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Fran Ortuño con solo 16 años ya había construido un imperio empresarial que la mayoría de emprendedores tardaría décadas en lograr.

Su historia no es la de un deportista que se vuelve empresario tarde en la carrera, sino la de un joven que decidió temprano que el fútbol sería complementario a su verdadera pasión: los negocios.

Mientras sus compañeros futbolistas celebraban sus primeros contratos profesionales, este defensa español ya gestionaba múltiples empresas con una valoración combinada de decenas de millones de euros.

Ortuño comenzó su trayectoria empresarial a los 16 años, cuando dejó su hogar para perseguir la carrera futbolística. Fue entonces cuando descubrió una oportunidad inesperada. Tenía contactos valiosos en el mundo del deporte y un amigo diseñador gráfico con talento. Juntos vieron un nicho en las redes sociales emergentes: crear contenido para futbolistas.

"A los 16 monté la primera empresa y a los 18 la vendí", recuerda en el podcast Curvas Deportivas. Ese primer negocio fue su prueba de concepto. Comprendió que sus conexiones deportivas tenían valor comercial, y que la formación del sector creativo le permitía monetizarlas.

Fran Ortuño, en sus redes sociales

Hoy, con 23 años, su cartera empresarial abarca sectores dispares. Posee empresas especializadas en la inversión en el ámbito del fútbol, montando academias deportivas en países emergentes. Su empresa asesora a un equipo de fútbol en Gibraltar, como con otros clubes europeos. Gestiona inversiones inmobiliarias de sus inversores en República Dominicana, incluyendo propiedades en Samaná y Punta Cana.

Ha invertido en una marca de aceite de oliva que exporta a China y Japón. Y dirige una agencia de marketing que utiliza internamente para sus proyectos.

El contraste con sus ingresos futbolísticos es radical. "¿Más de dos millones de euros?", le preguntan en el citado podcast. "No, menos", señala. Su valor actual como jugador, según el portal Transfermarkt, ronda los 75.000 euros.

Sin embargo, la cifra total de su patrimonio empresarial alcanza mucho más. Las empresas en las que participa facturan "más de 60 millones de euros".

Lo sorprendente no es solo la cifra, sino su filosofía sobre dónde reside el dinero real. "El fútbol es mi hobby, es lo que me gusta, es mi pasión desde pequeño, pero lo que realmente da dinero es el mundo empresarial", afirma con una madurez que contrasta con su edad.

Su rutina lo confirma: se levanta a las 5:30 de la mañana, entrena entre las 9:30 y la 1 del mediodía, y dedica el resto del día a reuniones empresariales que se extienden hasta las 22:00 o medianoche.

Para Ortuño, la inversión no es un tema de suerte, sino de educación y disciplina. Aconseja a otros jóvenes deportistas que, antes de invertir, se formen mínimamente. "Mientras más riesgo, pues más beneficio tendrás", resume su filosofía.

Ha perdido dinero en algunas operaciones, pero sus ganancias han superado ampliamente esas pérdidas. Lo crucial, según él, es no tener miedo a equivocarse y entender que la mayoría de éxito empresarial proviene de pasar la barrera psicológica inicial.

Sus padres no están implicados en sus negocios. Ortuño atribuye su madurez financiera a haber abandonado el hogar tan temprano. "Cuando sales fuera de casa es cuando realmente ves la realidad", comenta.

A los 23 años, Ortuño ya ha hecho lo que la mayoría de deportistas nunca logrará: convertir el deporte en una fuente secundaria de ingresos. Su verdadero negocio es crear ecosistemas empresariales que generan valor sin depender de un campo de juego.