Era sólo un partido. Tan solo 90 minutos. Sin embargo, Mourinho se jugaba la temporada entera. Ganar la Europa League ante el Ajax equivalía a salvar la temporada, a desterrar la palabra fracaso y, de paso, a conseguir el objetivo fijado con su llegada: clasificar al United para la Champions League. Y dicho y hecho. El Manchester levantó su tercera copa esta campaña después de lograr la Community Shield y la Copa de la Liga. Es decir, la victoria no sólo ‘maquilla’ el curso, sino que la eleva a un nivel superlativo. Porque sí, el United no se hizo con la Premier League, ni siquiera acabó entre los cuatro primeros, pero se hizo con las tres competiciones del KO. Y, eso, para qué engañarnos, no está nada mal en su inicio como red devil [narración y estadísticas: 0-2].



Lo hizo, de todas formas, sin hacer demasiados esfuerzos. Tan solo tuvo que esperar para que Pogba y Mkhitaryan encontraran la portería. Suficiente para que Mourinho, que no juega finales, sino que las gana (14 de 12 disputadas, según Mr. Chip), se hiciera con su cuarto título continental. En su palmarés ya lucen dos Europa League (Oporto y Manchester) y dos Champions League (Oporto e Inter de Milán). Es decir, se puede (o no) estar de acuerdo con el fútbol que propone el portugués, pero lo que no se puede poner en duda es su efectividad. Y tampoco sus resultados, a la vista entre las vitrinas de cada uno de los equipos a los que ha entrenado.



A veces, esa gloria la ha cosechado sufriendo, pero esta vez no. Y no fue así, porque hubo un equipo, el Ajax, que lo intentó sin suerte. Desde el primer minuto, buscó la pelota, la mantuvo en posesión y miró de frente a su rival sin importarle su nombre o su historia. Certificó, de alguna forma, todo lo que se venía diciendo de ellos en la previa. Que eran un equipo joven (22 de media al inicio del partido), que tenían talento, que contaban con futbolistas muy interesantes y que no iban a decaer. Y no, no lo hicieron en ningún momento. Aguantaron con el balón en los pies y mecieron la pelota con el Manchester metido en su área. Es decir, los holandeses lo hicieron todo bien, excepto una cosa: encontrar la llave para marcar el gol. Algo, por cierto, muy importante.



El Ajax dispuso de la pelota y el Manchester manejó los tiempos. De hecho, el equipo de Mourinho siguió el plan establecido y lo cumplió a la perfección. Se encerró en su campo e intentó hacer daño de dos maneras: o bien con transiciones rápidas percutiendo por las bandas o bien buscando que Fellaini bajara los balones largos de cabeza. Y así, marcó. En la primera mitad, con un disparo de Pogba que golpeó en un defensor, engañó al portero y se metió dentro. Y, en la segunda mitad, en un córner, Smalling se la puso a Mkhitaryan y éste, a la media vuelta, anotó el segundo.



Bastó con eso. O quizás con algo más. Con que Ander Herrera, elegido mejor jugador del partido, diera una exhibición. El español, que creció bajo la tutela de Bielsa aprendiendo el gusto por el juego de posesión, mostró una evolución que muchos desconocían. En el doble pivote, robando pelotas, organizando el juego y mandando a la hora de atacar. Daba igual que sobre el campo estuviera el jugador de los 100 millones de euros, Pogba, o algunos que podrían pasar por galácticos. La estrella, esta vez, fue Ander. Y Mourinho, tan contento. Al fin y al cabo, tanto uno como otro -y, por supuesto, el Manchester- son de Champions. Eso está claro. Aunque su victoria, por las formas y el fondo, fuera de Europa League. 

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