Gary Lineker acabó hasta el ‘gorro’ de los alemanes -de ahí aquella frase-, los brasileños no quieren ver a los germanos desde 2014, los chilenos siguen intentando borrar de su memoria la pesadilla del pasado domingo y los españoles todavía no entienden cómo pudieron caer el viernes en Cracovia (Polonia). Todos, en definitiva, se preguntan: ¿por qué los teutones, en todas sus versiones, lo ganan todo? ¿Por qué están de moda? ¿Por qué juegan tan bien? ¿Cómo puede ser? Pues bien, que hayan ganado la Eurocopa sub-21 (ante España, 1-0) y la Copa Confederaciones (frente a Chile, 0-1) este fin de semana no es casualidad. No es fruto de una pócima secreta o de una suerte circunstancial. Tiene una explicación y, aunque no lo crean, es bastante más evidente de lo que pueda pensarse.



Para entenderlo toca retrotraerse al año 2000. Entonces, la Mannschaft, triple campeona del mundo (54, 74 y 90), cae en la fase de grupos de la Eurocopa de Bélgica y Países Bajos. Y, claro, en Alemania saltan todas las alarmas. La DFB (Federación de Fútbol germana) cree que tiene que hacer algo para cambiar la dinámica negativa de la selección y se reúne con la Bundesliga para buscar soluciones. Y, finalmente, entre ambas organizaciones deciden impulsar el fútbol base: crean estructuras profesionales en las categorías inferiores de los clubes y buscan técnicos titulados que se dediquen a entrenar y a captar el talento de los más jóvenes. ¿El objetivo? Que Alemania llegara con un buen equipo a su Mundial en 2006.



Los frutos de aquel esfuerzo se han ido traduciendo en éxitos con los años: en la Eurocopa de 2004, los germanos volvieron a caer en la fase de grupos, pero a partir de ahí todo cambió. La Mannschaft mejoró en todas sus citas: fue tercera en los Mundiales de Alemania 2006 y Sudáfrica 2010, y campeona en Brasil 2014. Y, a nivel continental, fue subcampeona en Austria y Suiza 2008, y semifinalista en los dos últimos campeonatos (Polonia y Ucrania 2012, y Francia 2016). Sin perder su identidad, pero modernizando su juego en cada torneo.

Weiser celebra su gol contra España. Reuters



El culmen ha llegado este verano. El viernes, la sub-21 ganó la Eurocopa con un equipo que combina el juego de posesión con las transiciones rápidas. Con Arnold llevando la manija del equipo, con la potencia de Gnabry, la versatilidad de Meyer y el buen tino de Weiser, autor del gol en la final contra España (1-0), un cabezazo precioso que entró por la escuadra. Y, en el banquillo, Stefan Kuntz, máximo goleador de la Bundesliga en 1986 y 1994, y con experiencia internacional (jugó en el Besiktas una temporada). En definitiva, una combinación que dio al traste con los sueños de la ‘Rojita’, que, a pesar de su dominio durante todo el campeonato, cayó cuando se veía levantando el trofeo.

EL EQUIPO 'B' DE LA ABSOLUTA



Ese éxito de la sub-21 lo secundó la absoluta el pasado domingo. Y lo hizo, precisamente, con una selección plagada de jugadores jóvenes (11 de ellos menores de 23). Joachim Löw quiso que la Copa Confederaciones fuera “un campo de pruebas” de cara al Mundial de Rusia 2018. Y la apuesta le ha salido redonda. La Confederaciones no sólo le ha servido a Alemania como un test para la cita del próximo verano, sino también como un simulacro real. La Mannschaft, con el equipo B, se comió a Chile en la final (0-1) con un gol de Stindl. Un éxito que se debe a aquella apuesta por crear academias y cambiar el paradigma del fútbol germano: pasar de lo físico a lo técnico.



La nueva Alemania, la que ganó a Chile, no es ni siquiera la de 2014. El equipo que levantó la Copa del Mundo en Brasil exhibía el juego de posición como su mejor arma. Tocaba, mantenía la posesión y controlaba el partido con la pelota en los pies. El que ha ganado la Confederaciones, en cambio, es un equipo más vertical, que no renuncia a la pelota pero prefiere el vértigo: triangula desde abajo y sale con rapidez a la contra. Dos versiones con un mismo origen que coincidirán el próximo verano en el Mundial de Rusia 2018. Una combinación explosiva que deriva en un fútbol total, lo más parecido a aquella ‘Naranja mecánica’ a la que Alemania le arrebató el Mundial del 74.



Los tiempos han cambiado. Alemania, tras ganar la Copa del Mundo en el 90, pasó por una crisis de juego. Pero, en el año 2000, con la creación de esas academias, lo modificó todo. Apostó por la educación y, desde 2006, empezó a moldear el rosto de su fútbol. Eligió a Jürgen Klismann para que iniciara la transición en el Mundial de Alemania y después, cuando éste faltó, le cedió el testigo a Joachim Löw. Y el germano, definitivamente, ha sabido conjugar el pasado con el presente, lo físico con lo técnico, lo vertical con el juego de posesión. Y el resultado está a la vista: la Mannschaft, como España no hace tanto, domina el fútbol mundial. Quién sabe por cuánto tiempo.

Los alemanes celebran el título de la Confederaciones. Reuters

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