Derrotas como la sufrida por el Baskonia en Israel escuecen. Y mucho. Más cuando el equipo vasco, tras un último cuarto de ensueño, estuvo a punto de llevarse la victoria ante el Maccabi, que llegó a ir ganando por 19 puntos. Toda la sangre fría que tuvieron los pupilos de Sito Alonso en la recta final del encuentro, comandados por un gran Shane Larkin (dos triples en los dos últimos minutos), desapareció en el peor momento posible. En la última posesión del encuentro, el conjunto de Vitoria no supo qué hacer con el que podría haber sido el balón del triunfo y acabó resultando el de la derrota [Narración y estadísticas: 85-84].

Larkin, con la muñeca caliente, intentó jugarse el aclarado sin éxito. Cuando estaba llegando a la canasta y ante la presión de la defensa israelí, resbaló. No sin antes pasarle el balón a Adam Hanga. Sorprendentemente, y con un segundo y cinco décimas para el final al capturar la pelota, el capitán baskonista no se la jugó desde la esquina. Decidió desplazarse y asistir a Rodrigue Beaubois, que acertó a tirar cuando la bocina ya había dictaminado la conclusión del encuentro. Increíble, pero cierto: el Baskonia se había comido una bola imperdonable y sumaba su segundo tropiezo consecutivo en la Euroliga.

Al final, pesaron más los 21 puntos de Andrew Goudelock y los 18 de Sylven Landesberg que los 17 de Andrea Bargnani, los 15 de Larkin, los 16 de Beaubois y los 13 de Johannes Voigtmann. Al menos, al Baskonia le queda el consuelo de seguir en plena lucha por clasificarse para los playoffs europeos: es séptimo (se clasifican ocho) con 12 victorias y 10 derrotas.

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