A las 21:30 horas, en el Vicente Calderón, arrancará un partido de fútbol. Sí, este domingo, en la ribera del Manzanares, también se jugará un encuentro deportivo. Tras una semana de idas y venidas con las esteladas, en la que se habló más de Puigdemont que de Messi, se dejó en un segundo plano lo que de verdad se juega: la final de la Copa del Rey de fútbol. 

Inevitablemente la noticia también estará en las gradas, donde gran parte de los aficionados culés (se esperan unos 20.000 en la capital de España) exhibirán las banderas de las polémicas. Si el partido arranca a su hora, será sobre las 21:47 cuando un estadio de fútbol se convierta en un mitin político, con la reivindicación catalana en el minuto 17. 

En los pies de los Messi, Suárez, Neymar o Banega, Vitolo y Gameiro está pasar lo político a lo futbolístico. En lo deportivo, la final tiene un morbo pocas veces visto: es la lucha por el doblete. La Copa del Rey sirve a Barcelona y Sevilla para cerrar una temporada notable que puede acabar en sobresaliente. Los dos ya han ganado un título y buscan el segundo. Aunque no sabrá de la misma manera.

El Sevilla tiene mucho menos que perder que el Barcelona. Si los catalanes pierden no será un fracaso, pero quedará una gran decepción. La Liga no valdrá como resumen a una temporada que estará marcada por la otra final que queda, la de Champions. Diferente caso es el de los andaluces, al que todo lo que les venga ya es una fiesta y más en esta final, en la que no parten como favoritos.

Los de Emery llegan tras la espectacular remontada al Liverpool en la final de la Europa League, y esa resaca es la que les juzgará. Lo normal es que tenga un contenido negativo, el lógico cansancio de un partido de alto nivel jugado cuatro días antes, aunque precisamente esa final, y tal como se dio, puede llevar al aspecto positivo: un punto de confianza que les lleve a buscar todo.

Unai Emery durante la rueda de prensa oficial del Sevilla antes de la final. Julio Muñoz EFE

Abren y cierran la temporada

Este será el cuarto enfrentamiento entre Barcelona y Sevilla en 2016. El Sevilla fue el último equipo que ganó al Barcelona en Liga hasta que llegó el Real Madrid en abril. Precisamente tras caer en el Pizjuán, el equipo de Luis Enrique abrió seis meses sin perder. Pero ya se habían enfrentado antes.

Porque Barcelona y Sevilla, a falta de la final de Champions, cierran una temporada que ellos mismos comenzaron. Fue allá por el 11 de agosto cuando disputaron la Supercopa de Europa en Tiflis (Georgia). Aquello quedó 5-4, en la prórroga, tras remontar el Sevilla un 4-1. El gol decisivo lo marcó Pedro, después jugador del Chelsea. Mucho cambiaron las cosas.

Será la 112ª final de una Copa en España y en todos estos años nunca hubo una que disputasen Barcelona y Sevilla. Será la decimotercera final que albergue el Vicente Calderón, donde ya ganó el Barcelona dos finales, en 1981 y 2012, aunque perdieron otras dos (1974 y 1986). Los sevillistas nunca disputaron una final en el estadio del Atlético de Madrid.

Como en los últimos años, la final de Copa llega tres meses después de sus semifinales, haciendo casi imposible recordar qué ocurrió antes. Los finalistas lograron el pase en febrero, en situaciones siempre diferentes a las que llegan a la gran cita final. El Barcelona eliminó con la sonrojante goleada de 7-0 al Valencia y el Sevilla hizo lo propio ante el Celta de Vigo.

Luis Enrique en la rueda de prensa oficial del Barça antes de la final. Alejandro García EFE

La MSN contra la euforia

Luis Enrique podrá contar con todos, por lo que se presume un once con Alves, Piqué, Mascherano y Jordi Alba en defensa, Rakitic, Busquets e Iniesta en el centro del campo y la MSN arriba. La única duda estará en la portería. Ter Stegen jugó toda la competición, en principio debe ser el titular, pero Claudio Bravo, lesionado, se perdió el último tramo de la Liga y Luis Enrique podría tener un detalle con él.

En el Sevilla se espera un once muy parecido al que enamoró en Basilea. Habrá un cambio seguro, el del internacional Sergio Rico por David Soria en la portería, y otro posible, el de Iborra por N'Zonzi en el centro del campo, retrasando la posición de Banega. Con Coke de dulce y Gameiro de killer, los sevillanos se aferran a su ataque para conseguir la sexta Copa, la que cierre la década prodigiosa de los andaluces.

En el Calderón, seguramente con pitos de por medio, se jugará un partido de fútbol. Las miradas irán a Puigdemont, Colau, Carmena o Bartomeu. Otros buscarán que los ojos vayan al balón. Es la final de Copa, que en ciertos aspectos recobra algo de lo que fue su esencia de siempre: ciudad neutral, último partido de la temporada en España y aficionados de los dos equipos llenando la ciudad que alberga el partido. Éste siempre fue considerado como el partido más bonito del año. Que así sea.

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