Doha

Sobre la pista central de Doha, las lágrimas de Carla Suárez resumieron cuánto trabajo y sacrificio hay tras el título más importante de su carrera, segundo de su currículo. A los 27 años, la española remontó 1-6, 6-4 y 6-4 a Jelena Ostapenko y levantó el primer Premier 5 del año, desde este sábado su conquista más prestigiosa.

La final destapó su evidente evolución como jugadora: tras un inicio gris, y atormentada por el pasado (había perdido ocho de los nueve encuentros en los que se jugaba una copa), la canaria fue capaz de sobreponerse para celebrar el triunfo y escribir la página más bonita como profesional.

“Son victorias muy emocionales”, explicó luego la campeona sobre su reacción al conseguir el título. “Lo he pasado mal en el partido. Ha sido una semana dura, jugando dos encuentros cada día”, recordó, apuntando hacia su esfuerzo en Catar, donde también jugó el dobles con Sara Errani. “Es un título grande que me hacía mucha ilusión”, reconoció Suárez, que el lunes aparecerá como la segunda mejor jugadora de 2016, la número seis de la clasificación.

EL DESCARO DE OSTAPENKO

En el día más importante de su vida, Ostapenko no bailó una salsa ni un tango. Tampoco una rumba o un pasodoble, que son sólo alguno de los 10 bailes de salón que aprendió durante siete años en los que llegó a competir en certámenes oficiales, logrando incluso algunos segundos puestos.

Antes de elegir definitivamente la raqueta, la letona dedicó su infancia a compaginar esa práctica con el tenis, inclinándose finalmente por el deporte como consecuencia de sus extraordinarios resultados. En Doha, durante su primera gran prueba, a la joven de 18 años se le quedó la cara blanca.

Ostapenko se plantó en la final más prestigiosa de su carrera después de dejar por el camino a Svetlana Kuznetsova, Petra Kvitova (número ocho mundial y doble campeona de Wimbledon) o Andrea Petkovic, algunas de las grandes favoritas en Catar. Demostrando descaro, la letona pidió paso durante la semana con un juego agresivo desde las dos alas de la pista, reventando la pelota con fuerza, lo que demanda el tenis moderno.

Pese a competir con el cuchillo entre los dientes, la número 88 del mundo supo buscar las líneas sin desangrarse en errores no forzados, manteniendo la consistencia. Así atacó el trofeo ante Suárez y así dejó nuevamente de piedra a la española.

Jelena Ostapenko resta durante la final de Qatar. Naseem Zeitoon Reuters

INICIO GRIS

En cualquier caso, Carla llegó al cruce avisada. En 2015, la canaria se encontró con Ostapenko en la primera ronda de Wimbledon y cayó fulminada (0-6 y 2-6), sorprendida por una niña con armas de campeona. En Doha, prevenida de que esa irreverente jugadora había sufrido una notable evolución, salió preparada para lo que se iba a encontrar en la pelea por la copa. Como si no hubiese pasado el tiempo desde aquel partido disputado en el verano londinense, la situación se repitió casi de forma idéntica.

Al principio, no fue un encuentro entre una experta y una aprendiz. Suárez facilitó la salida en tromba de Ostapenko. En el primer juego de la final, la canaria cedió su saque tras fallar tres sencillos reveses, dando a su contraria la opción de verse por delante en el marcador nada más empezar.

A partir de ese momento, la letona creció espoleada por la oportunidad de levantar el título. Con golpes directos y profundos, Ostapenko se hizo rápido con el control del cruce (6-1), encargándose de decidir a qué velocidad jugar. Marcando el ritmo de los puntos, la aspirante avanzó a zancadas hacia la copa. Se encontró, sin embargo, con algo que no esperaba: una rival dura como la piedra.

“En el peloteo previo me notaba regular, pegando bolas que no estaba controlando”, afirmó Carla, que ya en el calentamiento se encontró sin buenas sensaciones. “Son cosas que pasan y cuando una persona te juega así de rápido es más difícil entrar en ritmo. Me ha costado, pero nunca lo he visto perdido. Sabía que era un partido muy largo. Es normal que haya estos altibajos con jugadoras de este estilo”, dijo la española, protagonista de una reacción formidable.

Carla Suárez durante la final del Open de Qatar. Naseem Zeitoon Reuters

REMONTADA

De la Carla atenazada del principio se pasó a otra más suelta que construyó la remontada con paciencia e intención. Aparcada la tensión, la española empezó a tejer su juego, masticando cada intercambio. La número 11, una tenista talentosa como pocas, jugó mezclando alturas, variando ritmos y abriendo la pista con su revés para dominar con su derecha. Poco a poco, Ostapenko fue perdiendo solidez. Poco a poco, Carla fue haciéndose con el control del partido. Hasta que cambió todo.

“La clave ha sido creer que podía ganar”, aseguró la española, que apareció ante los periodistas con el característico trofeo de Doha (un halcón dorado). “Ella es una jugadora joven y cerrar un partido así no es fácil. Al final, hay mucha experiencia detrás de todo esto. He confiado y nunca me he venido abajo”, continuó Suárez.

La tenista canaria hizo algunos pequeños ajustes tras ceder la primera manga para conseguir voltear la situación. “Para cambiar la dinámica, he intentado concentrarme más y estar activa, fijándome en todo. Lo que he hecho ha sido dejarme llevar por lo que habíamos hablado antes del partido”.

Así, la española ganó la segunda manga y se recuperó de un 0-2 en la tercera, avisando de que quería la copa más que ninguna otra cosa. Fue demasiado para Ostapenko, que se tapó la cabeza con una toalla para no ver lo que irremediablemente iba a suceder: a Suárez culminando la remontada en un partido durísimo y proclamando al mundo entero su amenazante mensaje. Lo mejor de Carla está por llegar.

Carla Suárez durante la celebración de su título en Doha. Naseem Zeitoon Reuters

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