“Si no les gusta mi estilo, me importa un bledo, por decirlo de una manera educada”. Y ya está. No hay más que decir. Con esta frase, Luis Enrique resumió, hace tiempo y en pocas palabras, su filosofía de vida. Él tiene su carácter, su forma de ser y su modo de hacer las cosas. A partir de ahí, que cada uno que piense lo que quiera. Nunca ha pretendido llevarse bien con todo el mundo, ni siquiera lo ha intentado. Para qué. Es antimadridista y odia a la prensa, así de simple. Y sí, ha tenido problemas con ella. “Lo sabemos y esperemos que sea diferente”, reconocía el presidente de la Federación, Luis Rubiales, en su nombramiento como seleccionador. Ya se verá.



A sus 48 años, es difícil que cambie. Sus frases están ahí, en la hemeroteca, para ejemplificar cómo es. Pero hasta ahora no pasaba nada. Ser antimadridista en el Barcelona es lo normal, pero en España representa a todos, a los que visten de blanco y a los azulgranas. Y, también, a todo el país, a pesar de su creencia en la superioridad de los catalanes. “Ellos son la hostia, están muy adelantados a lo que es España, en general”, confesó no hace tanto, en una entrevista publicada en Youtube con el ciclista Ibon Zugasti.



Todo eso ha levantado suspicacias en algunos aficionados. Sobre todo, en los madridistas. En los últimos años, el seleccionador había sido un hombre poco conflictivo. Del Bosque y Lopetegui eludían las polémicas. Y Luis Aragonés, aunque más incendiario, tampoco estaba tan marcado. Si acaso, el que más se le parece en carácter y en revuelo mediático es Clemente, aunque ‘Lucho’ todavía esté a mucha distancia de él. Lo que es una certeza es que con Luis Enrique cambia la política comunicativa de España, que hasta ahora concedía regularmente entrevistas a los periodistas –incluso con el seleccionador–. Desde ahora, aunque no esté confirmado, podría ser diferente.

Luis Enrique da instrucciones durante un partido con el Barcelona.



Receloso de los valores del Madrid (“soy más radical que Piqué”, llegó a decir), siempre reconoció que se sentía “raro de blanco” y que estaba mejor “con el azulgrana”. Eso no lo ha escondido en un país que calificó “de pandereta”, donde la “tecnología no sabía si ayudaría mucho a los árbitros”. Luis Enrique ha dejado clara su opinión, pero se tendrá que adaptar a la selección, donde le espera José Francisco Molina, que ha sido nombrado nuevo director deportivo de la Federación en sustitución de Fernando Hierro.



Un atlético y un barcelonista dirigiendo la parcela deportiva. Ellos dos serán los que marquen el devenir del fútbol patrio en los próximos años, sin cambiar en demasía, manteniendo el estilo de juego, pero modificando algunas cosas. El objetivo de Rubiales con el fichaje de Luis Enrique es que el asturiano se encargue de la evolución del tiqui-taca, como hizo en el Barcelona cuando sustituyó al ‘Tata’ Martino y encaminó a su equipo hacia un triplete en su primer curso –y a nueve títulos en sus tres temporadas–.



Ahora, Luis Enrique, parcial desde que se enfundara la azulgrana y profesara desde la distancia el antimadridismo, tendrá que ser el entrenador de todos. Ese es su objetivo y su mayor reto. En lo deportivo, sus logros son incuestionables. En cambio, en comunicación y unidad tendrá que dar un paso adelante. Esa es su cuenta pendiente. Con los catalanes, los que “son la hostia”, y con el resto de España, esa que está menos avanzada, pero con la que tendrá que contar. Qué remedio. 

Pep Guardiola y Luis Enrique.

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