El equipo Alpine de Fórmula 1 vive momentos de agitación. A tan solo unos días del Gran Premio de Emilia-Romaña en el legendario circuito de Imola, la escudería francesa ha anunciado la inesperada dimisión de su jefe de equipo Oliver Oakes, decisión que ha provocado un auténtico terremoto interno.
Quien toma las riendas de inmediato es Flavio Briatore, figura histórica del automovilismo, que hasta ahora ejercía como asesor ejecutivo.
Oakes, de 37 años, había llegado a Alpine en agosto del año pasado para relevar a Bruno Famin. Su salida se produce tras apenas seis Grandes Premios al frente del equipo, y en un momento delicado: Alpine solo ha sumado siete puntos en lo que va de temporada y ocupa el noveno lugar en el Campeonato de Constructores.
Aunque el comunicado oficial de Alpine ha sido escueto —limitándose a agradecer los servicios prestados por Oakes—, las especulaciones sobre los verdaderos motivos de su renuncia se han disparado. El nombre de Franco Colapinto resuena con fuerza como elemento clave en esta tormenta perfecta.
La sombra de Colapinto
El argentino Franco Colapinto, de 21 años, se perfila como el gran beneficiado de los recientes movimientos en Alpine.
Desde el pasado invierno forma parte del equipo como piloto de reserva y desarrollo, y en los últimos meses ha realizado varios tests con monoplazas de años anteriores, tanto en Barcelona como en Monza y Zandvoort.
Su desempeño y, sobre todo, el respaldo económico y mediático que aporta desde Sudamérica, han incrementado su peso en las decisiones internas.