, cuenta Menéndez-Maceiras a este periódico en el restaurantes de jugadores. “Son cuatro torneos del Grand Slam y sabemos que ahí es donde nos podemos patrocinar, sobrevivir con ese dinero todo el año”, añade, pensando en los 50.000 dólares australianos (casi 35.000 euros, el premio más grande en la historia del primer grande del año) que recibirá si consigue clasificarse para el cuadro final, aunque luego pierda en primera ronda. “Si en esos cuatro torneos juegas bien, si pasas la previa aunque sea en uno… te da una tranquilidad muy grande para el resto de la temporada. El cambio es brutal. Poder pasar la previa aquí significaría plantearme viajar con entrenador el resto del año, o llevarme un fisioterapeuta. Es algo que cambia mucho la vida de un tenista”.

Menéndez-Maceiras habla de viajar con entrenador como un lujo, cuando hay otros jugadores que se mueven con más de 10 personas a su alrededor por todo el circuito. Lo del fisioterapeuta casi ni lo contempla. En 2016, el español jugó 32 torneos (la mayoría del circuito Challenger) y ganó 79.364 dólares (unos 75.000 euros). Novak Djokovic disputó 16 y reunió 14.130.456 (más de 13 millones de euros). Les separan 223 puestos en la clasificación (el serbio es el número dos, el español el 225), una broma en comparación con la diferencia que tienen en la cuenta corriente del banco.

“Yo tengo la suerte de tener un amigo aquí en Melbourne que es entrenador y me ayuda, pero no me puedo permitir venir con un equipo técnico desde España como otros jugadores”, se lamenta el español, citado con Go Soeda por el pase a la última ronda de la previa. “Llega una edad en la que tienes que ponerte un sueldo mínimo, lo que consideras que debes ganar como tenista, como otro trabajador normal”, prosigue el malagueño. “Hasta el 200 del mundo te puedes poner un sueldo, pero estamos hablando de que el tenis tiene fecha de caducidad. No es como un trabajo en el que te puedes jubilar a los 65 años, nosotros estamos jubilados antes de los 40”, recuerda. “Y debes recortar gastos para poder dedicarte a tu profesión. Si eres un chaval joven y estás empezando hay que invertir e intentar hacerlo así, pero en mi situación tengo que mirar otras cosas”.

Ese “chaval joven” es Roberto Carballés, que a media tarde se impone 6-4 y 6-2 al australiano Matosevic en el estadio número tres. “Ahora mismo no estoy pensando en el dinero”, confiesa luego el granadino. “Ahora mismo estoy pensando en mi sueño, que es jugar torneos grandes contra gente buena. Soy muy joven para pensar en el dinero”, insiste el número 144 mundial, que se medirá al estadounidense Rubin en segunda ronda. “Estoy invirtiendo para llegar a estar más arriba. Si estuviese pensando solo en el dinero no viajaría con entrenador, no estaría con un preparador físico, no tendría un psicólogo… estaría ahorrando para mí”.

Menéndez-Maceiras y Carballés, sin embargo, comparten muchas cosas en común. Por ejemplo, los dos vinieron a Australia en clase turista y peleando por un asiento en la salida de emergencias para poder estirar las piernas, como cualquier persona que se va de vacaciones a la otra parte del mundo. “Es que venir aquí desde España con entrenador es un desembolso enorme”, dice Carballés, que se ha gastado 6.200 euros solo en los billetes para la primera gira del año (Numea y Melbourne). “Si pierdes en primera ronda sales perdiendo”, añade. “Alguna vez me han subido de categoría por todas las millas acumuladas”, le sigue Menéndez-Maceiras. “Hace tres años me pasó eso en un vuelo de Madrid a Estados Unidos. Aterricé y me fui a correr a Central Park”, cuenta entre risas. “¡Volando en turista eso es imposible!”

No es lo única forma de ahorrar gastos, de buscar guardar un poco del botín. Hay otras maneras, como compartir habitación en los torneos, entrenador y cama si hace falta. “La semana pasada estuve jugando un Challenger en Numea”, recuerda Menéndez-Maceiras. “Hablé con el director del torneo y negocié con él. Si compartía habitación con otro jugador del cuadro final nos pagaban un mínimo de 10 noches, en lugar del mínimo habitual de cinco”, prosigue. “Nos ayudamos mutuamente y estuve toda la semana en Numea sin pagar alojamiento, cuando es una isla muy cara y eran 200 dólares por habitación. Al final, todo suma”.

Así, mientras los dos españoles avanzaban, otros dos se despedían a la primera. Jordi Samper (3-6 y 3-6 ante el estadounidense Smyczek) y Enrique López-Pérez (6-7 y 6-7 contra Marco Cecchinato) dijeron adiós y se quedaron sin la oportunidad de cambiarle la cara a la temporada en el primer mes de competición.

Noticias relacionadas