Sábado, 11 de junio de 2016. Puerto de Marsella, Francia. Las autoridades han prohibido la venta de alcohol a los negocios locales desde 24 horas antes de los partidos hasta 24 horas despues. Sin embargo, nadie, ni de la Gendarmería francesa, ni de los cuerpos de seguridad de los diferentes países desplazados, ni de la propia UEFA podía esperarse el infierno que la ciudad de la Costa Azul estaba a punto de vivir. Lejos de los clásicos choques entre hooligans que vivió el fútbol europeo en los años 90 del pasado siglo, la Eurocopa 2016 se convirtió en un campo de batalla. Y sólo los ultras rusos eran conscientes de la situación.

Con una maniobra envolvente digna de paramilitares formados en los Balcanes o en Ucrania, los hooligans ingleses se vieron rodeados de la nada por una manada de perros sedientos de sangre. Aquel vídeo dio la vuelta al mundo, mostró lo que Rusia negaba y dejó a Vladimir Putin en evidencia, pues muchas eran las fuentes de información que situaban al gobierno de Moscú como el facilitador de los viajes de aquellos ultras a Francia en una aerolínea sospechosa por sus relaciones con el Kremlin, además de elevar las sospechas sobre la formación militar de aquellos 'aficionados al fútbol'.

Poco después de aquellos incidentes de 2016, un reportaje de BBC2 desveló como los hooligans rusos que sembraron el pánico en el sur de Francia no habían hecho más que dejar su carta de presentación, pues su verdadero objetivo es el Mundial de 2018, el que Rusia jugará en casa con sus divisiones de radicales preparados para dar la bienvenida a todo extranjero y con especial 'cariño' a los ultras ingleses.

La batalla de la Eurocopa de Francia 2016 PODIUM

Hasta entonces se están dejando ver por Europa con su ala más radical al frente: Fratria, los causantes de la muerte de un ertzaina durante sus enfrentamientos con la policía autonómica en la previa del Athletic Club - Spartak de Moscú de la Europa League.

La hermandad ultra del Spartak

Cansados de sus similitudes con los tradicionales hooligans ingleses -a los que todo ultra quiere medirse para demostrar su decadencia-, en 2005 nació Fratria, que significa 'hermandad', y que en el caso del Spartak de Moscú aglutinó a ultras de diferentes secciones radicales. The Union, Devils Band, Gladiators Firm, Opposition, Boxer’s Team o Wild Boars. Todos estaban presentes. Casi 10.000 miembros y todos con un credo común.

Ultranacionalistas y xenófobos, especialmente con lo que en Rusia se denomina 'caucásicos' -rusos de ascendencia y rasgos asiáticos a los culpan de todos los males de la Madre Rusia-, la Hermandad nació en la batalla del parque Sokolniki, donde más de 1.000 ultras del Sparkat protagonizaron una espectacular pelea con otros tantos radicales del CSKA, también moscovita. Sin embargo, no nacerían a los ojos del mundo hasta que en 2010 Egor Nikolaevich Sviridov, un joven aficionado del Spartak, fuera asesinado por rusos caucásicos tras un partido de su equipo.

Al día siguiente, 5.000 personas se dieron cita en el centro de Moscú en una manifestación ilegal que bajo el lema "Rusia para los rusos" terminó en fuertes altercados con la policía devolviendo a escena el fantasma de los pogromos de la época zarista cuando se produjeron diversas algaradas antisemitas a inicios del siglo XX.

Gimnasios y bosques

Hubo quien no vio las llamadas de atención, quien no comprendió la magnitud de lo que crecía en Rusia hasta que fue demasiado tarde, hasta que la Eurocopa de Francia 2016 se tiñó de sangre recordando aquellos enfrentamientos de hooligans ingleses y alemanes con la policía en el Mundial 1998, también en Francia, donde el gendarme Daniel Nivel quedó en coma durante seis semanas siendo el último miembro de seguridad herido gravemente por los radicales hasta el día de ayer en San Mamés.

Esas llamadas de atención llegaron sobre todo en forma de vídeos en YouTube. Vídeos en los que se veía a los ultras de los diferentes equipos moscovitas a golpes en bosques nevados. Peleas en las que sólo se pueden usar los puños, en las que están prohibidas las armas blancas o de fuego. Peleas que sirven de entrenamiento para las reales. Peleas que les preparan para lanzar ataques veloces, sin piedad, de extrema violencia. La 'blitzkrieg' de los ultras que sorprendíó a los ingleses en Marsella.

Pelea en el bosque entre ultras del Spartak y del CSKA PODIUM

Pero su credo va mucho más allá. Nada de alcohol, nada de drogas y una preparación espartana, profesional, con cientos de horas de gimnasio, que les iguala con militares, paramilitares y policías, muchos de estos también entre sus filas. Y sin embargo con un código que honor que les impide atacar a los aficionados normales del resto de equipos, pues para ellos el rival son los ultras del equipo contrario -especialmente los del CSKA y los del Zenit de St. Petersburgo- y las fuerzas del orden.

No sólo no rehuyen la confrontación con la policía sino que estando acostumbrados a los despliegues de 10.000 a 15.000 agentes para el derbi moscovita entre Spartak y CSKA, sus salidas al resto de Europa son para ellos mucho más cómodas, tal y como demostraron en Bilbao, donde la Ertzaintza contaba únicamente con 800 ultras de Fratria.

Mundial 2018

El problema, sin embargo, va mucho más allá de los ultras del Spartak -además de Fratria existe otro grupo llamado Gladiator Firm 66-: Shady Horse del CSKA, los Orels Butchers del Lokomotiv o los ultras del Zenit y del Torpedo Vladimir son los grupos que se unirán en el próximo Mundial para "un festival de violencia".

Así se expresó uno de los ultras rusos entrevistados por Alex Stockley von Statzer en el documental El ejército hooligan de Rusia de BBC2. "No veo nada de malo en lo que hacemos. Hay quien colecciona sellos, a otros les gusta escalar, a otros conducir. Nosotros peleamos. Y sinceramente creo que es mejor que beber, fumar o tomar drogas", se justificaba.

Así ha sido la batalla campal que han provocado los ultras del Spartak de Moscú en Bilbao E. E.

Una amenaza real para uno de los eventos que debe de servir de escaparate ruso al mundo, especialmente tras el fracaso de los Juegos Olímpicos de Sochi, en 2014, cuando Rusia no quedó en muy buen lugar con su polémica legislación sobre la comunidad LGTBI. Para evitar tales altercados, el gobierno ruso se ha mostrado muy activo aprobando diversas leyes para prohibir la entrada de los ultras a los estadios así como para ampliar la presencia policial en las calles en los días de partido. Medidas que, por otra parte, no parecen haber sacado a los hooligans rusos de sus habituales rutinas, como por desgracia han hecho patente en Bilbao.