Publicada

La Fórmula 1 afronta el final de 2025 con una de las mayores tormentas técnicas y políticas de los últimos años.

A pocos meses del debut del nuevo reglamento de motores de 2026, la FIA se encuentra ante una decisión incómoda.

Debe elegir entre avalar una interpretación que otorga una ventaja a Mercedes y Red Bull, o intervenir para cerrar una laguna legal que les dejaría sin capacidad real de competir… o incluso sin motores listos para el arranque.

La polémica se ha gestado en silencio durante más de un año, en los departamentos de motores y en las salas de simulación, pero ha estallado ahora.

Estas últimas semanas, los rivales han comprendido el alcance real de una solución técnica que cambia por completo el equilibrio previsto para la nueva era híbrida.

Una norma clave

El reglamento de unidades de potencia aprobado para 2026 perseguía varios objetivos claros: reducción de costes, mayor sostenibilidad y una convergencia de rendimiento entre fabricantes.

Para ello, uno de los puntos centrales era fijar la relación de compresión de los motores en 16:1, frente a los valores cercanos a 18:1 que se utilizaban hasta 2025 y que ofrecían mayores niveles de eficiencia y potencia.

Sobre el papel, la norma parecía inequívoca. En la práctica, escondía una grieta que solo algunos supieron ver.

Según los informes técnicos que circulan por el paddock, los ingenieros de Mercedes detectaron una "zona gris" en la redacción del reglamento. La clave no estaba en la cifra de compresión, sino en cómo se medía.

La FIA estableció que la verificación debía realizarse en frío, con el motor apagado y a temperatura ambiente, mediante un cálculo geométrico del volumen de la cámara y el recorrido del pistón.

A partir de ahí, Mercedes habría desarrollado pistones, bielas y cámaras de combustión fabricados con materiales y geometrías específicas, diseñados para dilatarse de forma controlada cuando el motor alcanza la temperatura de funcionamiento en pista.

Imagen de una carrera de Fórmula 1. Europa Press

El resultado es que, una vez en régimen de carrera, la relación de compresión real se acerca de nuevo a 18:1.

La ganancia estimada ronda los 30 o 40 caballos de potencia, lo que en Fórmula 1 se traduce en unas tres décimas por vuelta. Una ventaja enorme en un campeonato que se decide, a menudo, por milésimas.

Red Bull, según diversas fuentes, habría llegado a una solución similar tras la incorporación de un exingeniero de Mercedes, aunque con mayores dificultades para replicar exactamente el comportamiento térmico del conjunto.

El veredicto de la FIA

Cuando Ferrari, Honda -suministrador de Aston Martin- y Audi detectaron lo que estaba ocurriendo, exigieron una aclaración formal.

Esperaban que la FIA actuara apelando al espíritu de la norma y declarara ilegal una solución que, en su opinión, desvirtúa por completo el objetivo del reglamento.

La respuesta no fue la que esperaban. La federación se ha ceñido a la literalidad del texto: si el motor cumple la relación 16:1 en frío, cumple la norma.

La dilatación térmica es un fenómeno físico natural y el reglamento no establece límites de compresión en caliente.

Prohibir ahora la solución supondría, según la FIA, penalizar una inversión técnica realizada durante más de un año y forzar a Mercedes a rediseñar su unidad de potencia a pocos meses del debut, algo considerado inviable.

Koji Watanabe, presidente de Honda Racing Corporation

Los perjudicados

La decisión ha provocado una profunda indignación entre los fabricantes que asumieron que la compresión fija era un límite real y no una invitación a una carrera de materiales exóticos.

Ferrari lidera las críticas, argumentando que se rompe el principio de contención de costes y se abre la puerta a soluciones que encarecen el desarrollo y alejan la sostenibilidad prometida.

Honda y Audi temen un escenario aún peor: arrancar 2026 con una desventaja estructural imposible de recuperar en toda la vida útil del reglamento.

En el caso del fabricante alemán, recién llegado a la Fórmula 1, el golpe reputacional sería considerable.

Las opciones sobre la mesa son limitadas. Una es presentar una protesta formal en el primer Gran Premio de 2026, previsiblemente en Australia, forzando una inspección técnica exhaustiva y una exposición pública del conflicto que colocaría a la FIA en una posición políticamente delicada.

Otra pasa por presionar para modificar el reglamento de inmediato y cerrar el vacío legal a partir de 2027, aunque eso permitiría a Mercedes y Red Bull disfrutar de su ventaja durante al menos una temporada.

La vía más pragmática es, sencillamente, copiar la solución. Ferrari y Honda ya trabajan contrarreloj para desarrollar sistemas de dilatación térmica similares, aunque parten con meses de retraso respecto a sus rivales.

La Fórmula 1 vuelve a enfrentarse a su dilema más recurrente: la letra del reglamento frente a su espíritu.

Mercedes leyó mejor que nadie el texto y explotó una ambigüedad que ahora condiciona todo el proyecto de 2026. La FIA, atrapada por su propia redacción, ha optado por no intervenir.

Y el resto del paddock asume que la nueva era nacerá marcada por una batalla política y técnica que, lejos de cerrarse, amenaza con definir el futuro inmediato del campeonato.