Este domingo tuvo lugar la que para muchos es la carrera más bonita y dura de la temporada ciclista. Al menos en lo que se refiere a pruebas de un solo día. La París-Roubaix coronó por primera vez a Mathieu Van der Poel como el mejor ciclista del mundo cuando se habla de Clásicas tras otra batalla para la historia contra Wout Van Aert

El ciclista neerlandés consiguió reventar a su archienemigo en uno de los tramos adoquinados más duros de la prueba para lanzarse en solitario hacia la meta. Van Aert no pudo aguantar el pulso a un Van der Poel desatado que venía de ganar la Milán-Sanremo esta temporada. Tal fue su bajón que terminó perdiendo incluso la segunda plaza al sprint con Philipsen. El compañero de la 'bruta bestia' completó el doblete de Alpecin-Deceuninck en el mítico velódromo de Roubaix. 

Sin embargo, la prueba, que constó de 256 kilómetros con más de 54 kilómetros de adoquín dejó infinidad de imágenes y momentos para el recuerdo. Desde el carrusel de pinchazos del equipo Jumbo-Visma, destacando los de Wout Van Aert o Christophe Laporte, hasta las caídas de alguno de los favoritos como Dylan Van Baarle o John Degenkolb

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El sprinter y clasicómano de DSM tuvo un encontronazo precisamente con la pareja de Alpecin que terminó dominando la prueba justo cuando se lanzaba la carrera. Mientras Van Aert atacaba y Van der Poel salía a su rueda, Philipsen, de manera involuntaria, terminó cerrando a su compañero de equipo y entre ambos tiraron al suelo al corredor alemán. 

El propio Degenkolb, que se levantó y se montó en su bicicleta de nuevo como buenamente pudo, dejó otra de las imágenes de la jornada al llegar a meta completamente destrozado por el esfuerzo, la rabia y el dolor tras la caída. Van der Poel y Philipsen fueron a disculparse y a interesarse con el corredor germano que finalmente llegó séptimo a la meta y que se derrumbó nada más cruzar la línea final del icónico velódromo francés. 

Estas, y algunas otras, fueron imágenes que se quedaron en la retina de todos los espectadores. Sin embargo, algunas de las más duras se pudieron ver ya en meta, cuando muchos corredores llegaron a la finalización de su actuación absolutamente destruidos. Más si cabe en la zona de sus manos y es que la París-Roubaix es una prueba especialmente agresiva con esta parte del cuerpo que recoge buena parte de la dureza.

La dureza de Roubaix

Los baches que provocan los tramos adoquinados se traducen en constantes vibraciones hacia brazos y manos. Estos, a su vez, provocan continuos roces que se traducen en llagas, ampollas reventadas y heridas que en el caso de algunos corredores como Sam Watson, de Groupama-FDJ, provocan imágenes absolutamente dantescas. Restos de sangre en el manillar de su bicicleta, cortes de los vendajes y apósitos utilizados y golpes que, además de estar por todo el cuerpo, se localizan especialmente en unas manos a las que no salvan ni los guantes.  

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Una zona que sufre de manera incalculable en este tipo de carreras que ponen al límite a estrellas mundiales y que solo elegidos como Mathieu Van der Poel son capaces de ganar. El neerlandés consiguió reemplazar a Dylan Van Baarle en la lista de ganadores y pudo darse su baño de gloria en las míticas duchas del vestuario de Roubaix, uno de los momentos con mayor misticismo de la historia del ciclismo. 

Tras casi cinco horas y media de batalla incansable, de pelea extenuante, de guerra agotadora, de kilómetros y kilómetros peleando entre el viento, el polvo y el barro, los ciclistas llegaron hasta Roubaix donde pudieron tener un merecido descanso. La impactante imagen dejada por Sam Wattson, gregario de lujo de su compañero Stefan Küng que llegó en quinta posición a la meta tras una brillante actuación, también fue protagonizada por ciclistas de equipos como el UAE Team Emirates, los cuales pasaron más desapercibidos de lo habitual ante la ausencia de Tadej Pogacar en la prueba. 

Ahora, llegan días de recuperación para todos ellos antes de pensar en nuevos objetivos del curso como la temporada de Clásicas de Las Ardenas o el Giro de Italia, el cual arrancará en un mes. Para entonces, los guerreros que se batieron en duelo esperan tener ya sus manos, y todo su cuerpo, totalmente repuesto de la pesadilla que supone completar el 'Infierno del Norte' a ritmo de los mejores del mundo.