En Cardiff, tierra del dragón rojo galés, tendrá lugar este año 2017 el mejor y más importante partido de fútbol del año en todo el mundo: la final de la UEFA Champions League.

Cardiff, la vieja fortaleza en época de la conquista romana, Caerdydd en el dialecto galés, ciudad de apenas 300.000 habitantes, acoge el acontecimiento futbolístico del año. Para el Real Madrid, es una ciudad de grato recuerdo, allí conquistó su segunda Supercopa, 2-0 ante el Sevilla con doblete de Cristiano, y fue nada más y nada menos que el debut oficial con la casaca merengue de nuestro Kaiser Toni Kroos. Y de James Rodríguez. Ciudad de cierta belleza y muy acogedora, como son, en general, los galeses. Recuerdo haberla visitado muy de joven y me llamó sobre todo la atención el poco conocido National Museum Cardiff, con una notable pinacoteca (obras de Monet, Van Gogh, Cézanne) y con esculturas tan emblemáticas como una magnífica reproducción en bronce de Le baiser, de Auguste Rodin, entre otras obras de arte.

Se enfrentan, como en Amsterdam 1998, los dos equipos más populares y queridos –a la par que odiados y envidiados- de sus respectivos países, el Real Madrid y la Juventus de Turín, conocida –en un juego de palabras ingenioso– como “la Vecchia Signora”, club fundado en 1897 (el segundo más antiguo de Italia tras el viejo Genoa, il Grifone, creado en 1893).

La Juventus es el equipo más laureado de Italia en campeonatos de liga, o scudetti; con el que acaban de lograr este año ya suman 33, muy por delante de los 18 que suma cada uno de sus rivales de la ciudad de Milán, el Internazionale y el AC Milan. Paradójicamente, sus numerosos entorchados caseros no se han visto correspondidos en Europa, ya que tan sólo tiene en sus vitrinas (junto a Recopa, Uefas y hasta Intertoto) dos Copas de Europa, una de las cuales es, a su vez, el recuerdo más triste de toda su historia, ya que se ganó tras la terrible tragedia del Estadio Heysel de Bruselas ante el Liverpool en 1985.

Contrasta mucho este palmarés en UCL (2 victorias por 6 derrotas), con el majestuoso del Real Madrid (11 victorias por 3 derrotas). Se trata pues del duelo entre el equipo que más veces ha levantado el mejor trofeo del mundo frente al que más veces ha caído derrotado en la final.

Como bien sabemos los madridistas que ya peinamos canas –y tenemos alguna que otra entrada-, estas estadísticas no significan nada de cara a la final de este año. Bien lo sabemos puesto que estuvimos nada menos que 32 años –de frustraciones y de sinsabores– entre nuestra Sexta (en 1966) y nuestra Séptima Champions (1998). Es cierto que el Madrid lleva 5 finales seguidas ganando la final, pero no hay que menospreciar al rival ni dar el partido por ganado ni mucho menos, ante todo tenemos que respetar a nuestro contrincante y también a nuestra propia historia.

El peligro mayor de la Juve, además de su calidad y de su prodigiosa línea defensiva, puede radicar precisamente en los 21 años que llevan esperando a volver a ganar la “Orejona”, desde aquella tarde de mayo de 1996 en el Olímpico de Roma, y por penaltis, ante el fabuloso Ajax de Van Gaal de los De Boer, Van der Sar, Davids, Finidi, Kluivert... 21 años desde entonces, y 4 finales perdidas de corrido, ante el Borussia (1997), el Real Madrid (1998), el AC Milan (2003) y hace 2 años ante el FC Barcelona.

La Juventus de 2003, finalista de la Champions League.

Generaciones enteras fabulosas de jugadores de la Juventus no pudieron levantar la Copa de Europa: el propio Zidane tuvo que venirse a Chamartín para conquistarla; Nedved, Trézeguet, Baggio, Pirlo, Cannavaro, Montero, Thuram, Ibrahimovic, por citar a algunos de ellos, no lograron culminar este objetivo, al menos como jugadores juventinos. Gianluigi Buffon, su emblema y capitán, en el club desde 2001, sueña cada noche con el único trofeo importante que se le resiste. En las últimas semanas, por cierto, hay una curiosa –que no sorprendente– corriente en España, por medio de los numerosos envidiosos y antis que pueblan nuestro país, en la que se afirma día sí, día también, que “el fútbol le debe un Balón de Oro y una Champions a Buffon” o que “la Juventus merece su tercera Champions”. Sería más fácil, a mi entender, aparcar el cinismo y la hipocresía y que esta gente afirmara simplemente que “deseo con todas mis fuerzas que palme el Madrid” pero bueno, lo de la lírica de que gane un cavaliere como Buffon queda mucho más poética y florida. Las tiendas de deporte españolas están vendiendo esta semana todo su stock de maglie bianconere, muy llamativo resulta ver pasear, orgullosos de ser “neojuventinos”, a colchoneros por ejemplo con el '9' del Pipa Higuaín, o a culés con el '6' de Sami Khedira a la espalda.

Volviendo a la final ya pronostico que no va a ser nada fácil para el Madrid. Los 21 años de espera, las ganas de un triplete histórico –y nunca conseguido-, Dani Alves, Higuaín con su afán de reivindicación, la veterana BBC piamontesa (Barzagli, Bonucci, Chiellini), Mandzukic, muchas parecen las cuentas pendientes que saldar. Además de los 39 años de edad de Gigi Buffon ante – quizás– el último tren que pasa por delante de él. Más la clase imperial de Dybala, cuya exhibición en la ida de cuartos de final envió al Barcelona al infierno de donde lo había rescatado en la eliminatoria anterior el ya mítico Deniz Aytekin en lo que yo definiría como “la remontada más estéril e inútil de la historia”.

En este tipo de partidos, es muy importante ser el primer equipo en abrir el marcador. Y, contra la Juventus, aún más. Como decía estos días pasados el central Chiellini en rueda de prensa, el sistema defensivo de su equipo no es que defiendan 3, 4 o 5, ni que trabajen más el marcaje por zonas o a veces hagan pressing individualizado, sino que su éxito radica en manejar siempre una defensa de 11. Parecen una legión romana en formación de tortuga, a simple vista inexpugnables. Al atacar, nuestro equipo debe hacer ejercicio de paciencia y de desgaste. Y, en defensa, tiene que estar hiperconcentrado el sábado, además de ser más solidario que nunca. Darlo todo, lo vamos a dar, eso es evidente. Pero no hay que tener el mínimo despiste ante un equipo con tanto oficio como el piamontés. Su 11 tipo tiene una media de edad de 31 años, y su único presumible titular de menos de 25 años es Paolo Dybala que tiene 23. El 11 tipo más habitual del Madrid tiene poco más de 28 años de edad media. Esa puede ser una buena baza madridista, algo más de juventud y presumiblemente de energías físicas. Otra baza importante será, cuando se vayan apagando las luces y las fuerzas, la vitalidad de los posibles revulsivos desde el banquillo: Asensio, Lucas, Morata, Kovacic.

El Madrid, por otra parte, no necesita, por historia, motivación extra: espíritu ganador, independientemente de esquemas, estilos, tácticas u otras zarandajas. Es un club que únicamente está hecho para ganar. En esta ocasión, todos sus jugadores tienen un aliciente añadido, que es, si logran la victoria, hacer historia para convertirse en el primer club en repetir triunfo desde que se implantó el nuevo formato de UCL (en 1993). Se trata pues de sumar una nueva muesca en el revólver y quizás muchos componentes del plantel esto lo van a valorar, sin duda mucho más que una prima económica, por cuantiosa que ésta sea.

Me niego a seguir la corriente sobre que si el debate es Bale o Isco. Ambos son jugadores excepcionales y, además, de características completamente diferentes. Veo ventajas y desventajas en que juegue el uno o el otro desde el inicio. Pero hace tiempo decidí que ya que “Doctores tiene la Iglesia que os sabrán responder”, y como soy fiel discípulo/seguidor/epígono/incondicional/fan de Zidane, para mí quien tiene que jugar es simplemente LQDZ, es decir: Lo Que Diga Zidane. Ni más, ni menos. Lo mismo que si decidiese poner a Nacho o a Danilo en lugar de a Carvajal. Le apoyaré siempre. En esta línea, son de destacar las impecables declaraciones de Gareth Bale en el Media Day cuando puso una vez más al equipo por delante de los intereses personales. El debate ficticio Bale/Isco lo cerró automáticamente en ese momento el gentleman Bale. Y eso que sin duda, al ser nativo de Cardiff, sea el jugador con más ganas de hollar el césped del coliseo galés.

Bale e Isco, la duda de Zidane.

Capítulo aparte merece, una vez más, Zinédine Zidane. Héroe y leyenda de ambos contrincantes como jugador. Lleva ya 16 años ligado, en una u otra función, al Real Madrid. Jugador fabuloso y único, el Nureyev de las praderas, un diestro con una zurda exquisita, como entrenador (como ya escribí hace unas semanas), es una bendición para el madridismo, como gestor de talentos y de egos, como estratega, y cuyo comportamiento exquisito en las salas de prensa lleva sorprendiendo y maravillando desde hace año y medio. Como gran líder que es, antepone el bien común del grupo a las individualidades, sin menoscabar por ello el potencial de cada uno de los componentes del grupo. Podemos deducir fácilmente que cultiva mucho su faceta de coach individual dentro de su labor –principal y primordial- de coach colectivo. Y que sin duda, como ya lo ha declarado, su decisión más difícil este año va a ser, el próximo sábado, no elegir a los 11 titulares, sino designar a aquellos que ni se van a sentar en el banquillo y que van a tener que ver el partido, tras haber hecho todos ellos una gran aportación esta campaña, en las gradas del Millennium Stadium de Cardiff.

3 de junio. D-Day. Cardiff frente al mar. Zidane frente al mar. Pase lo que pase el sábado, Zidane y los suyos merecerán una ensordecedora ovación por esta gran temporada 2016-2017. Sólo por su declaración de amor el pasado martes durante el Media Day en Valdebebas, este maravilloso marsellés madrileñizado (MMM) merece, a mi juicio, llevarnos a la conquista de la Duodécima: “Tengo ADN Real Madrid, esta es mi casa. Pase lo que pase, este club va a estar en mi corazón porque es el club de mi vida”. Se me saltan las lágrimas. Qué grande es Zizou.