Joana, antes del combate, temía por la intensidad de Ana Arrazola, por su experiencia (39 años dando guerra) y por su bronca. La mejicana, al fin y al cabo, venía de ser, también, campeona del mundo en otro organismo; llegaba a España casi invicta (con solo un combate perdido desde 2015). Era, por tanto, un hueso duro de roer. O eso parecía. No era posible, por tanto, levantar los pies del suelo. Y la española no lo hizo. Al menos, hasta que la tuvo enfrente. Pero cuando la miró a los ojos, cuando la estudió en los primeros compases del combate, lo tuvo más claro. No cabe otra posibilidad analizado el resultado final. Pastrana, de nuevo, retuvo el cinturón de campeona del mundo de peso mínimo de la IBF (Federación Internacional de Boxeo). No hay quien le tosa.

Han pasado, durante este tiempo, tres rivales por Madrid. Todas han caído. Sahin, la primera, a los puntos. Entonces, Joana, desde la distancia, vio el cinturón de campeona del mundo. Lo cogió al final del combate. Se lo puso, lo observó y se dijo: ‘¡Qué bien me sienta!’. Lo abrazó, le juró fidelidad y lo cosió a su piel. Hasta que Thaweesuk, la tailandesa, quiso arrebatárselo sin suerte. Cayó. Era la segunda en claudicar. La tercera ha sido Ana Arrazola, también a los puntos. Demasiado inferior a la española.

La boxeadora española Joana Pastrana peleando contra la mexicana Ana "La Bronca"' Arrazola EFE

Joana, en Moralzarzal, a los pies de la sierra madrileña, le ha arrebatado cualquier posibilidad de soñar. Ha bailado, como lo hacían los grandes de este deporte, como si estuviera sobre el tapiz de un gran ballet ruso. Siempre, manteniendo la distancia, esperando, haciendo de la defensa el ataque, de su pegada un arma a cuentagotas, de la resistencia el mejor arma para alcanzar la victoria. Sin ceder, sin recibir un golpe, conservando el tipo y agotando a la mejicana cuando ésta amenazaba con emerger de las catacumbas para buscar un imposible.

En boxeo, ya se sabe, importan poco los puntos conseguidos con anterioridad. En un asalto, en apenas un segundo, un golpe puede acabar con todo lo programado. Bien lo sabe Joana. Por eso, quizás, esta vez no arriesgó como en su segunda defensa del campeonato del mundo. Aguardó como una estratega, estudió cada paso, mitigó con inteligencia cualquier reacción de Ana Arrazola y esperó que llegara el final para alargar su relato, para seguir sosteniendo un cinturón que debería llevar su nombre.

Joana se ha alzado, una vez más, sobre una máxima que sólo mantienen las leyendas del deporte: gana a base de empequeñecer a sus rivales. Los temibles, de repente, parecen mansos. No hay aspirantes, ni herederos, ni sucesores. Son ellos, la inmensidad del firmamento, los flashes de las cámaras y los arrebatos de los fans, que quiere guardar un recuerdo de un momento imborrable. Y ella, definitivamente, lo ha conseguido. Es una superheroína, es la tricampeona del mundo de boxeo de peso mínimo. Qué más se puede pedir.  

Una foto a su lado, ahora, cotiza al alza. Joana Pastrana ha conseguido emerger en el desierto del boxeo femenino y entre las costuras de un deporte que hace tiempo retrocedió en el ránking de preferencias del público generalista. Ahora, puede decir que lo ha revivido, que sueña llenando pabellones (como el de Moralzarzal) y recibiendo premios (como el Nacional del Deporte). Incluso, añadiendo a su particular constelación a vips de lujo, desde Jennifer Pareja a María José Rienda, presidenta del CSD. No es para menos. Este sábado, de nuevo, duerme como campeona del mundo. Qué más se le puede pedir. 

Joana Pastrana se ha proclamado por tercera vez campeona mundial del peso mínimo de la Federación Internacional de Boxeo EFE

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