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Decían que Tadej Pogacar había firmado en 2024 la mejor temporada de la historia. Dicen, un año después, que el ciclista esloveno ha vuelto a rubricar el mejor curso jamás visto en el ciclismo.

Como para gustos están los colores, habrá quien se quede con 2024 y habrá quien prefiera este 2025 que está a punto de finalizar, pero lo que está claro es que Tadej Pogacar es el mejor ciclista del planeta. Y también el mejor corredor que varias generaciones hayan presenciado en toda su vida.

Insaciable, intratable, este 'caníbal del siglo XXI', por su ya larga comparación con Eddy Merckx, consiguió en 2025 la victoria 100 de su carrera. No consiguió todos sus objetivos, es cierto, pero quizás eso sea lo mejor, el aroma que desprendió de vez en cuando de que puede ser derrotado por otros grandes en el cuerpo a cuerpo.

Tadej Pogacar celebra su victoria en el Tour de Francia 2025. REUTERS

A sus 27 años, en condiciones normales tendría todavía mucha cuerda en el deporte profesional para alcanzar hitos inimaginables, pero por primera vez ha denotado síntomas claros de cansancio mental. No alargará en exceso su carrera deportiva, lo tiene muy claro.

Pero hasta que llegue el momento de colgar la bicicleta todavía tiene retos preciosos por delante. El mayor de ellos aparece en este próximo 2026, el de entrar en ese selecto club de ciclistas que han conseguido reunir en su palmarés la friolera de cinco Tours de Francia. La historia le espera.

Primero, las clásicas

Es de sobra sabido que Tadej Pogacar tiene colmillo. Con ese hambre propio de los ganadores natos, no es amigo de ceder triunfos al resto porque sí. Si él tiene una victoria a tiro, va a por ella, y en 2025 volvió a retratar su ambición.

"No estoy aquí para hacer enemigos, pero nos pagan para ganar", llegó a comentar el esloveno en una ocasión cuando le preguntaron si no sería más inteligente ser algo más compasivo con los rivales de vez en cuando.

Después del 'paseo' del UAE Tour, al que volvió varios años después al tratarse de una carrera que significa mucho para su equipo, Tadej Pogacar empezó su particular exhibición en la temporada de clásicas.

Su victoria en la Strade Bianche tuvo un punto de épica. El esloveno se fue al suelo en una curva a la izquierda por entrar demasiado rápido, y salió de entre la tierra de la Toscana magullado y lleno de sangre. Aquello no fue óbice para que recuperara el tiempo perdido con Pidcock y ganara de manera solvente por tercera vez en Siena.

Con una nueva configuración de clásicas que le llevaba por primera vez a lugares como la París-Roubaix y en plena batalla épica contra Mathieu Van der Poel, Pogacar arrasó de nuevo en el Tour de Flandes para demostrar que es el corredor más completo del pelotón.

La temporada de clásicas la cerró con dos triunfos más. Uno en la Flecha Valona con un final abrumador, y otro en la Lieja-Bastoña-Lieja, donde acumula ya tres entorchados. Números de leyenda.

El cuarto Tour

Tras las carreras de un día Pogacar no tardó en cambiar el chip para empezar a preparar el Tour de Francia. Con poco descanso acudió a Dauphiné, carrera a la que regresaba cinco años después.

No la recordaba tan fácil. Se llevó la victoria en tres de las ocho etapas y ahí empezó a comerle la moral a Jonas Vingegaard de cara a la verdadera batalla. Salvo el pequeño susto en la contrarreloj, donde tanto el danés como Evenepoel fueron mejor que él, no hubo resquicio alguno.

Con esa solidez se plantó en el verano francés para conquistar su cuarto Tour de Francia. Se subió a lo más alto del podio de París, es cierto, pero quizás con un sabor un tanto agridulce. Su actuación fue de más a menos, y terminó casi 'pidiendo la hora' para que la carrera se terminara.

Tadej Pogacar lidera el pelotón al paso por el Arco del Triunfo de París Reuters

Tras dos triunfos en la primera semana, incluida la simbólica número 100 en Rouen, la segunda mitad del Tour se le hizo cuesta arriba. Pogacar ajustició a Vingegaard en Hautacam al meterle más de dos minutos, y en la crono del día siguiente solventó cualquier duda.

Ahí ya no hubo más Tour. El esloveno tuvo problemas en una rodilla -confesión realizada por sus compañeros después de la carrera- y se le vio algo más conservador. Estaba claro que, en condiciones normales, Tadej habría arrasado más aún, pero terminó admitiendo que deseaba llegar a París lo antes posible.

Incluso Van Aert, en esa última y novedosa etapa con la subida a Montmartre en un día de perros, le mojó la oreja en el día final. Eso sí, nada empañó su cuarto Tour, el que le deja a las puertas de los más grandes de todos los tiempos.

Su segundo Mundial

Tras el Tour, el campeón se tomó casi dos meses de descanso. Necesitaba su cuerpo, pero sobre todo su mente, descansar de la exigencia extrema de la alta competición. Vacaciones, tiempo con su familia, su pareja... Todo para coger fuerzas de cara al impulso final.

Los Mundiales de Ruanda presentaban una oportunidad perfecta para revalidar el maillot arcoíris. Los más duros de la historia, decían, en un lugar hasta el momento inédito para unos Campeonatos del Mundo.

Tadej Pogacar celebra su victoria en el Mundial de ciclismo de Ruanda. REUTERS

Pogacar hizo acto de presencia previo en las clásicas canadienses que tanto le gustan -sin victoria- y de ahí fue directo a Ruanda. Doblaba participación, primero en la crono, después en la ruta. Terrenos propicios para él por la dureza, igualmente.

Las alarmas saltaron en la contrarreloj. Pogacar se quedó fuera del podio, ni siquiera se colgó una medalla, pero sobre todo quedó una imagen impactante de todo aquello, la de Remco Evenepoel doblándolo en plena crono. A él, al hombre que parecía imbatible.

Surgieron las dudas sobre si había llegado en el mejor momento o se había recuperado del todo después del Tour de Francia, pero en la prueba en ruta Pogacar volvió a ser Pogacar.

Si el año pasado atacó a 100 kilómetros de meta y asombró al planeta entero para ganar su primer Mundial en Zúrich, esta vez subió la apuesta. El demarraje definitivo llegó a 104 kilómetros de meta.

Una nueva exhibición portentosa y fuera de serie de un tipo que desprende además carisma a raudales. Con esta nueva proeza se colgó el oro, se quedó con el arcoíris y revalidó su título de campeón del mundo.

No contento con ello, una semana después firmó otra de sus gestas en el Campeonato de Europa. Era su debut en esta joven prueba, pero la dureza del recorrido también invitaba a jugar. No se lo pensó y también atacando desde lejos dejó a todos asombrados. Campeón del Mundo y de Europa en una semana.

Aún quedaba el último esfuerzo, las clásicas italianas de final de temporada. Tampoco ahí falló. Cumplió su palabra de volver a la Tre Valli Varesine después de la cancelación del año pasado, y la ganó.

El último reto aparecía en Lombardía. Este Monumento que tanta gloria le ha dado a Tadej Pogacar volvió a abrazarse con él. Una nueva demostración de fuerza para dejar claro que no tenía rival y alzarse con su quinto título aquí. Tan sólo Fausto Coppi tiene tantos como él.

Cuando fue humano

Pero no todo fueron éxitos intratables para Tadej Pogacar a lo largo de este 2025 que ya agoniza. También hubo momentos en los que este extraterrestre bajó los pies a la tierra y se mostró como un mortal más, incluso derrotado.

Llamó mucho la atención el comentado bajón del tramo final del Tour de Francia. No fue un desfallecimiento, ni siquiera sus rivales le recortaron distancia, pero en otras condiciones Pogacar habría terminado este Tour con más de cuatro victorias de etapa.

La primera vez que se vio superado fue en la Milán-Sanremo. Esta carrera es como una suerte de criptonita para él. Seguramente el Monumento más difícil de ganar para él por lo poco que se adapta a sus cualidades, el doble campeón del mundo ya ha avisado que no descansará hasta ganar esta carrera.

Tadej Pogacar, en su caída en la París-Roubaix. EFE

Lo intentó en 2024 sin suerte y repitió en 2025 con el mismo desenlace. Una carrera endurecida desde lejos, como casi nunca antes se había visto, pero el ataque final en el Poggio estuvo falto de coordinación con el resto del equipo.

Lo intentó desde abajo, como era de esperar, pero a este mítico repecho le falta dureza. Van der Poel y Ganna resistieron sus embestidas, y en el descenso no hubo diferencias. Fue la primera vez en la temporada que 'Papá' Van der Poel le mojó la oreja.

La otra fue en la París-Roubaix. Pocas veces se había generado tanta expectación por la participación de un solo corredor en una prueba, pero la presencia de Pogacar en los adoquines centró la atención de fanáticos y aficionados casuales.

Tadej Pogacar, en el velódromo de Roubaix. EFE

El doble campeón del mundo se desenvolvió bien, muy bien sobre las piedras, pero el Infierno del Norte no perdona a nadie. Un despiste en una curva de derechas echó todo al traste. Se fue al suelo, perdió unos segundos preciosos y Van der Poel volvió a levantar los brazos.

También en la Amstel Gold Race se dejó ver como alguien batible. Skjelmose se impuso en el sprint final y consiguió un sorprendente triunfo por delante del esloveno.

A por el quinto Tour

Tadej Pogacar ya tiene definido su calendario, al menos el más grueso. Hará una temporada de clásicas similar al anterior y, por supuesto, no faltará a su cita obligada con el Tour de Francia.

Porque ese es el gran reto que tiene el esloveno para el 2026, alzarse con su quinto Tour de Francia para igualar a Miguel Induráin, Bernard Hinault, Eddy Merckx y Jacques Anquetil. Entrar en el salón de la fama para siempre, en el club de los más selectos para cargar de razones al que le tildan como el mejor de la historia.

Por supuesto, tendrá que verse las caras con Jonas Vingegaard, Remco Evenepoel y cualquier revelación que se le ponga por delante, pero en estos últimos meses ha quedado claro que, en plenitud de condiciones, nadie le alcanza.

Por supuesto, habrá muchas más metas para este todoterreno, una 'rara avis' que es igual de fiable en una grande, como en una carrera de una semana o una clásica.

Aspira a estrenarse en la París-Roubaix y la Milán-Sanremo, lo que supondría cerrar la colección completa de Monumentos. También sueña con su sexto título en Lombardía para convertirse allí en el más laureado de siempre.

Eso, sin descuidar que tiene de nuevo un Mundial propicio para sus características en Canadá, allí donde conoce a la perfección el terreno y sabe lo que es ganar. Un tercer arcoíris consecutivo sería estratosférico.

¿Y La Vuelta? Ya ha dicho en repetidas ocasiones que está entre sus metas pendientes y que, algún día, peleará por ganarla. Tiene pinta, eso sí, de que no será en este 2025 y la triple corona -Giro, Tour y Vuelta- tendrá que esperar al menos un año más.