Ya lo tiene, ya se hizo la foto, ya es oficial. Cristiano Ronaldo se ha coronado por cuarta vez como mejor jugador del año y ya toca su preciado Balón de Oro, ese por el que siempre compite aunque en las últimas semanas dijera que "no es una obsesión". El trofeo, máxima expresión de éxito individual en el fútbol, lo consigue en el año en el que más vaivenes ha dado su vida deportiva (y, por qué no, también personal), en el año con menos éxitos individuales, pero en el que se coronó campeón de las dos competiciones más importantes que pudo jugar. 

Poco se parece el Cristiano Ronaldo de diciembre con el de enero. Para entender al de hoy, ya con el Balón de Oro en sus manos, hay que entender al de ayer. Al Cristiano que explotaba contra sus compañeros en febrero ("si todo el equipo estuviera a mi nivel, igual seríamos primeros" o "si no tienes a los mejores, no ganas" soltó tras perder ante el Atlético en el Bernabéu), al Cristiano que sufrió la ira del Bernabéu, pitado en cada uno de los encuentros hasta el cambio de actitud y resultados a partir de abril o al Cristiano que vivió apático un posible declive que le llevó a estar más que nunca puesto en la diana. Ahora, recién renovado y con el trofeo al mejor jugador del mundo, suena a chino una posible crítica, pero durante los primeros meses de este 2016 muchas fueran las voces que pedían una venta de Cristiano. "Es que no le marca a ningún equipo grande, solo al Malmö", se escuchaba por cada esquina.  

Resurrección

Y la verdad es que hubo un tiempo en el que Cristiano estuvo muy cuestionado. Y fue en este 2016 por el que ahora se le premia. Su rendimiento había bajado, con menos goles que años anteriores, con una influencia mucho menor que otras temporadas y con alguna que otra señal de frialdad con el club. Eran los tiempos en los que el portugués no mostraba claramente el amor por el Madrid que ahora muestra y los meses en los que el club vivía en una tensión constante. Todo iba encaminado a un desastre hasta que llegó la primavera... Y se asentó Zidane.

El francés ha acabado siendo clave en la mejora futbolística y anímica del portugués, ya que le dio todos los galones del equipo y le alegró cada día los oídos, muy diferente a lo que ocurría antes, con un Benítez que no consideraba que Cristiano fuera el mejor del mundo. Se podría decir que Cristiano solo ha hecho tres meses muy buenos (abril, mayo y junio) por otros tres discretos (septiembre, octubre y noviembre) y tres muy malos (enero, febrero y marzo). La clave es que los buenos son los decisivos, donde están los títulos, donde se fabrican los balones de oro.

Ganó lo máximo que se puede ganar

Es muy difícil negarle el máximo triunfo individual al líder de los dos equipos campeones de las competiciones más importantes del fútbol en el año natural, que es lo que premia el Balón de Oro. Los datos, goleadores y colectivos, le avalan. No es lo mismo ser decisivo en uno o diez partidos de Liga que en uno de la parte final de la Champions. No es lo mismo marcar al Deportivo que al Barcelona. No es lo mismo hacer buenos partidos en abril o mayo que en febrero o en noviembre. El fútbol, que no es una ciencia exacta, no es igual según que meses y según que partidos. Y a Cristiano Ronaldo se le premia por su papel en los dos grandes éxitos a nivel colectivo del 2016: la Champions del Real Madrid y la Eurocopa de Portugal.

Mucho tendrá que agradecer el portugués a sus compañeros por el Balón de Oro conseguido, porque esta vez sí tiene influencia lo que hicieron otros por él y no al contrario. Los éxitos de su club y selección son los que le han aupado a lo más alto de un trofeo que, recuerden, se da únicamente con votos de periodistas de todo el mundo, volviendo a su modelo original y que se paralizó con la fusión con los premios de la FIFA desde 2010. Su individualismo ha estado menos acentuado que otras veces y sus grandes apariciones se ha limitado a pocos partidos. No fue Pichichi de la liga española (lo fue Luis Suárez) ni de la Eurocopa (Griezmann), pero sí de la Champions, con 16 goles, una media de más de gol por partido. Y, sobre todo, fue campeón de Europa dos veces en un mismo año. Y eso le hace ser el mejor de 2016.

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Cristiano no ha sido el jugador determinante que fue en 2014, cuando ganó hasta hoy su último Balón de Oro, pero ha sido el líder del equipo campeón de los dos grandes torneos de este año. Y eso que no aportó mucho en ambas finales, pero llegar hasta ahí fue principalmente mérito suyo. Sirva como resumen que cuando el Real Madrid necesitó a Cristiano, el portugués estuvo ahí. Estuvo cuando el Barcelona se iba a 13 puntos en Liga en el Clásico y, con 10 jugadores y previo gol anulado a Gareth Bale, marcó el gol que dio la victoria al Madrid en el Camp Nou y que provocaría el posterior hundimiento del eterno rival en el mes de abril. Estuvo también en la remontada al Wolfsburgo, que no se puede considerar como la hazaña del siglo, pero había que aparecer para marcar los tres goles que dieran la vuelta al 2-0 de la ida en Alemania. Y estuvo en uno de esos momentos que por muy fáciles que parezcan, no lo son, como bien han demostrado sus rivales este año por el Balón de Oro, que fallaron en esa misma situación.

Ronaldo marcó el penalti que dio la undécima Copa de Europa, algo a priori sencillo que no lo es tanto cuando se recuerda que Griezmann aquél día falló el penalti que tuvo y que Messi, en la Copa América, erró el suyo en la tanda decisiva de la final ante Chile. La historia se ha escrito muchas veces desde los once metros y es ahí donde se decide el futuro de una generación. Bien lo sabemos en España, donde Cesc Fàbregas pasó a ser un ídolo tras anotar el último penalti en los cuartos de final ante Italia de la Eurocopa 2008, donde empezó todo. Este año ha servido para comprobar que un penalti no es gol y que hay que estar ahí para marcarlo. Cristiano estuvo, Messi y Griezmann no.

Cuarto Balón de Oro en los tiempos de Messi

Y con Portugal también estuvo cuando se veía ya eliminada. Apenas jugó 25 minutos de la final y marcó solo tres goles, pero Cristiano emergió cuando la selección lusa estaba desahuciada. Lo hizo en el último partido de la primera fase ante Hungría, con Portugal eliminada y necesitada de su líder para llegar a octavos. Cristiano marcó dos goles, empató él solo el partido y su selección acabaría clasificándose tercera de grupo. Después eliminó a Croacia en la prórroga, a Polonia en los penaltis y en las semifinales, con un 0-0 ante Gales, Cristiano apareció con un portentoso cabezazo en un salto que simboliza ya a la Portugal campeona. Lo demás, ya lo saben. Portugal campeona de un gran torneo por primera vez en su historia. Y de que una selección que nunca había ganado nada y con pocas estrellas en su equipo venciera esta vez tendrá algo mérito Cristiano, indiscutible líder y capitán de una selección, que consiguió lo que los otros dos grandes del fútbol del país vecino, Eusebio y Figo, no hicieron: ganar algo con Portugal.

Es el cuarto Balón de Oro de Cristiano Ronaldo y todos ellos en los tiempos de Messi. En una década dominada por el jugador argentino, considerado para muchos el mejor futbolista de la historia, Cristiano Ronaldo está a solo uno, lo que da más valor al trofeo de este año y a la progresión de las últimas temporadas. Cristiano es ya el jugador que tiene una mayor diferencia de años entre su primer y último Balón de Oro, un espacio de ocho temporadas (el primero fue en 2008), tiempo en el que lo normal es que un futbolista no aguante siempre al máximo nivel. Pero Cristiano aguanta. Son cuatro veces nombrado mejor jugador del año y nueve veces en los últimos diez años en el podio.

Acaba así el que será su mejor año deportivo: Champions, Eurocopa, renovación millonaria y Balón de Oro. También ganó la Supercopa de Europa (que no jugó) y queda a la espera del Mundial de Clubes. Es Cristiano Ronaldo, cuatro veces bañado en oro, ya historia viva del fútbol. 

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