Seguro que Fred Perry brindó en el Olimpo del deporte junto a otros grandes jugadores, quizás hasta se le saltaron las lágrimas. En una exhibición de liderazgo fantástica, Andy Murray guió a Gran Bretaña hacia su primera Copa Davis en 79 años (desde 1936), la número 10 de todos los tiempos. Al derrotar 6-3, 7-5 y 6-3 a David Goffin, el escocés ganó su tercer punto del fin de semana (consumiendo ocho horas y siete minutos entre la tarde del viernes y la mañana del domingo), cerró la final y cumplió un sueño que parecía imposible: el Reino Unido llevaba mucho tiempo esperando que llegase el día de volver a la cima del deporte que nació y creció entre sus fronteras.

Murray, que acabó revolcándose por la tierra batida de Gante después de resumir en el último punto del partido los pilares más fuertes de su juego (un intercambio eterno y varias defensas imposibles que terminaron con un contragolpe perfecto, ejecutado en forma de globo), lo celebró más que ningún otro título. El escocés, siempre moderado en la victoria aunque a veces el triunfo merecía que se desmelenase, se llevó las manos a la cabeza, lanzó varias raquetas a la grada (donde estaban sus orgullosos abuelos) y rugió antes de confesar un sentimiento compartido con muchos otros: “Nunca pensé que tendríamos la oportunidad de conseguirlo”, dijo el campeón de dos grandes todavía sobre la pista, con los ojos vidriosos y envuelto en una bandera británica.

No es para menos. La Ensaladera abre un capítulo nuevo en la vida de Murray, le ofrece la posibilidad de usarla como punto de inflexión y desnuda definitivamente al competidor que lleva dentro, un tenista disfrazado de héroe: Gran Bretaña ha necesitado 12 victorias para conseguir el trofeo y 11 de ellas se las ha dado su jugador emblema, una barbaridad. Tras el triunfo, EL ESPAÑOL recopila los logros más importantes en la carrera de Murray y repasa lo que le falta para redondear un currículo que apunta hacia lo más alto.

LO QUE TIENE

1. DOS TÍTULOS DE GRAND SLAM

La primera maldición británica quedó rota en Nueva York hace tres años (2012). Después de haber perdido sus primeras cuatro finales de Grand Slam (¡cuatro!), Murray celebró el primer grande de su carrera en el Abierto de los Estados Unidos tras derrotar a Novak Djokovic en un partido lleno de fantasmas y demonios, envuelto por los turbios precedentes. Marcado por muchos con la etiqueta de perdedor, señalado por otros tantos con una fragilidad mental que luego resultó inexistente, Murray levantó un dedo para hacerse ver a ojos del mundo entero. Sin las cadenas que le habían mantenido preso, al fin libre, el británico comenzó a escribir las páginas más dulces de su vida deportiva.

2. WIMBLEDON

“La historia de mi carrera es que siempre trabajé lo más duro que pude. Cada año mejoré y perseveré”. Las palabras de Murray después de tomar el testigo de Perry en Wimbledon (primer hombre británico capaz de ganar el torneo desde 1936) pusieron el punto y final a una tormentosa historia con el torneo más prestigioso del planeta. Después de que distintas camadas de jugadores intentasen coronarse sin éxito sobre la hierba del All England Tennis Club, el chico de Dunblane apareció y cambió la historia para siempre: con una nueva victoria contra Djokovic, Reino Unido volvía a tener un campeón de Wimbledon.

3. MEDALLA DE ORO EN LOS JUEGOS OLÍMPICOS

Posiblemente, el partido que le preparó para ganar en la catedral un año después, demostrándole que era posible. Murray se enfrentó a unos Juegos Olímpicos en casa (Londres), en el mismo escenario que debía conquistar en su carrera contra la historia (Wimbledon), con un formato idéntico en la final (al mejor de cinco sets) y frente a un rival de la máxima exigencia (Federer). Lo hizo, además, semanas después de haber dejado escapar el título de Wimbledon ante el suizo, con las heridas todavía abiertas porque tenía el encuentro controlado hasta que apareció la lluvia para cambiarlo todo (se pasó a jugar bajo techo, lo que benefició a su contrario). Así, rodeado de una grada inusualmente coloreada, adornada de banderas británicas, el británico se colgó una medalla de oro, algo extremadamente difícil porque cada jugador tiene dos o tres oportunidades (cada cuatro años) de hacerlo en su carrera.

4. LA COPA DAVIS

La conquista de la Ensaladera se explica únicamente desde la figura del número dos. Los números subrayan el compromiso de Murray con Gran Bretaña para conseguir la Davis, otra barrera derribada: Andy se ha puesto la camiseta desde la primera ronda (no renunció a ninguna eliminatoria, jugando contra Estados Unidos, Francia, Australia y finalmente Bélgica), ha ganado los 11 partidos disputados (ocho en individuales y tres en dobles) y en los cuatro cruces se ha encargado de ganar el punto que cerró el triunfo (a John Isner, Gilles Simon, Bernard Tomic y David Goffin, respectivamente), por lo que su capacidad para tolerar la presión está fuera de debate. El sincero discurso pronunciado por el capitán belga tras la derrota explica a la perfección lo sucedido el fin de semana: “No hemos perdido la final, es Murray el que la ha ganado”.

LO QUE LE FALTA

1. NÚMERO UNO DEL MUNDO

Aunque lo ha olfateado varias veces, Murray sigue sin haber podido sentarse en el trono del ránking. El británico se ha enfrentado sin éxito al triunvirato formado por Djokovic, Federer y Nadal, los tres que se han repartido el número uno mundial desde 2004 sin dejar que nadie tuviese la oportunidad de ocupar esa privilegiada posición. Es el precio de ser contemporáneo a tres gigantes legendarios. En cualquier caso, los pasos para conseguirlo van en la dirección correcta: aunque su distancia con el serbio es abismal a día de hoy (casi 8.000 puntos le separan de su presa), en 2015 ha terminado por primera vez en el segundo peldaño de la tabla. A los 28 años, las próximas temporadas son vitales para ese gran objetivo: una carrera como la suya merece ser recompensada con las llaves del ático de la clasificación.

2. LOS CUATRO GRANDES

Algo al alcance de un puñado de elegidos, Fred Perry entre ellos. Además del británico, Don Budge, Rod Laver, Roy Emerson, Andre Agassi, Roger Federer y Rafael Nadal (los tres últimos desde 1968, con la llegada de la Era Abierta, que abrió la etapa del profesionalismo) han conseguido el reto de conquistar las cuatro catedrales más importantes del circuito. Ni siquiera Djokovic, que lleva años intentándolo, ha podido cerrar el círculo. Pese a que Murray está lejos porque aún le faltan dos (Abierto de Australia y Roland Garros), el escocés ha alcanzado la final en todos, a excepción de París (semifinales en 2011, 2014 y 2015). Después de ganar la Davis sobre tierra, superficie en la que además consiguió sus dos primeros títulos este año (Múnich y Madrid), su versatilidad es indiscutible. Sólo el tiempo desvelará si está hecho de la pasta necesaria para cruzar las puertas de ese club inmortal.

3. GANAR WIMBLEDON DE NUEVO

Cuando Murray regresó a Wimbledon en 2014 como campeón del torneo se encontró con una presión nueva, distinta e igualmente asfixiante. Si el británico esperaba hallar paz tras coronarse un año atrás, se equivocó rotundamente. Aficionados y prensa clavaron sus ojos sobre la figura del británico, que se enfrentó a las expectativas de defender la corona, algo que no pudo lograr. Repetir título, lo que por ejemplo consiguió Perry (tres veces campeón), le colocaría en un nivel superior, a la altura de sus antecesores sobre la hierba del tercer grande de la temporada.

4. LA COPA DE MAESTROS

La renovación del O2 Arena de Londres como sede del torneo hasta 2018 provoca que al número dos mundial le queden al menos tres años (si se clasifica) reviviendo las sensaciones que tiene al llegar a Wimbledon. No obstante, y sin importar la ubicación, el título de maestro de maestros es el broche ideal para cualquier gran carrera, un nexo que comparten la mayoría de los campeones a lo largo de la historia.

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