Sevilla

Ganó la Copa del Rey el equipo que más la deseó. También la afición que más empujó, la misma que llevaba once años sin festejar un título. Demasiado tiempo en barbecho para un club acostumbrado a verse entre los grandes de España. El Valencia CF, que ansía volver de donde vino hace ya demasiado, se proclamó campeón mucho antes del pitido inicial. Al césped del Benito Villamarín unos salieron de fiesta, con la grada incendiada. Los otros, que llegaron esa misma mañana como en un viaje incómodo pese a tratarse de una final, lucieron de negro entierro. Y así les fue. [Narración y estadísticas: Barcelona 1-2 Valencia]

El Barcelona cierra la temporada con un solo título, no menor, pero apocopado cuando en mayo la palabra triplete no era una osadía. La noche de Anfield, de la que nunca se amanece, sigue doliendo, aunque un doblete hubiera supuesto un verano menos intranquilo del que se adivina. En otro tiempo, cuando la Champions era un sueño más que una necesidad, el club hubiera festejado con vehemencia la consecución de dos títulos. Pero no este año, cuando la herida de Liverpool sigue abierta. Y lo que queda para cicatrizar.

El Valencia CF salió con el once inicial que llevó al equipo a clasificarse cuarto en Liga y entrar en la próxima Champions. Guedes, Gameiro, Soler, Parejo, Rodrigo... Marcelino, incluso, siguió confiando en Wass para el lateral derecho, cuando en un arranque de supervivencia ante el temor fundado de posibles incursiones de Jordi Alba podría haber optado por Piccini, menos talentoso, dicen que más defensa. Pero el técnico valencianista no dejó nada en el banquillo, sabedor de que el rival se presentaba taciturno. Quizás Kondogbia, que llegaba con olor a enfermería, y Santi Mina, a quien últimamente solía entregarle la camiseta de titular si el rival vestía de blaugrana.

Marcelino pide calma a los jugadores del Valencia REUTERS

Ernesto Valverde eligió, entre las estrecheces provocadas por un abrupto final de temporada, a un desnortado Coutinho y a Sergi Roberto para acompañar arriba a un Messi que se plantó en Sevilla cabizbajo, todavía con la mente -y el corazón- en la batalla perdida con estrépito en Anfield. Con Luis Suárez mirando a la Copa América y un Dembelé que conoce en exceso a los médicos del club, el entrenador blaugrana puso a Arthur, esta vez sí, queriendo que fuese la brújula del equipo. El brasileño defraudó. 

El Valencia se comió al Barcelona en el inicio

El Valencia, cómodo atrás de arranque, pudo adelantarse muy pronto. En el minuto cinco, tras un error en el corte al lanzarse abajo, Lenglet dejó a Rodrigo Moreno solo ante Cillessen. El delantero valencianista dribló al meta, tal vez en una elección equivocada, y Piqué rebañó el balón en la línea de gol. 

Siguió el partido sin sorpresas. El Barcelona, dominador del balón, que no del fútbol, y el Valencia sin rubor en la expectativa. Hasta el minuto 21, cuando Gayá le ganó la espalda a Semedo y puso el balón en la media luna. Gameiro, que empiezar a perfilarse como aquel que fichó el Atleti tras explotar en Sevilla, clavó el balón en la escuadra derecha. Era el inicio soñado del Valencia. Ponerse por delante, esperar y prender arriba como una traca, con chispa y estruendo. 

El dos cero fue casi un calco a la jugada del primero, pero por banda derecha. Soler, hercúleo en la carrera ante Alba, ganó el esprint y besó el balón con el interior de su pie derecho para ponerlo en la cabeza del otro delantero valencianista, Rodrigo. El cronista catalán que este periodista tenía al lado lanzó la mejor lectura posible a esas alturas: "Estamos deprimidos".

Solo Messi dio la cara por el Barça

Solo Messi se mostró capaz de despertar al Barcelona de su letargo de la primera parte. Pero al argentino no fue capaz de desprenderse de ese aura de pesimismo que ha rodeado a su equipo en el tramo final de la temporada. Y si cuando encuentra un hueco para lanzar un zurdazo se topa con la mano del meta Jaume, como segundos antes de terminar los primeros 45 minutos, el Barcelona se va al vestuario con un Everest por conquistar.

Leo Messi se tapa la cara tras el segundo gol del Valencia REUTERS

Valverde movió ficha en la segunda parte. Sacó de inicio a Arturo Vidal por un perdido Arthur, retrasó a Sergi Roberto al puesto de Semedo, que se marchó a la ducha, y situó a Malcom en el extremo diestro. Muchos barcelonistas en la grada se preguntaban por qué seguía Coutinho, un jugador convertido en un simple esbozo del que llegó de Anfield para secar las lágrimas de la marcha de Neymar. Su equipo tiene un problema con él este verano. En caso de querer venderlo, hoy vale mucho menos de lo que pagaron por él. Habría que calibrar si una mala venta, en cambio, es un buen negocio para el equipo del año que viene.

El Valencia fue mucho peor en el segundo tiempo. Reculó en exceso, probablemente por una temporada más larga de lo que acostumbra en los últimos tiempos. Messi hizo el 1-2 tras aprovecharse de un rechace de Jaume en área pequeña. Al Barcelona le restaban 20 minutos por delante más el añadido. Su afición vio la oportunidad de engancharse a la final viendo cómo Piqué se situaba de delantero centro para recibir de espaldas, lanzar paredes y tratar de cazar algún balón por alto.

Undiano Mallenco, árbitro en la final, se despidió del fútbol con el pitido final y el 1-2 en el marcador. No se sabe si también dijo adiós al banquillo Valverde, que queda muy tocado tras el último mes. Mientras, Marcelino ganó la primera final que disputaba en su carrera. El Valencia levantó su octava Copa. En la última, ante el Getafe, lo entrenaba Koeman, el holandés que trajo la primera Champions a las vitrinas del Barça.