El marcador, al descanso, hablaba por sí mismo. 0-3, festival del Liverpool, el Sánchez Pizjuán en silencio, Berizzo enfadado en la banda… El partido, en fin, estaba para que los reds se fueran a Inglaterra tras golear. Sin embargo, el Sevilla hizo suyo ese lema tan atlético de creer en lo imposible. Se conjuró en el vestuario, miró a la grada y saltó al terreno de juego para comerse el césped, para ahogar al equipo de Jürgen Klopp. Y llegó el primero. Y el segundo. Y el tercero. Y casi el cuarto. Empató el partido. Se abrazó, disfrutó y celebró. Y, de paso, se queda a un punto de los ‘reds’, que están obligados a ganar su último partido frente al Spartak de Moscú para pasar como primeros de grupo a octavos [narración y estadísticas: 3-3].



Antes, de primeras, el partido amaneció complicado. El Liverpool tardó dos minutos en adelantarse. Nada más. Llegó a Sevilla, pidió una caña y, mientras, se puso a jugar al fútbol. O, mejor dicho, a mandar en el marcador. Sin tardar mucho, marcó el tanto iniciático. Peinó Wijlnaldum en el primer palo y remató Firmino en el segundo. Cumplió con su deber y siguió su plan: anotó y se metió en su campo, porque si algo sabe el equipo de Klopp es jugar a la contra con ventaja. Y a eso se dedicó en la primera mitad, con los andaluces reaccionando tras el gol –Nolito la mandó al palo y Ben Yedder la colocó muy cerca del poste–, pero cayendo después en picado.



Se volcó el Sevilla en buscar el empate, dejó espacios atrás y lo pagó caro. El Liverpool, de nuevo, repitió jugada: Firmino peinó en el primer palo y Mané remató en el segundo. Y, tras anotar el segundo, dejó al Sánchez Pizjuán en silencio con otro más. Eso sí, con otra ejecución, pero con los mismos protagonistas. Mané llegó en carrera al área hispalense, disparó y el rechace de Sergio Rico lo aprovechó el delantero brasileño para empujarla a puerta y confirmar la superioridad de los hombres de Jürgen Klopp, que no ganaron en la estadística de posesión, pero sí en el electrónico.



La historia, sin embargo, cambió radicalmente en el segundo tiempo. El Sánchez Pizjuán se puso el traje de remontada, afinó la voz y empujó a los suyos hacia la consecución de una noche histórica. Y, en un primer momento, todos se lo creyeron. Alberto Moreno, ex del Sevilla, decidió involuntariamente hacerle un favor a su exequipo. Provocó primero una falta que lanzó Banega y culminó de cabeza Ben Yedder para hacer el primero de los hispalenses, y después derribó al delantero dentro del área para que éste anotara el segundo de penalti.



Y, claro, con dos en el marcador, el Sevilla se lo creyó. No dudó. Confió en sus posibilidades y acabó remontando el partido. En un último córner, el balón quedó templado en el área y Pizarro anotó el tercero. El resto, hay que vivirlo y verlo. La celebración en las gradas, las caras de los ingleses… y el resultado: un empate que sabe a victoria, que coloca al conjunto hispalense con siete puntos y a uno del Liverpool. Es decir, con la posibilidad de pasar primero. Lo importante, ya saben, no es cómo se empieza, sino cómo se acaba.

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