Hace tiempo que se volvió muy complicado distinguir cuánto de baloncesto y cuánto de sensacionalismo hay alrededor de la familia Ball. Su popularidad ha crecido a pasos agigantados en el último año, convirtiendo a los integrantes del clan en todo un fenómeno mediático en Estados Unidos… y a nivel mundial. Los hermanos Lonzo, LiAngelo y LaMelo dan y darán qué hablar lo suyo. No será menos su padre, LaVar, 'bocazas' consumado y principal culpable de que a él y a sus hijos ya se les conozca con el sobrenombre de “los Kardashian de la NBA”.

El encargado de definir de tal manera a los Ball no fue un mindundi precisamente. Esa etiqueta salió de la boca de Steve Kerr, vigente campeón de la mejor liga del mundo como entrenador de los Golden State Warriors de Curry, Durant y compañía. Dijo lo que dijo por algo: da la sensación de que la vida de estos chicos, todo lo que les rodea, es un reality. Más allá del que protagoniza toda la familia, incluida la madre y menos mediática Tina, en Facebook, con dos temporadas a sus espaldas (comparten productora, caprichos del destino, con el programa de las Kardashian).

Este martes, el directo que cubría el debut como profesionales de LiAngelo y LaMelo en Lituania a través de esta última red social llegó a tener más de 150.000 espectadores. Hasta el país báltico se han desplazado numerosos periodistas estadounidenses para ser testigos directos de la aventura del Ball mediano y del pequeño en el Vytautas Prienai local.

Desde luego, el programa televisivo de la familia dará buena cuenta del periplo. Más allá de la estadística (19 puntos y tres rebotes de LiAngelo; 10-2 de LaMelo más nueve asistencias), impera la chanza, el salseo: la bandeja que falló uno de los hermanos completamente solo y el triple del otro desde nueve metros que apenas tocó aro. ¿A quién le importa que el equipo de los Ball ganase por 90-80?

Ser el jugador estadounidense más joven de la historia que compite en Europa (LaMelo tiene 16 años) parece una anécdota, en lugar de un hito del que estar orgulloso, en el universo Ball. ¿Responsable? El cabeza de familia, LaVar. La marca de zapatillas ideada por él, Big Baller Brand, da nombre a los cinco partidos amistosos que, a bombo y platillo, servirán de presentación en sociedad europea de sus retoños. Estos encuentros han llevado al Vytautas a renunciar a la Liga Báltica (disputada contra equipos de otros países cercanos a Lituania) o a que el Ball más temido, el padre, se quede hasta un mes y medio en el nuevo destino de su prole.

Por si no se habían dado cuenta, los hermanos ni siquiera han jugado minutos (aún) en la liga lituana. Puede que lo hagan este sábado ante el Lietkabelis Panevezys. Pero da igual. Los focos están asegurados de continuo. Por las bravuconadas de LaVar. Por la posible participación de LaMelo en el prestigioso Adidas Next Generation Tournament con el equipo júnior del Zalgiris (el mismo al que derrotó con el Vytautas hace unas horas). Por lo que haga o deje de hacer Lonzo, el hermano mayor, en los Lakers. En definitiva, por llevar el apellido Ball. Carne, para todos sus poseedores, de cañón.

LaVar: por la boca muere el pez

LaVar Ball, enemigo público número uno para mucha gente del baloncesto.

La prepotencia de Ball senior ha llegado a límites insospechados: los entrenadores de la NBA quieren vetar a todos aquellos periodistas que hablen con el padre de Lonzo, LiAngelo y LaMelo. Su última víctima ha sido Luke Walton, que dirige a su hijo mayor en Los Ángeles y al que no ha parado de criticar día sí y día también desde que empezó el curso. El técnico no tardó en desmentir la última 'rajada' de LaVar: que los jugadores de Walton no creen en él.

Antes, llegaron otras muchas salidas de tono: equiparar a Lonzo con Magic Johnson, situarle por encima de Stephen Curry y a la misma altura que LeBron James y Russell Westbrook, enfrentarse al mismísimo presidente Donald Trump después de que este ayudase a LiAngelo a esquivar la cárcel en China (luego explicaremos este episodio)…

La palma de las declaraciones altisonantes se la llevaron aquellas en las que LaVar (2,2 puntos de promedio en la universidad: su único registro baloncestístico) afirmó que derrotaría a Michael Jordan “con una mano atada a la espalda y sin lentillas”. “No creo que pudiera vencerme incluso si yo sólo tuviera una pierna”, había declarado antes el jugador más grande de todos los tiempos.

Ah, y por si fuera poco LaVar también ha sido acusado de racista (criticó de forma pública a tres compañeros blancos de su hijo Lonzo en UCLA, aunque luego se retractó) y sexista (llegó a no mirar a una periodista durante la totalidad de una entrevista televisiva, a declarar que su marca de zapatillas no vestía a mujeres y a provocar que una árbitra no participase en más encuentros de un torneo estival de Adidas en el que LaVar la 'sufrió' como entrenador). “Es lo peor que le ha pasado al baloncesto en los últimos 100 años”, declaró en su día un alto ejecutivo de Nike.

Lonzo: quien más habla en la pista

Lonzo Ball defendiendo a LeBron James en un partido reciente. David Richard Reuters

Tras ser entrenado por su padre, jugar junto a sus hermanos en el instituto Chino Hills, ganar unos cuantos premios y no desentonar en su única temporada universitaria (14,6 puntos, seis rebotes y 7,6 asistencias de promedio en UCLA), llegó a la NBA. Y no para ser un segundón: en los Lakers casi no se habla de otra cosa que no sea Lonzo. Bueno, sí, de las 'perlas' que suelta su papá…

A sus 20 años, el base es uno de los novatos más sobresalientes de la competición: undécimo en puntos, tercero en rebotes, segundo en asistencias, robos y dobles-dobles y quinto en tapones a la hora de escribir estas líneas. Número dos del último Draft, en noviembre se convirtió en el más joven de la historia en lograr un triple-doble (10 o más puntos, rebotes y asistencias en un partido: 19+12+13 ante los Milwaukee Bucks).

Y, a pesar de su buen hacer a la hora de mantenerse concentrado y evadirse del ruido generado por LaVar (que tanto preocupa a su equipo), Lonzo tampoco es perfecto. En la pista, su mayor lacra, el tiro, le llevó a ser el peor de la liga en esta faceta. Lejos de las canchas y como rapero, se comparó con Son Goku, el popular héroe de Dragon Ball, en un tema.

LiAngelo: salvado por Trump en China

LiAngelo Ball en un entrenamiento con el Vytautas lituano.

Sí, es cierto que en el instituto se hinchó a anotar puntos en sus dos últimos cursos. Pero también que su hermano pequeño, LaMelo, le ha comido un poco la tostada. Y que lo más reseñable que ha hecho ni siquiera tiene que ver con la canasta. Porque, justo antes de su segundo partido con UCLA (la universidad por la que según LaVar tenían que pasar sus tres hijos), LiAngelo pudo ir a la cárcel. ¡En China!

El escolta y dos compañeros suyos, también de primer año, no llegaron a jugar con su centro en el país asiático: fueron arrestados por robar unas gafas de sol en una tienda de Louis Vuitton. El presidente Trump tuvo que mediar con su homólogo chino para que los jugadores fuesen liberados y regresasen a USA (de ahí las tiranteces con LaVar Ball, ya que no hubo ni el más mínimo gesto de agradecimiento por su parte).

Así terminó el paso de LiAngelo por UCLA: tras un encuentro con los Bruins, fue suspendido; poco después, dejó la universidad. Lituania fue el destino que su padre eligió para que él y el benjamín de la saga, LaMelo, sean profesionales desde ya. Puede que todavía esté a tiempo de que su nombre sea pronunciado en el Draft de 2018 (19 años). Veremos, ya que parece el hermano con menos estrella.

LaMelo: el favorito

LaMelo Ball en su debut en Lituania.

O, al menos, el Ball en el que LaVar tiene puestas más expectativas, el que más maneras apunta bajo su particular criterio. El segundo y último curso de su hijo pequeño en el instituto le sirvió para cimentar la teoría. Con triples desde el centro del campo y un partido de 92 puntos, el chaval se creció. Aunque quizá demasiado, porque se ha generado cierta animadversión hacia él.

La fama de 'chupón' de LaMelo no parece nada ejemplarizante. Jugarse la última posesión de un encuentro con un lanzamiento desde casi medio campo tras botar la pelota con actitud chulesca no juega a su favor. Tampoco los 101 puntos que anotó entre un partido y otro de un torneo este verano. Con tan sólo cuatro horas de margen entre ambas exhibiciones anotadoras.

Dejó el instituto hace unos meses para ser entrenado por su padre los dos próximos años: LaVar no estaba a gusto ni con la directiva de Chino Hills ni con el nuevo preparador del equipo. En un primer momento, pareció que LaMelo y su hermano LiAngelo disputarían la recién fundada Junior Basketball Association, creada por su propio padre. Pero, de momento, se han ido a Lituania (después de ser ofrecidos, entre otros equipos, al Andorra).

¿Con qué nos sorprenderán ellos y esta competición? ¿Y su padre y su hermano mayor? Quién sabe. Desde luego, los Ball, por fortuna o por desgracia, todavía tienen mucho que decir. Con y sin una pelota naranja de por medio.

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