Macarena Aguilar (Bolaños de Calatrava, Ciudad Real, 1985) viste de locura cervantina cada una de sus aventuras en el balonmano. Ha jugado en España, Dinamarca, Rusia y ahora lo hace en Hungría, en el Siófok. Sin perder los papeles ni obviar su pasado. Recita versos del grupo de rock ‘La Fuga’ en la intimidad y gustaría de atacar unas migas entre entrenamiento y entrenamiento –por no hablar del arroz con liebre o de ese queso de Burgos que la vuelve loca–. Metódica, con carácter y maniática ­–no le puede echar el suavizante a la lavadora hasta que quedan 30 minutos para que acabe–, no puede negar que es española. O ‘Guerrera’, que en este caso es lo mismo. Pero antes de buscar Río en el horizonte de los éxitos, se para a hablar con EL ESPAÑOL.

Para el que no la conozca, ¿cómo es Macarena Aguilar?



Yo creo que soy una persona normal… Alegre, introvertida, que me gusta estar mucho con mi familia, con mi gente y mi novio. Y poco más… ¡Ah, sí, bueno! Y también soy un poco pitufina y tengo mucho carácter. Quizás demasiado… [Risas]



Pero el carácter le sirve para jugar al balonmano, ¿no?



Bueno, no siempre. A veces tengo más carácter fuera de la pista que dentro…



¿Y por qué le dio por el balonmano?



Pues mira, en mi pueblo se empezó a jugar y un día me dijeron que si quería probar. Me quedé a entrenar, empecé con ello y hasta hoy… La verdad, ha pasado mucho tiempo. Entonces tenía nueve años y todo ha cambiado bastante. Allí entrenábamos en la pista del colegio, sin pabellón ni nada…



¿Qué le queda de aquella niña que empezó en Bolaños de Calatrava?



El espíritu ganador. Siempre, desde pequeña, tuve en la cabeza que yo quería ser jugadora profesional. Me preguntaban: ‘¿Qué quieres ser?’. Y yo siempre decía: ‘Jugadora de balonmano’. Me enamoré pronto de este deporte y a día de hoy sigo enamorada y disfrutando.



Hablando ya de los Juegos. Fueron subcampeonas de Europa y se clasificaron para Río gracias a que Noruega ganó el Mundial, pero ustedes perdieron en dicho campeonato contra Francia en octavos. ¿Qué aprendieron de aquel varapalo?



Sí, nos metimos gracias a Noruega, pero también porque hicimos un Europeo brillante. La verdad, prefiero haberme clasificado así antes que haber sido segundas en el Mundial y tener que buscar ahora la plaza en el preolímpico. Y de aquella derrota contra Francia hemos aprendido muchas cosas: que no te puedes desquiciar con los árbitros, que no le puedes dar alas a tu rival, que tienes que sentenciar los partidos… Muchas lecciones que nos servirán en el futuro.



Teniendo en cuenta ese contexto, ¿cuál es el objetivo de cara a los Juegos?



Obviamente, queremos ganar el oro, pero tenemos que ser realistas y sabemos que es muy difícil. El objetivo era estar en Río, y eso ya lo hemos conseguido. A partir de ahí, vamos a luchar hasta el final y ver cómo salen las cosas. En los Juegos, además, es necesario tener un poco de suerte. Y luego es verdad que ya tenemos la experiencia de Londres y eso nos viene bien. Allí estuvimos como en una nube… Ahora ya sabemos donde vamos y creo que aquella experiencia nos va a ayudar a que todo salga mejor.



Volviendo a hablar de usted. En los últimos años ha jugado en Dinamarca (Randers y Giöri), Rusia (Rostov) y ahora en Hungría (Siófok). ¿Tiene un poco el síndrome de Willy Fog?



[Risas]. Lo cierto es que cuando era joven jamás pensé que fuera a salir de España. Yo decía: ‘¡Con lo bien que se está aquí, para qué voy a irme fuera!’. Pero ahora estoy encantada. Es una gran experiencia: conoces otras culturas, otras formas de jugar al balonmano, aprendes a ser profesional y a cuidarte. Ya digo, en algún momento concreto tuve ofertas y siempre me negué, pero ahora –y con lo que pasó hace unos años– nos obligaron a salir a todas fueras y estoy encantada…



¿Qué es lo más raro que le ha pasado por ahí?



No te sabría decir. Rusia, por ejemplo, en cuanto al tráfico, es un poco una ciudad sin ley. Y en Dinamarca el primer año yo era un poco reacia a todo. Al final, venía de España y me costó el cambio. Pero el segundo año me fue muy bien y ahora lo echo de menos. A mí me gustó mucho Dinamarca, lo que pasa es que la cultura es muy diferente y te tienes que adaptar a sus horarios. Pero hay muchas cosas allí que son un lujo: el nivel de la educación, los días de maternidad que tiene la mujer… ¡Si hasta hay jugadoras a las que el Estado les financia los estudios!



¿Y ahora por qué Hungría?



Porque es un país en el que la calidad del balonmano femenino es muy alta. Allí están los dos mejores clubes de Europa, hay una liga muy competitiva, los equipos están fichando jugadoras extranjeras, los fans te siguen a cualquier parte… Por un lado, la competición es atractiva, y por otro, estoy cerca de mi novio. Y por eso estoy allí.



¿Ha aprendido el idioma?



Alguna palabra suelta, pero poca cosa… Al final, en el club y con el entrenador hablamos en inglés.



¿Se siente como una emigrante más de los muchos españoles que han tenido que irse de España por la crisis?



Sí, claro. Aunque seamos deportistas, somos unas más…



¿La emigración es un drama o una oportunidad?



Depende cómo te lo tomes. Al principio cuesta, pero luego es una buena oportunidad de conocer otras culturas y formas de hacer las cosas. Ya no sólo los deportistas, sino también alguien que tenga otra profesión y crea que puede progresar más rápidamente fuera de España. Evidentemente, si quieres puedes hacerlo un drama, pero también te lo puedes tomar como algo pasajero, intentar aprender y volver a España para ayudar con lo que has aprendido.



¿Qué imagen tienen de los españoles por ahí?



[Risas] Pues, como digo yo, que nos gusta mucho el jolgorio y somos un poco vagos… Siempre me dicen: ‘¡Fiesta!’. Y es mentira… Yo siempre les digo que no es así, pero claro, cuando ellos vienen a España están de vacaciones y se creen que nosotros nos pasamos así el resto del año.

Macarena Aguilar, preparada para disparar. RFEBM



Volviendo al balonmano. ¿No da un poco de pena la escasa repercusión que tiene actualmente (y siempre comparándolo con cómo se vivía, por ejemplo, hace 10 años)?



Sí, claro que da pena. Ya no sólo por los deportistas, sino también por los clubes, los patrocinadores… Nosotras tuvimos mucha repercusión después de Londres, pero en este Mundial, por ejemplo, ha bajado mucho el seguimiento. Es verdad que nos eliminaron pronto, pero no hubo casi medios de comunicación que nos mencionaran en la primera fase. Y eso es un problema porque no llegas a la gente. Nosotras podemos hacer las cosas muy bien, pero es muy difícil porque un año tenemos algo de repercusión, al otro nada…



¿Se ha hecho algo mal también por parte de los clubes y las instituciones relacionadas con el balonmano?



Supongo que sí. Yo creo que en un determinado momento, cuando iban bien las cosas, se malgastó mucho dinero. Y yo imagino que si se hubiera gestionado de otra manera… En cualquier caso, es imposible saber qué hubiera pasado. Pero sí, seguro que se han hecho cosas mal.



¿Y hay alguna solución para el problema?



Por nuestra parte, dejarnos la piel e intentar seguir cosechando éxitos. Pero también nos tienen que apoyar los medios, desde la Federación tienen que hacer un buen trabajo para promocionar el deporte… Pero es bastante complicado. Al final, sabemos que en España el deporte rey es el fútbol y los demás estamos un poco ahí detrás. Y todavía el balonmano es el tercer o cuarto deporte, pero otras compañeras que están consiguiendo medallas están todavía peor que nosotras…



¿Da rabia ver que el peinado de Cristiano Ronaldo es noticia antes que un español campeón del mundo?



Mucha, mucha… Hay muchos deportes y muchas noticias que dar, y se podría informar de ellos antes que del tinte de Cristiano Ronaldo o si no ha podido dormir o de lo que sea. A veces, los deportistas nos sentimos avergonzados y pensamos: ‘¿Qué periódico es éste que saca esto?'. Y cuando no hay nada, pues bueno. Pero hay veces que un español gana un campeonato del mundo y sale antes el peinado de Cristiano… Y aunque no esté relacionado con mi deporte, digo: ‘¿Por qué no están ellas?'. Esa boxeadora que acaba de ganar o esa persona de esgrima. Da la sensación de que los medios se están riendo de nosotras.



¿Es diferente eso en Dinamarca o Hungría?



Sí, pero porque en Hungría –aunque hay fútbol– se le da más importancia a lo nuestro. Y en Dinamarca el deporte rey es el balonmano y el segundo el bádminton… Allí las chicas que juegan anuncian botellas de agua y están en todas partes. No tiene nada que ver.



Tras los éxitos de Londres, ¿os habéis sentido valoradas?



Yo creo que sí. Londres cambió un poco el deporte femenino. Hubo más apoyos, gente que nunca lo había visto se aficionó. Durante un tiempo se notó, pero ahora ha vuelto a bajar.



Pues habrá que remontar en Río… ¿Cómo se lo imagina?



Es el sitio donde vamos a ganar el oro. Pero no hago apuestas ni nada. En Londres dije: 'Si consigo medalla hago esto, y después no hice nada…'. Así que a disfrutar. Beberé cervezas, eso sí… [Risas]



Por último, una curiosidad: ¿Es tan divertida la Villa Olímpica como se pinta desde fuera?



Tampoco te creas… Tienes lugares para pasear y parques, pero tampoco hay mucho tiempo para otra cosa. Hay mucha seguridad, y luego te puedes encontrar con Gasol y Kobe Bryant, y eso impacta.



En Londres se hizo fotos con algunos, pero le faltó Bolt…



Sí, él lleva mucha seguridad. Pero también lo comprendo. Está ahí concentrado y, de repente, entra en el comedor y hay 5.000 personas que quieren hacerse una foto contigo… Pues agobia, la verdad. Pero también es cierto que Gasol sí que lo hacía, jamás decía que no, y a veces tenían que sacarlo y decir: ‘Dejadle comer y luego…’. [Risas].

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