1. Hay obras. Al madridismo le gustaría que fuera mentira para que las iracundas sospechas culés (es decir, que Florentino se cachondea de ellos) fueran ciertas, pero la verdad es que lamentablemente las hay. Digo “lamentablemente” no porque me parezca mal el objeto de las obras (la tan buscada remodelación comienza al día siguiente del último partido de Liga en el Bernabéu), sino porque todo sería más divertido si en efecto lo de las obras fuese una invención. 

Si realmente es inevitable que la razón verdadera sean unas obras, el madridismo preferiría (de nuevo por puro animus iocandi) que dichas obras consistieran en la tan celebrada remodelación de unos simples urinarios en lugar de tratarse de un emprendimiento que consumirá tres años y muchos millones de euros.

La Copa del Rey en el césped del Santiago Bernabéu. Efe

Aunque se trate de esto último, convendría tal vez que el Madrid declarara públicamente que lo que le impide prestar su templo es en efecto una obra relativa a los retretes, a fin de garantizar que el barcelonismo rabiase tanto como la tradición demanda y que de la boca de Joan Gaspart brotaran los espumarajos más burbujeantes desde que, hace años, se instaurara este ritual impagable de la exigencia pública del Bernabéu para la Final.

2. Al Real Madrid no le gusta para qué se le pide el Bernabéu. Ni el espíritu más ingenuo puede ignorar que el morbo de solicitar el Bernabéu por parte del Barça tiene que ver con causas políticas. Le he cogido manía, de tanto repetirse año tras año, a la palabra 'aquelarre', pero un buen acto independentista sí se cocina ahí. Produce rubor ponerse en plan madre, pero es que hay cosas que no se hacen y que al Madrid no le gusta que se hagan en su casa (porque es su casa). Por ejemplo, silbar un himno. El de España, el de Holanda o el de Burkina Faso.

Hace años, en un amistoso España-Francia en el Calderón, se silbó el himno francés, cosa altamente repugnante. No tengo más remedio que consignar aquí, a modo de paréntesis enteramente personal, una pregunta que no va a gustar a nadie. ¿Cómo no va ser Cataluña parte de España cuando en su tierra habitan miríadas de tipos capaces de abuchear un himno nacional? Es posible que haya quien haya dicho esto antes, pero nada hace a Cataluña más española que silbar el himno de España.

Lástima que al Real Madrid, dueño de esa propiedad privada, no le agrade lo más mínimo esa rancia manifestación de españolismo por parte de las masas culés. Si el Atlético de Madrid, en cambio y por ejemplo, considera una digna despedida para el viejo Vicente Calderón -al que antes nos referíamos- el albergar en su seno un acto de estas características, no tengo por mi parte nada que objetar, y me consta que el Real Madrid tampoco.

3. Al Real Madrid no le gusta cómo se le pide el estadio. Lamento insistir en este tono propio de regañina materna, pero las cosas hay que pedirlas bien. El Barcelona no sólo pide fatal el Bernabéu para la Final de Copa, sino que lo pide fatal desde siempre y cada vez peor.

Si ya tiene un punto impúdico el solicitar que alguien te invite a su casa cuando de ese alguien no ha salido nunca espontáneamente la iniciativa de invitarte, la cosa toma caracteres de profundo bochorno cuando la petición se convierte en insistencia, y cuánto más si además esa insistencia va acompañada de ademanes chulescos, risotadas de seco escepticismo e indignación precipitada. Un diario catalán titulaba hoy algo parecido a esto: “El Barça pedirá el Bernabéu para que el Madrid (diga que no y) se retrate”.

¿Qué forma es esa de solicitar un favor? “Te iba a pedir que me invites a tu casa (porque sé que es tu casa) para hacer en ella un montón de cosas que a ti no te gustan, pero acabo de caer en la cuenta de que en lugar de pedírtelo te lo voy a exigir bajo la presunta amenaza (tiembla, tiembla) de que si tú no me cedes tu casa para que yo haga en ella todas las cosas que a ti tanto te desagradan vas a quedar retratado como lo que eres: un miserable, un rastrero y (como memorablemente decía hace poco un locutor argentino) un hijo de sesenta o setenta sistemas solares absolutamente infestados de putas”.

Hombre, yo no entiendo mucho de asuntos de protocolo, pero me parece que no es este un modo muy inteligente de llevar a cabo un ruego o solicitud, suponiendo que el Barça verdaderamente quiera jugar la Final en el Bernabéu, lo que a la luz de la citada portada cada vez está más en entredicho. Si sus órganos de comunicación afines así lo dejan caer, se diría más bien que el Barça realiza esta petición con el único objetivo de dejar mal al Madrid, que (y esta es mi impresión personal) de cara a sus socios y simpatizantes queda sin embargo fenomenalmente bien. Los demás, los no simpatizantes, van a seguir odiándole haga lo que haga.

4. Al Real Madrid no le gusta quién le pide el estadio. Los barcelonistas descuentan que esta es la única razón de fondo para la renuencia madridista al préstamo de sus instalaciones, y hay que darles la razón en que es una de ellas, pero no la única. Sí una muy comprensible. En la propiedad privada se consagra el derecho de admisión, y el Real Madrid quiere mezclarse lo justo con entidades deportivas imputadas dirigidas por cúpulas hiperimputadas para las cuales juegan varios futbolistas imputados que se distinguen (aparte de por jugar muy bien al balompié) por agredir impunemente a sus rivales y tratar de mediatizar sistemáticamente al árbitro rodeándolo y/o engañándolo cuando en realidad no hace falta porque los de arriba, los también imputados, ejercen ya un manejo de los estamentos tan notorio que hasta un antimadridista tan furibundo como el Cholo Simeone ha terminado por caerse del guindo.

Además, las huestes blaugranas, en su última visita copera al Bernabéu con ocasión de una Final, destrozaron múltiples lavabos e inodoros, los mismos sobre cuyo largo proceso de reparación tanto se quejan después.

5. Al Real Madrid no le da la gana prestar su estadio al Barça para la Final. Sobre este punto ya hemos incidido con anterioridad. Es su estadio, su propiedad privada, y se la cede a quien estima oportuno. Extenderme en este punto me produciría un inmenso pudor, por cuanto tengo un gran respeto por la inteligencia de mis lectores. El año que viene, por estas fechas, haré un copia/pega similar al que lleva a efecto el director de un conocido diario madrileño que defiende inveteradamente lo contrario, es decir, que el Madrid debe siempre ceder su estadio para la Final, y que a cuenta de eso escribe sin falta un editorial que empieza a parecerse (en su puntualidad y dispar acogida) al discurso de Navidad del Rey. Habría que ponerle el himno antes, bajo la premisa de que nadie lo va a silbar.