Hay tipos que, por lo que sea, necesitan de determinados contextos para dar lo mejor de sí mismos. A veces, el estar cerca de casa. O el tener al lado a la familia. O, simplemente, el poder quedar con los de siempre el viernes por la noche para disfrutar de una cerveza. Detalles o nimiedades para algunos; la vida, sin embargo, para otros. El caso es que, sin entrar en razones, estas personas precisan que su entorno esté en orden para poder rendir. Como le ha ocurrido, en cierto modo, a Iago Aspas. ‘Filho’ de talento prematuro, explosión temprana y recorrido de pendiente escarpada. Jugador de fogonazos, fichaje de relumbrón en Liverpool y Sevilla, y, tras dar muchas vueltas, líder del Celta. Este domingo, autor de dos goles en el empate contra el Betis (3-3), los que le sirven para sumar los mismos en Liga que Luis Suárez y Messi (nueve todos ellos), y quedarse a uno de Ronaldo, Pichichi.



Iago, como Pablo Neruda en su Oda al presente, tendría que rendirle pleitesía a lo que vive actualmente. Su primavera, en otro tiempo marchita, florece en el Celta a sus 29 años. Quizás, su mejor momento como futbolista, lo que se resume en once goles en total (nueve en Liga y dos en Europa League), pero también en su influencia en el equipo (tres asistencias, además de lo que aporta a nivel de juego). Aspas es, hoy por hoy, el jugador más decisivo del conjunto vigués junto a Guidetti, que, aun así, tan solo ha conseguido hacer tres tantos. Es decir, está a una distancia sideral, pero acostumbra a ser su escudero. Y bien que les va, a pesar de las bajas en veranos pretéritos o de lo que sea.



El gallego se ha convertido a la postre en el sustento del Celta en Liga, donde marcha noveno a tres puntos de los puestos europeos. Y también en la Europa League, donde los vigueses se la juegan en próximo jueves: necesitan una victoria contra el Panathinaikos y que el Ajax empate o gane al Standard de Lieja, que está con los mismos puntos, pero con el goalaverage a favor. Eso sí, lo harán sin su talismán, sin Iago Aspas, que está sancionado y tendrá que ver el partido desde la grada. Desde allí sufrirá, cerrará el puño y quién sabe si celebrará el pase de los suyos.



Pero esta coyuntura en Europa League, la que lo deja fuera de un partido decisivo, no es más que el último revés que le ha dado la vida. Aspas, como saben, ya tuvo que sufrir algunas caídas a lo largo de su trayecto. Se alzó en el Celta, pero cayó posteriormente en sus experiencias en Liverpool y Sevilla. A ambos lugares llegó como estrella en ciernes; y de ambos se fue con más pena que gloria. De la ciudad hispalense, incluso, tras varios rifirrafes con Emery y con un particular cartel que ha desmentido el tiempo: el de eterna promesa.



Tras todo aquello, regresó al Celta. A su tierra, a sus orígenes y a sus manías. Su gente lo recibió y él se cosió el escudo al pecho para confirmarse como líder del equipo vigués. Lo hizo primero junto a Nolito y, tras su marcha, tomó el mando huérfano de pareja. Y ahora, vive su particular Oda al presente. A sus 29 años y con mucho por delante. Siempre bajo el cielo de su ciudad. En definitiva, disfrutando del presente, como recitaba Neruda. “Si, escalera, sube en el presente, peldaño tras peldaño, firmes los pies en la madera del presente, hacia arriba, hacia arriba, no muy alto, tan solo hasta que puedas reparar las goteras del techo, no muy alto, no te vayas al cielo, alcanza las manzanas, no las nubes, ésas déjalas ir por el cielo, irse hacia el pasado”. Pues eso.

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