Temía el Atlético vivir lo mismo que en la primera jornada, lo ocurrido contra el Girona, caer en la trampa del equipo que se estrena en su estadio. Quizás, repetir ese mal arranque y meterse en problemas. Todo eso, seguramente, lo tenía en la cabeza. Sin embargo, no lo hizo. Llegó con la lección bien aprendida a Las Palmas y sentenció el partido nada más comenzar, entre el minuto tres y el cinco, en apenas 180 segundos. Los de Simeone se adelantaron y los locales claudicaron. Recuperaron cierta esperanza durante algunos tramos del partido, pero acabaron sepultados por el peso de esos dos fogonazos iniciales [narración y estadísticas: 1-5].



“Tiene que dar un paso adelante”, le reclamaba Simeone a Correa en la previa. Y el argentino no quiso que su técnico esperara demasiado para corresponder a su llamada. Recibió la pelota nada más empezar, en el minuto 3, recortó dentro del área y la colocó en el palo largo. Su segundo gol en dos partidos -el primero lo hizo contra el Girona- y la confirmación de que, como también dijo su entrenador, “este tiene que ser su año”. Ante Las Palmas, sustituyendo a Griezmann, sancionado dos partidos por insultar al árbitro, y con Vietto acompañándolo en ataque, tratando de que sus fogonazos, habituales en determinados momentos, encuentren continuidad en el tiempo, durante los 90 minutos.



Él fue el encargado de abrir el marcador y Carrasco el que le dio continuación, a su manera, tan solo dos minutos después: el belga entró por su costado, encaró a su par, lo dejó en la cuneta y la puso pegada al palo para hacer el segundo. Y, cumplida la tarea, el Atlético se dejó llevar. Reprodujo comportamientos, rutinas y efectos. Mantuvo el tipo en defensa, no dejó que el electrónico cambiara de cifras ni que Las Palmas asomara por la puerta del gol. Y, además, lo hizo sin Gabi, al que sustituyó Thomas en el once inicial, y sin Filipe Luis, que, recién recuperado de su lesión, le cedió el sitio a Lucas.



El Atlético encontró el viento a favor y no quiso desaprovecharlo. Si acaso, tuvo un despiste nada más comenzar la segunda mitad. De nuevo, por un fallo defensivo en un balón que llegó por alto: Momo la puso y Calleri recortó distancias. Pero esa ilusión, ese espejismo, se desvaneció en apenas unos minutos. Los que tardó Koke en sacarle brilló al balón y colocarlo donde nadie lo puede parar en un abrir y cerrar de ojos. Primero, con un disparo directo a la escuadra, y después, con una tijera de esas que sólo logran los equilibristas del balón. Y la guinda la puso Thomas antes del final del partido. 



Sentenció el Atlético con esos tres goles y puso en evidencia todos los males en su rival. Las Palmas cosechó su segunda derrota en dos jornadas y, de paso, dejó que algunos, como es natural, se acordaran de Quique Setién, el mismo que salvó al equipo y luego encontró el destierro por respuesta. Sin él en lo espiritual, el equipo insular cayó progresivamente en el segundo tramo de la pasada campaña y ha empezado igual de mal este curso, sin Roque Mesa y sin Boateng, y con recambios que todavía no terminan de enterrar en el olvido a los anteriores. Muy al contrario que los colchoneros, que sumaron tres puntos y se retiran al parón de selecciones con cuatro puntos y, sobre todo, sin olvidar lo que fue (y lo que sigue siendo). 

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