La lacra del dopaje no termina de liberar de su yugo al deporte. Aunque a finales del siglo pasado vivió su apogeo y con el paso de los años ha ido limitando su presencia afectando cada vez a menos deportes o con menos notoriedad, hay algunos nombres que siempre que salen a la palestra traen consigo la sombra de este problema social. Ese es el caso de Lance Armstrong, que no para de comprar boletos para ser recordado como el deportista más tramposo de la historia.

La confesión de Jean-Pierre Verdy, antiguo jefe de la Agencia Antidopaje Francesa, ha abierto de nuevo el cajón de mierda del ciclista estadounidense. No hay pruebas ni desde el lado de Armstrong han salido a desmentir o corroborar estas palabras que llevan rebotando en el mundo desde que se publicaron en Le Parisien. La acusación que llegaba la semana pasada asegurando que "tenía un motor en la bicicleta" y que su rendimiento no lo provocaba solo el EPO vuelven a señalar al ganador de siete Tour de Francia como un tramposo. 

Fue él mismo el que admitió que había consumido sustancias prohibidas. Lo hizo con Oprah Winfrey, mientras la presentadora le enseñaba imágenes suyas negando la mayor, defendiendo su inocencia y pidiendo que se persiguiera a los tramposos. El fin de la 'Omertá' que queda reflejado en el documental 'Icarus', que probó que había un silencio en torno a lo que estaba sucediendo en el pelotón tuvo su fin en 2013, cuando la Unión Ciclista Internacional hizo efectiva la sanción de por vida a Armstrong y anuló su palmarés desde 1998.

Lance Armstrong, durante una competición REUTERS

Para llegar a ese punto, primero tuvo que llegar la investigación de la USADA con Travis Tygart como el principal responsable de ese informe de más de 1.000 páginas que tumbó las trampas que había ocultado el estadounidense. Fue la declaración de Betsy Andrew, la esposa de Fran Andrew, amigo del ciclista en el inicio de su carrera, la que tiró de la manta cuando desveló la conversación de Amstrong con el doctor que le trató de cáncer en 1996 en la que reconocía que había consumido "EPO, hormona de crecimiento, esteroides y testosterona".

Superación

La carrera de Armstrong comenzó marcada por su fuerte carácter. Tenía que ser el mejor, no había más opciones. Todo quizá vino por su padrastro, Terry Armstrong, que reconocía en su documental de ESPN que "no le demostré cariño pero lo trataba como un animal en el sentido de ganar a toda costa y si fue campeón después, mucho fue por mí". Así, hasta con 16 años hacía sus primeras triquiñuelas para poder competir. Es público que falsificaba documentos para poder correr en competiciones de triatlón a pesar de no tener la edad requerida.

Con 21 años fichó por Motorola, dejó Estados Unidos y se trasladó a Europa. Allí empezó su primer contacto con el dopaje. Era una actividad bastante instalada en el ciclismo y el EPO comenzaba a correr por los círculos de los médicos de los equipos. El prometedor ciclista que ganó el oro en el Mundial de Oslo en 1993 parecía que se lo iba a comer todo en los siguientes años, pero no era suficiente. "Sentía que me ganaban todas las carreras y era la decisión que debíamos tomar", declara Armstrong en su documental.

Lance Armstrong, en 2009 con Astaná EFE

Para 1996 se iba a poner en manos de Michelle Ferrari, el médico más identificado con el uso de EPO y que cambiaría los hábitos de vida de Armstrong. La primera etapa del estadounidense destacaba por ser un corredor corpulento y clasicómano, con una victoria, por ejemplo, en la Flecha Valona. A partir de este momento cambió su forma física, adelgazó y se enfocó en la preparación para el Tour de Francia, pero llegó su gran parón: el cáncer de testículos.

En octubre de ese año sería operado de urgencia e inició un tratamiento fuerte de quimioterapia. En ese ejercicio de supervivencia en el que incluso le daban un 40% de posibilidades de seguir viviendo, decidió que quería volver al ciclismo. En ese 1997, las secuelas de estar tanto tiempo parado y pasar por una situación como la que pasó salieron a relucir y apenas brilló en Cofidis. Ahí aparecieron US Postal y Johann Bruynel, con el objetivo de recuperar a un Armstrong con el ánimo caído.

El ascenso

Después del escándalo del 'Caso Festina' en el Tour del 1998, donde Armstrong no estuvo, llegaría la época del 'saneamiento'. El estadounidense, milagrosamente recuperado, se impondría en la edición de 1999. Las dudas que podría haber sobre esta capacidad para superar un cáncer y ganar un Tour se acallaban con la admiración que provocaba. Entonces llegó el primer positivo por cortisona, 'tapado' por la UCI aceptando la receta de la crema para la piel de la masajista del equipo Emma OreillyPierre Ballester y David Walsh en 'LA confidential, los secretos de Lance Armstrong' recabó la declaración de la masajista que demostraba que fue todo orquestado.

La ayuda que estaba obteniendo de Ferrari, tras presionar a sus compañeros de equipo para que ellos también se doparan como probó el informe de la USADA, era compatible con sus declaraciones en las que pedía que se buscaran a los dopados. "Cuando ganemos el Tour van a decir que es imposible, que escondemos algo y lo único que escondemos es nuestro esfuerzo", se congratulaba esos días. Hasta la misma UCI le protegió cuando el diario L'Equipe dudaba de sus resultados y este organismo acusaba a la Agencia Mundial Antidopaje de filtrar suspicacias sin pruebas.

Lance Armstrong, durante el documental

Entre 1999 y 2005 consiguió esa hazaña de los siete Tour con una suficiencia insultante y nadie podía poner en duda su condición en el pelotón. La 'Omertá' porque una gran parte de ciclistas tenía relación con el dopaje quiso levantarla Filippo Simeoni, dejando esa imagen del encontronazo con Armstrong durante la edición del 2004. Con su retirada y su regreso poco prolífico lo único que realmente llegó fue el levantamiento de los secretos.

La caída

El positivo de Floyd Landis en 2006, uno de los gregarios de Armstrong, cuando ganó el Tour fue un gran problema para él. El que fuera corredor del Phonak cayó a los infiernos y al no tener el apoyo del ganador de siete Tour le señaló como a todo el US Postal ante el FDA. Al acusar de fraude por dopaje y tráfico de sustancias ilegales a un equipo auspiciado por una empresa federal, la investigación se hizo formal. Ahí apareció la USADA para completar un informe que enterró la reputación del ciclista.

Nike (la misma empresa con la que hizo un anuncio en el que se le veía inyectándose algo y diciendo retando al mundo: "¿A qué me dedico? A dejarme los cuernos 6 horas por día entrenándome. ¿A qué te dedicas tú?") y otras marcas como Trek u Oakley le dieron la espalda. Tuvo que dejar la presidencia de su propia fundación, Livestrong, que apoya a las personas afectadas por el cáncer cuando fue sancionado de por vida.

Su problema con Estados Unidos quedó solucionado a cambio de 5 millones de dólares y tuvo que devolver la medalla de bronce de los Juegos Olímpicos del año 2000, pero siempre se sentirá ganador de los maillots del Tour que se enfundó en los Campos Elíseos. Ahora esta nueva polémica acusación de los motores vuelve a hacer crecer la sombra de la herencia de Armstrong para el deporte del ciclismo. 

[Más información: El hijo de Lance Armstrong es detenido por una presunta agresión sexual contra una menor]

Noticias relacionadas