El ser humano busca imposibles constantemente. Se empeña, se empecina y se lo cree. ¿Por qué no?, se autoconvence, en múltiples ocasiones. Si yo lo valgo, pensará. Y, en efecto, muchas veces, ocurre. Los milagros y las utopías se dan. Por eso hay quien lo intenta, quien no se deja caer bajo ningún concepto, quien rema a pesar de la corriente de la ceniza expulsada por sus enemigos, quien empuña la fe sin límites. Eso sucede. Y el Valencia lo sabe. De hecho, este jueves (21:30 horas), con Mestalla en plena ensoñación de cálculos numéricos, probará. El equipo de Marcelino se acogerá a ese pequeño porcentaje que estima plausible su avance hacia la final de Copa, la ejecución del Rey y su alzamiento en un trono ajeno al que no tiene acceso desde hace 10 años -última final a la que llegó-. 



De primeras, lo tiene todo en contra. El Valencia afronta el partido tras acumular su peor racha de resultados en todo el curso: cinco derrotas consecutivas en sus últimos enfrentamientos entre Copa y Liga. Llega, también, con Pereira y Murillo lesionados, y Guedes justito –entró en la convocatoria, pero Marcelino confirmó que no partirá de inicio–. Y comparecerá, para más inri, tras caer en el Wanda Metropolitano (1-0) y con la necesidad de darle la vuelta al resultado adverso de la ida en el Camp Nou (1-0). Es decir, un gol del Barcelona le obligaría a meter tres. El reto, por lo tanto, es magnánimo, casi imposible. “Pero tenemos la ilusión y sabemos que lo podemos hacer”, reconoció el técnico valencianista en Madrid el pasado fin de semana.

Piqué trata de meter la pelota en el área. Reuters



Lo anterior debería bastar para sacar una conclusión evidente: el Barcelona es plenamente favorito para clasificarse para la final de la Copa del Rey que tendrá lugar el próximo 21 de abril. Pero, si todos esos datos anteriores no son suficientes, hay otros muchos que anticipan la hazaña como imposible. El conjunto de Ernesto Valverde afrontará el partido en un gran momento, con la Liga prácticamente resuelta y con la sapiencia de ser el mejor: es el Rey de copas (tiene un total de 29, más que ningún otro equipo), ha estado en las últimas cinco finales y ha levantado el trofeo las tres últimas temporadas. Da miedo.



A todo lo anterior se suma que Valverde llega prácticamente con todos sus efectivos y con una única duda: si jugará Piqué –podría forzar después de caer lesionado en el derbi contra el Espanyol (1-1)– o lo hará Yerry Mina. Pero, eso sí, parece que será este último el que comparecerá en Mestalla. El colombiano, aunque no ha jugado ningún minuto, tiene todas las papeletas para disputar su primer partido oficial con el Barcelona. No hay razón para pensar lo contrario. Vermaelen, ahora lesionado, ya demostró en su momento que –pese a los dimes y diretes–, era capaz de rendir a buen nivel. Esta vez le tocará al central cafetero.



Con esos prolegómenos, Valencia y Barcelona se enfrentarán este jueves en un partido con sabor añejo y cartel de día grande. Ambos saben que están, en principio, a 90 minutos de hacer historia. “Soy optimista porque estamos a un encuentro de disputar una final”, reconocía Marcelino en la previa. Y a eso se acoge su equipo. Contra el Rey de copas, sí; en busca de un imposible, también. Pero en su estadio, con su gente y un pensamiento interiorizado: es posible. Lo sabe el valencianismo, lo saben los jugadores y lo quiere su entrenador. El resto depende del Barcelona. O puede que sólo de Messi. Quizás eso sea lo único que sean incapaces de controlar. 

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