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El 11 de julio de 2010, la historia del fútbol español cambió para siempre. En el Soccer City de Johannesburgo, Andrés Iniesta firmó con su bota derecha el acto fundacional de una nueva España futbolística, una que dejó atrás décadas de frustraciones.

Aquel gol en el minuto 116, precedido por una jugada colectiva que encarnó el espíritu del llamado 'tiki-taka', fue mucho más que un simple tanto. Fue un símbolo.

España tocaba el cielo del fútbol por primera vez en un Mundial, culminando un camino que se había iniciado dos años antes en Viena y que tendría su cumbre final en Kiev, en 2012.

El tanto de Iniesta, que corrió tras el pase de Fàbregas para batir a Stekelenburg, quedó eternizado con una camiseta que decía "Dani Jarque siempre con nosotros", en recuerdo a su amigo fallecido.

Fue la estampa de una gesta construida desde la excelencia futbolística y la solidez grupal. Una generación dorada que logró lo nunca antes visto ni imaginado por el público español.

Cerrando viejas heridas

La final ante Países Bajos no fue un paseo. Los neerlandeses propusieron un partido áspero, tenso, al límite del reglamento.

Hasta 14 tarjetas amarillas y una roja se mostraron en el encuentro, convirtiéndolo en la final más bronca de todas. Pero España nunca perdió el control. Impuso su juego de posesión, de precisión, de paciencia.

Y cuando todo parecía encaminado a los penaltis, apareció el genio de Fuentealbilla para escribir el capítulo más glorioso del deporte español.

Aquel Mundial no fue fácil para la selección. El torneo empezó con una inesperada derrota ante Suiza (0-1) que hizo temer a muchos que España volvería a tropezar una cita más.

Pero los hombres de Vicente del Bosque reaccionaron con temple: ganaron los seis partidos siguientes por la mínima (1-0), construyendo una corona desde la eficacia defensiva y la belleza en ataque.

Con solo ocho goles a favor en todo el campeonato, España se convirtió en el campeón menos goleador… pero el más dominante en estilo.

Un ciclo irrepetible

El éxito en Sudáfrica fue la piedra angular de la era dorada del fútbol español, un periodo que arrancó en 2008 y se extendió hasta 2012.

Nadie, antes ni después, ha conseguido lo que logró España: Eurocopa, Mundial y Eurocopa en solo cuatro años.

En 2008, bajo el mando de Luis Aragonés, España rompió una maldición que duraba desde 1964. Ganó con brillantez la Eurocopa de Austria y Suiza, imponiéndose a Alemania en la final gracias a un gol de Fernando Torres.

La Selección de España ganadores de la Eurocopa 2012 Depor

Aquella victoria fue el primer paso hacia una revolución futbolística sin precedentes. La segunda joya de la particular corona que estaba forjando España llegó en Sudáfrica.

Y la tercera, en la Eurocopa de 2012 en Polonia y Ucrania, supuso una auténtica exhibición. España goleó 4-0 a Italia en la final, con tantos de Silva, Alba, Torres y Mata. Fue la mayor goleada en una final del torneo y la consagración del equipo.

Cambio en la historia

La clave del éxito estuvo en una generación de futbolistas tan talentosa como comprometida. Jugadores que, desde distintas posiciones, redefinieron el fútbol moderno.

En la portería, Iker Casillas fue un muro y un líder. En la zaga, Puyol, Sergio Ramos, Piqué y Capdevila formaron un bloque compacto y agresivo.

El centro del campo fue una sinfonía dirigida por Xavi Hernández, acompañado por Iniesta, Busquets y Xabi Alonso, un cuarteto que aún hoy es referente global.

Iker Casillas levanta la Copa del Mundo en 2010. REUTERS

Arriba, David Villa marcó goles cruciales y se convirtió en el máximo anotador de la historia de la selección. Torres, Silva y Pedro aportaron movilidad, velocidad y gol.

Todos, bajo el amparo de entrenadores que supieron potenciar el talento: Luis Aragonés sembró las bases; Vicente Del Bosque recogió los frutos con serenidad y sabiduría.

España no solo ganó, sino que enseñó cómo se debía ganar. Su estilo, el famoso 'tiki-taka', basado en el pase corto, la posesión y el juego asociativo, cambió la forma de entender el fútbol moderno.

Fue una evolución del juego de posición llevado a su máxima expresión. Una versión fluida, precisa y ofensiva que priorizaba el balón sobre el físico.

Popularizado por Andrés Montes durante el Mundial 2006, el término se convirtió en marca nacional.

Su eclosión se produjo en octubre de 2007, con una jugada ante Dinamarca que acumuló 65 pases antes de que Sergio Ramos anotara. Desde entonces, el mundo comprendió que España jugaba a otra cosa.

Gol de Iniesta para dar el Mundial de 2010 a España. REUTERS

Un legado que transciende

La victoria en Sudáfrica supuso también un fenómeno social sin precedentes. Más de un millón de personas abarrotaron las calles de Madrid para celebrar el título.

En plena crisis económica, la selección regaló esperanza, orgullo y alegría a todo un país. Un símbolo de unidad, de superación, de excelencia.

Desde entonces, España ha sido una de las favorita en todos los grandes torneos internacionales. El respeto ganado en aquellos años de oro ha perdurado.

Aunque no se ha vuelto a conquistar un Mundial, ni se ha repetido el triplete, la Roja sigue siendo sinónimo de fútbol de calidad.

El impacto también fue económico. Se calculó que una hipotética victoria en el Mundial de Brasil en 2014 habría generado casi 1.000 millones de euros de consumo.

El título de 2010 ya había elevado el valor de la "marca España" y potenciado la industria futbolística nacional.

Han pasado quince años desde aquel gol de Iniesta que lo cambió todo. Quince años desde que España dejó de ser una promesa para convertirse en realidad.

Quince años desde que el fútbol español se hizo adulto, conquistó el mundo y nunca más volvió a mirar hacia abajo.

Porque el 11 de julio de 2010 no solo fue una victoria. Fue el nacimiento de una nueva era. El día en que España se miró en el espejo del fútbol y vio a un campeón mundial.