El 18 de abril de 2021 quedará marcado como el día en el que cambió el fútbol europeo. Y, en gran medida, el fútbol mundial. La confirmación de la Superliga Europa, proyecto en el que se venía trabajando desde hacía tiempo y que llevaba años generando más interés entre los principales clubes continentales, vio la luz. Los 12 equipos históricos se erigían entidades fundadoras de esta nueva competición que sustituirá a la Champions, proporcionará mayores ingresos y permitirá al aficionado tener clásicos de Europa cada semana. Sin embargo, la tensión que se esperaba en los estamentos del fútbol no ha tardado en salir a relucir.

FIFA, UEFA, Federaciones nacionales y las propias ligas ya han mostrado en su mayoría una oposición total. Gobiernos como el francés o el británico también se han posicionado en contra. El Gobierno de España ha seguido esta misma línea por entender que esta Superliga "ha sido pensada y propuesta sin contar con las organizaciones representativas de este deporte, tanto a nivel nacional como internacional". La revolución del fútbol ya ha comenzado y la guerra de los entes deportivos también. De hecho, Ceferin, como presidente de la UEFA, ya ha amenazado con expulsar de las competiciones a los clubes fundadores, además de prohibir jugar a los futbolistas en torneos UEFA si también lo hacían en la Superliga.

Los argumentos más empleados para defender su negativa a la Superliga son los de la solidaridad en tiempos de crisis y la meritocracia deportiva para jugar las mejores competiciones. Hay quienes han puesto en duda que la Superliga, si no cuenta con el apoyo de los diferentes organismos, pueda salir adelante. Pero el proyecto está estudiado y no es cosa de una noche. Además, cuenta con referencias importantes en el mundo del deporte como la Euroliga de baloncesto. La mejor competición de baloncesto de Europa, la más importante a nivel de clubes tras la NBA, se creó hace 21 años con sensaciones similares a la Superliga. Más de dos décadas después, y tras varias modificaciones, sigue siendo el mayor atractivo para el aficionado.

2000, un inicio similar

Los aficionados del baloncesto no están recibiendo con sorpresa las primeras reacciones a la creación de la Superliga. Por aquel entonces, nacía la Euroliga con amenazas y críticas muy parecidas. Hace 21 años, el español Eduardo Portela anunciaba la creación de una competición continental a nivel de clubes paralela a la que tenía la FIBA con su particular Copa de Europa. La Euroliga daba sus primeros pasos a iniciativa de la ULEB -clubes- y tras un conflicto por los derechos televisivos.

El primer año no fue nada sencillo y los grandes clubes europeos se dividieron en partidarios de la FIBA y partidarios de la Euroliga. El nuevo torneo tuvo que convivir con la Suproliga, competición que creó la FIBA para seguir mandando. Pero bastó un solo año para que ULEB y FIBA se reunieran y pactaran la distribución del baloncesto. La Euroliga, como se ha demostrado, salía como ganadora de esta revolución. La FIBA se quedaba con campeonatos de selecciones y la Euroliga asentaba su competición de clubes. En 2001 los clubes de la Suproliga se sumaron a la Euroliga y en 2004 la FIBA reconoció a la ULEB como un 'igual' en Europa. Llegaba entonces una pequeña paz.

Jordi Bertomeu, director ejecutivo de la Euroliga Agencia EFE

La Euroliga estableció en sus inicios un formato con mayores dificultades de clasificación en el tramo final. Es decir, fase de grupos y posteriores playoffs. Sin embargo, en los últimos años se ha ido perfilando ese formato de competición idéntico al que quiere impulsar la Superliga. Clubes importantes con licencias fijas e invitación a determinados equipos para algunas temporadas. Lo que en los últimos días se denuncia como "liga cerrada" y que ha aplicado de forma progresiva la Euroliga.

Y es que en 2015 se firmó un contrato con IMG que lo cambió todo. Los 11 clubes con licencia A (Anadolu Efes, Fenerbahce, CSKA, Armani Milan, Barcelona, Real Madrid, Baskonia, Maccabi, Olympiacos, Panathinaikos y Zalgiris) aprobaban un cambio de formato para la temporada 2016/2017. De 24 equipos se pasaba a 16, con una liga regular de todos contra todos, unos cuartos de final y la posterior Final Four. Aumentaban los ingresos y se perfilaba la competición de futuro. A los 11 clubes se sumarían los campeones de tres ligas, el campeón de Eurocup -segunda competición continental- y otro salido de una fase de clasificación previa.

Esa nueva Euroliga generó el conflicto con ligas nacionales y FIBA, pues se ampliaba el calendario de la competición continental. Y las tensiones han ido a más desdes entonces, pues el organismo que lidera Bertomeu confirmó las licencias permanentes para Bayern y ASVEL con el objetivo de ganar mercado en Alemania y Francia, reduciendo la entrada al torneo por méritos de clasificación. A estos 13 equipos se sumarían para el año que viene el campeón y subcampeón de la Eurocup, las invitaciones (Wild Card) que entrega la propia Euroliga, y que el año que viene será para el Alba Berlín, y dos puestos más de los 18 clubes que habrá y que decidirá, nuevamente, la propia competición.

La Euroliga, como se puede comprobar, ha ido afianzando un formato de competición cerrada donde es la cúpula del torneo, formada por los clubes fundadores, los que deciden quién juega y quién no. A su favor está que la competitividad del torneo ha ido a más, el seguimiento entre aficionados también, las mejoras que se ha obligado a acometer a los clubes en aspectos como los pabellones y, por si fuera poco, los ingresos también han seguido una línea ascendente.

En los próximos tiempos se espera que se siga trabajando en el aspecto económico para sentar como norma que los clubes tengan cierta estabilidad financiera, sin depender de secciones de fútbol. Pero, por el momento, y síntoma del optimismo con el nuevo formato, la Euroliga implantará el mismo sistema en la Eurocup: licencias fijas de tres años y formato donde los partidos en casa, al ser más, tendrán mayor impacto económico.

Las claves del futuro

La Euroliga y la Superliga, por lo tanto, nacieron con atmósferas ligeramente similares. Críticas, apoyos de los grandes clubes, y un esquema de competición muy parecido cuya principal característica es el atractivo para el aficionado mayoritario. Pese a ello, hay detalles que marcan distancias entre Euroliga y Superliga.

La principal no es otra que la diferencia en los organismos existentes. Los clubes de Euroliga, representados con la ULEB, solo tuvieron que negociar con la FIBA. Por el contrario, en el mundo del fútbol y más en la actualidad, existen entes más poderosos y con un mayor reparto de competencias. En Europa está la UEFA, que a su vez la conforma la Federación, y a nivel internacional la FIFA. Si la Euroliga acabó negociando con la FIBA, en la actualidad la Superliga debería poner de acuerdo a FIFA y UEFA. Una lucha de poder y de organización mucho más complicada que la del 2000.

Además, también habría que tener en cuenta el peso de los jugadores. Desde sindicatos continentales como FIFPro ya han trasladado algunas preguntas tras el anuncio de la Superliga, con principal preocupación ante la amenaza de la UEFA de prohibir a los jugadores disputar encuentros con sus selecciones nacionales. En el baloncesto, por ejemplo, no fue hasta el 2018 cuando se creó el primer sindicato de jugadores de Euroliga (ELPA) y que conforman exjugadores y jugadores actuales de la competición. Pero cabe recordar que ya con el anuncio de la primera Euroliga se produjeron las mismas amenazas: no se jugarían ni los JJOO. Algo que, como se ha comprobado en el tiempo, no ha pasado.

Aleksander Ceferin, durante un evento de UEFA EFE

Pero, por encima de todo, están las consecuencias de crear una Superliga de fútbol. En la Euroliga la batalla con la FIBA ha aumentado en los últimos años. Especialmente tras esa revolución del 2016, cuando al Euroliga eliminó los grupos para establecer un todos contra todos que aumentaba el calendario y la exigencia. La FIBA no se lo tomó bien y creó la Champions Basketball -con dos campeones españoles desde entonces-, además de establecer las famosas 'Ventanas FIBA'. Justo esto es lo que puede suceder en el fútbol.

Partidos de clasificación con las selecciones en las que los clubes no ceden a sus jugadores y que acaban conformando convocatorias con nombres mucho menos habituales. En el caso de España, las últimas 'Ventanas' no contaron con jugadores NBA ni con las principales estrellas de Euroliga, sino con otros talentos como Francis Alonso, Jaime Fernández o Fran Guerra. El atractivo para el aficionado es menor y más de una selección importante ha sufrido contratiempos. Eslovenia, por ejemplo, fue eliminada en las 'Ventanas' de 2018 un año después de ser campeona de Europa ante la imposibilidad de llevar a su mejor plantilla. Incluso está la duda de los árbitros, pues Euroliga y FIBA mantienen diferentes cuerpos colegiales.

Respecto a la teoría de que las ligas nacionales podrían verse perjudicadas, por el momento se ha asegurado que estas competiciones continuarán sin problema dado que los horarios serían los habituales de la Champions. En el caso del baloncesto, la Euroliga no ha afectado a ligas como la ACB más que en el cansancio físico de las plantillas, afectadas por la acumulación de competiciones y la falta de descanso.

El ejemplo, por lo tanto, existe. Los conflictos que surgirán no son nuevos. 21 años después, una nueva competición de élite se crea. Sin embargo, ni el montante económico que se mueve es el mismo, ni los intereses de distintas organizaciones es menor. La Superliga parte con ventaja y su supervivencia está asegurada.

 

[Más información: Real Madrid, Barcelona, Atlético y otros nueve clubes anuncian la creación de la Superliga]

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