Todo le había salido a la perfección al Atlético. Todo, absolutamente, todo. Entrenó el planteamiento y lo reprodujo a la perfección sobre el campo. Saúl marcó el primero con un disparo de esos que cortan el viento y el conjunto de Simeone aguantó las acometidas del Barcelona sin cesar. Unas veces apoyado en su defensa y otras en Oblak, que apareció hasta en tres ocasiones para evitar el gol azulgrana. Pero a toda esa estrategia llevada a cabo con precisión le sobraron ocho minutos. En el 82 apareció Suárez para poner el empate y rascar un punto que es oro para el Barça y poca cosa para los rojiblancos [narración y estadísticas: 1-1].

Antes, sonó el vinilo de un gran partido, de un clásico, pero lo hizo con algún cambio en la partitura. Entre la música rutinaria, ese rock añejo del Metropolitano y el himno a capela, se filtraron los silbidos a Piqué y los “¡Viva España!”. El Wanda dio la bienvenida al Barcelona ataviado con banderas de España y algún que otro toro –ese que no falte–. Hubo menos escudos de lo habitual y menos rojiblanco, pero mucha más rojigualda. Poco importa. Eso, al fin y al cabo, sólo fue una nota discordante en estos días turbios. Pitado el inicio, todo cambió. ¿La culpa? Sobre el césped, más allá de la política, dos tesoros nacionales, dos equipos que comparten enemigo común y una historia de partidos memorables en los libros de historia.



Así fue en el pasado y así sigue siendo en el presente. Con el Atlético más necesitado y, también, más fino en el arranque. Los de Simeone, que requerían una victoria para no perder comba en Liga, reclamaron la pelota y monopolizaron el juego. Incluso, contaron ocasiones reiteradamente. A saber, una de Griezmann que salvó Ter Stegen, inconmensurable durante todo el partido, y otra de Correa que no encontró portería. Dos fogonazos que precedieron al definitivo, un disparo de Saúl desde la frontal del área que dijo adiós al palo y fue a parar entre las mallas. Pero, claro, al otro lado estaba el Barcelona…



Y, sobre todo, andaba por allí Messi, que fue de menos a más, pero que no encontró la llave durante la primera mitad. Ni él ni el Barcelona, que tocó, mantuvo la posesión, pero no creó apenas peligro. Sólo Suárez, con alguna intentona e Iniesta lograron mandar la pelota a puerta en toda la primera parte. El muro del Cholo, como de costumbre, se mostró firme. Y así, para qué engañarnos, es muy difícil. Tanto que el Atlético se fue con ventaja al descanso y apareció en la segunda sin cambiar un ápice su planteamiento.



Al Cholo le salió bien su apuesta en la primera mitad y la intentó mantener hasta el final. Poco importó que Suárez, nada más comenzar la segunda parte, sacara un buen disparo, o que Oblak, en una falta lanzada por Messi, tuviera que salir al rescate. El Atlético se mantuvo fiel a su estrategia inicial. Defendió con corrección, no se precipitó al salir desde atrás y esperó que pasaran los minutos en pos de aumentar la ventaja en una contra. Y, aunque lo hizo bien, no aguantó. En el minuto 82, apareció Suárez para poner el empate en el marcador y congelar la respiración del Wanda. Y, ya de paso, darle un punto de oro al Barcelona.

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